La historia es la siguiente: el 2 de diciembre, pese a que los indicadores ya anunciaban una estabilización en la bajada de la segunda ola en comunidades como Baleares, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana o Cataluña, el Consejo Interterritorial de Salud decidió establecer una serie de restricciones y medidas para Navidad que incluía excepciones sociales para los días más señalados de las fiestas.
En otras palabras, pese a que se intuía el rebote, pese a que sabíamos que venía el frío y pese a que todas las medidas de restricción hasta el momento habían ido encaminadas a limitar la movilidad y las reuniones, las autoridades decidieron hacernos un regalo y vinieron a decirnos "haced buen uso de él".
Desde entonces, como no podía ser de otra manera, se han disparado los contagios en plena Navidad. Algunas comunidades han modificado el planteamiento inicial, pero si no se puede impedir que cientos de personas se junten en una "rave" durante 35 horas, ¿cómo se va a impedir que en casa de la tía Amparo se reúnan 12 personas?
Una vez que la palabra "excepción" se acepta como algo institucional, es muy complicado hacer pedagogía al respecto. Salimos del puente de la Constitución peor de lo que entramos y entramos en Nochebuena en plena progresión de crecimiento. ¿Se hizo algo al respecto? No.
Ni siquiera se ocultó el peligro de la situación: todo el mundo, desde científicos a políticos pasando por líderes de opinión, ha dado por hecha la tercera ola y a continuación se ha lavado las manos.
La gente se reunió en Nochebuena, en Navidad, en Nochevieja, en Fin de Año… y pese a los desastrosos números de los últimos días, se volverá a reunir en Reyes. Todas las medidas que se plantean para "combatir" lo que ya está entrando en fase tsunami se anuncian para después del período navideño, que no se estropee ni una compra.
El tamaño de la incompetencia se mide por las cifras: desde el pasado 2 de diciembre, poco más de un mes, la incidencia acumulada a 7 días ha pasado de 102,32 casos por 100.000 habitantes, una cifra que no justificaba en absoluto esas licencias, a los 141,6 de hoy (+38,41%), incidencia que irá subiendo a lo largo de la semana conforme se compensen los atrasos de Año Nuevo.
Será ese aumento el que mida con precisión hasta qué punto ha llegado el "efecto Nochebuena" y qué cabe esperar de la post-Nochevieja. Se supone que esta es la semana en la que se deberían empezar a ver subidas notables en los casos y sobre todo en las hospitalizaciones.
Una tendencia que se agravaría la semana posterior a Reyes, como ya comentamos en EL ESPAÑOL en su momento. El frío y la altísima base de la que partíamos no va a ayudar tampoco a controlar la transmisión. Hasta siete Comunidades Autónomas superan hoy los 300 casos por 100.000 habitantes a 14 días. A final de semana, se unirán bastantes más. Si hoy han leído "buenos datos, baja la incidencia acumulada", que sepan que es solo porque entra un nuevo viernes festivo en la serie por un laborable.
De hecho, ya se pueden apreciar aumentos de hospitalizaciones que nos preocupan y que deberían ir a más salvo que haya un cambio en la dinámica de casi un año de la enfermedad. En Madrid, por ejemplo, del 7 al 13 de diciembre hubo 817 hospitalizaciones; la siguiente, 1.160; del 21 al 27, se mantuvo en 1.159 pero esta última semana se ha disparado a 1.491, es decir, un 28,64% más.
Teniendo en cuenta que el número de casos semanales ha crecido un 61,53% pese a que no están consolidados los últimos datos, la perspectiva para la semana que viene es terrible.
No solo va la cosa mal en Madrid. En toda España, se han registrado 1.380 ingresos, cifra muy alta para un lunes. De hecho, hace siete días, en circunstancias similares al venir también de un puente de tres días más Nochebuena, tuvimos 1.135. De 12.172 hospitalizados hemos pasado en una semana a 13.458, un aumento del 10,56% que se aprecia especialmente en Cataluña, Castilla La Mancha, Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana, Extremadura y Galicia.
La dejadez se aprecia incluso en la aplicación de las famosas vacunas. Sabemos que, yendo a toda velocidad, sería muy complicado impedir un alto número de fallecidos en enero y febrero, en torno a los 15.000 a poco que se enrede la cosa.
Ahora bien, no estamos yendo a toda velocidad, y si pretendemos ir cogiendo ritmo más adelante, nos vamos a encontrar con centros de salud y hospitales hasta arriba, con su personal incluido, metidos de lleno en el achique de agua procedente de la tercera ola.
No parece racional que, sabiendo desde abril que tarde o temprano habría una vacuna, hayamos llegado a 2021 sin una organización como tal. Los fines de semana no se vacuna en algunas comunidades porque no hay estructura para ello. Nadie perdió el tiempo necesario para prepararla. Como casi siempre, Asturias, con el 80% de sus vacunas ya administradas, es una honrosa excepción. Cuántas muertes va a costar esta imprevisión constante de todas las administraciones, aún no lo sabemos, pero no serán pocas.
En definitiva, los datos aún son poco fiables, están sujetos a demasiadas fluctuaciones por los atrasos en comunicación y las posteriores acumulaciones. Es probable que hasta el día 15 de enero no sepamos con exactitud cómo están las cosas en nuestro país, lo que dificulta aún más mandar un mensaje de alerta.
Esto, por otro lado, no es exclusivo de España sino que pasa prácticamente en todo el mundo. Cataluña y Madrid pronto llegarán a una incidencia de 500, uniéndose a Extremadura y Baleares. Veremos si la tercera ola se queda ahí o anega al resto del país. Bueno sería que, por una vez, las comunidades con menor incidencia hoy, hicieran sus deberes a tiempo y no nos choquemos una y otra vez contra el mismo muro.
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