El Sapo permanecía oculto en una lujosa urbanización a los pies del mar, en Marbella, en una mansión con vistas privilegiadas a la costa, seguridad privada día y noche y un garaje secreto bajo tierra.
En cuanto supieron el lugar en que se escondía, a los agentes de la sección de Fugitivos de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional no les resultó difícil detenerle.
En los círculos en los que se movía desde hace años, Juan Manuel Candela Sapieha era conocido como El Sapo. Era muy celoso de su intimidad. No usaba redes sociales, ni poseía ningún perfil en Redes por el que se le pudiera identificar. Para protegerse cambiaba cada poco de identidad. Utilizaba, si era preciso, disfraces y camuflajes.
Ahora, de hecho, se presentaba con el nombre de Jean Emmanuel Marlon, un ciudadano francés, limpio de crímenes, sin mácula alguna. Así lograba ocultar el historial de delitos cometidos.
Era uno de los hombres más buscados por los investigadores de media Europa. Su nombre aparece relacionado en distintos episodios en los que ha participado la delincuencia organizada.
A sus espaldas, una ristra de delitos que se prolonga a lo largo de los últimos veinte años. Llevaban tras él desde 2018, cuando participó en una estafa de más de un millón de dólares en una operación de compraventa de oro en Kenia.
Delitos de narcotráfico, secuestro, robo con violencia, lesiones, extorsión, blanqueo de capitales y asociación ilícita... Un pasado sórdido por el que ha acabado cayendo.
Dos veces había sido detenido en las últimas décadas. En 2011 cayó junto a la banda que lideraba Ángel Suárez Flores, alias Casper, con quien veinte años atrás había perpetrado el robo de varios cuadros en la casa de Esther Koplowitz. También se le ha vinculado en alguna ocasión con la banda de Los Miami.
Sin documentación
Todo empezó con un aviso internacional para capturarle. "En abril nos llegó la nota roja de la Interpol con el nombre de este fugitivo. La nota roja es un método de cooperación policial entre cuerpos de distintos países para extraditar a alguien en busca y captura", dice el Jefe de la Sección de Fugitivos a EL ESPAÑOL.
Sapieha fue detenido tras varias semanas de seguimiento por parte de los policías. Le localizaron en Málaga. El día en que le apresaron, le vieron salir de su vivienda en el complejo residencial El Embrujo de Banús. Iba paseando al perro. En cuanto supieron que era él se le echaron encima. No llevaba encima documentación.
Estuvo tranquilo. "Como si tuviera asumido que algún día llegaría ese momento. Al informarle de las razones, sólo dijo que tenía su residencia habitual fijada en Kenia y que no había podido regresar debido al estado de alarma", apuntan fuentes de la investigación. Por lo demás, no abrió la boca, no dijo una sola palabra.
A sus 57 años, El Sapo llevaba años tomando toda clase de precauciones para pasar inadvertido. Cambiaba de domicilio con cierta frecuencia, y también su número de teléfono para evitar ser rastreado. Pese a todo, sabían que había estado, por lo menos, en Madrid y en Dubai.
El grupo de Fugitivos de la Policía Nacional que le ha arrestado, detiene a unas 400 personas al año. Dice el jefe de esa sección que en parte tiene que ver con el gran equipo que tiene y con el hecho de que España es un lugar muy apetecible para criminales de todo el mundo como destino en el que esconderse: "Hacemos bien el trabajo pero también en España hay mucho fugitivo".
Robo de cuadros
El 8 de agosto de 2001, El Sapo, Cásper y algún compinche más, como un vigilante de seguridad de la casa, asaltaron la residencia de Esther Koplowitz y se llevaron 19 cuadros de su colección personal. No eran obras cualquiera. Entre ellas había un Goya - El columpio-, varios Sorolla -entre ellos Al baño, Valencia- o Las tentaciones de San Antonio, de Jan Brueghel el Viejo.
Fue el mayor robo de arte de una colección jamás realizado en España. Todas aquellas obras, algunas de ellas de valor incalculable, se valoraban en un precio estimado de 300 millones de euros.
El golpe resultó sencillo y limpio. Para entrar en la casa se hicieron con una copia del mando del garaje. Con ello lograron entrar sin problema alguno. En 20 minutos ya se habían hecho con las 19 obras, las habían introducido en el maletero del coche y se habían dado a la fuga.
La Policía tardó un año en reconstruir el recorrido de los cuadros y en hacer declarar al vigilante de seguridad, que en un primer momento había dicho que unos atracadores cubiertos de pies a cabeza le habían maniatado para entrar en la propiedad y hacerse con el botín. Se lograron recuperar 10 de los 19 lienzos.