Por rotación entre los diferentes cuerpos de las Fuerzas Armadas, el año pasado tocaba que Margarita Robles designara a un miembro del Ejército del Aire como nuevo Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD). El veterano y reputado general Miguel Ángel Villarroya había pasado los últimos años trabajando estrechamente junto a ella en la dirección del Gabinete Técnico de la ministra de Defensa. Era un hombre de su más estrecha confianza, figuraba en las quinielas y gustaba su perfil. Cuando se lo propusieron aceptó el cometido sin dudarlo.
Ahora, tras conocerse que tanto él como otros mandos del Estado Mayor de la Defensa recibieron la primera dosis de la vacuna contra la Covid-19, ha decidido presentar su dimisión. En plena ola de indigación por la prematura e irregular vacunación de políticos de PSOE y PP, desde alcaldes a consejeros autonómicos, saltó la noticia del JEMAD, que la ministra de Defensa, Margarita Robles, conoció a través de los medios de comunicación.
El orden de vacunación contra el coronavirus en las Fuerzas Armadas era gestionado y dirigido directamente desde la Subsecretaría de Defensa. En ese orden se priorizaba al personal de las esferas sanitarias de los ejércitos y a los soldados presentes en misiones internacionales, así como sus mandos. Mientras tanto, el Estado Mayor de la Defensa (EMAD) contaba con una partida de dosis para inmunizar a la cúpula militar siguiendo ese mismo protocolo.
Quienes estuvieron al tanto de aquella decisión explican que lo que más valoró la ministra a la hora de escogerlo por encima de otros aspirantes era su capacidad para mantener intacto uno de los principios que sostienen a las Fuerzas Armadas: la neutralidad política y el máximo desempeño en la labor encomendada. Dicen en su entorno que desde que asumió el cargo, uno de sus principales ejes de trabajo ha sido que las Fuerzas Armadas "se acerquen al resto de los ciudadanos y sean mejor comprendidas".
9.800 horas de vuelo
El general Villarroya nació en La Galera (Tarragona) el 15 de mayo de 1957. Está casado y tiene dos hijos, tres nietos y una impecable hoja de 45 años de servicio militar en las Fuerzas Armadas. Abandonó la Academia General del Aire para ser destinado al Ala 31 en abril de 1981. Había pasado ya por el Grupo de Escuelas de Matacán. Solo tardó ocho años en llegar a comandante, y quince en ascender a teniente coronel.
Veterano de escenarios como Kuwait, Ruanda o los Balcanes, poseía hasta ahora un expediente en el que se destacan 9.800 horas de vuelo, la mayoría de ellas a bordo del avión de transporte T-10. Ocupó también el cargo de jefe del mando aéreo en Canarias y del 45 Grupo del Ejército del Aire.
El reputado mando cuenta en su haber con un largo historial de medallas y condecoraciones entre las que destacan la Gran Cruz, Encomienda, Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico, la Gran Cruz del Mérito de la Guardia Civil o la Medalla de la Otan.
Al general le precede también la reputación de ser considerado un gran experto en cuestiones de Inteligencia. Ello se debe a los años en los que trabajó como analista destinado en la Célula de Inteligencia para las Operaciones en los Balcanes del Cuartel General de Airsouth, en Nápoles (Italia).
Después de su paso como Jefe de la Secretaría General del Estado Mayor del Aire fue nombrado Director Adjunto del Grupo Aéreo Europeo (High Wycombe, Reino Unido), cargo que desempeñó entre Abril de 2012 y Mayo de 2014. Desde Julio de 2014 hasta Julio de 2015 fue Jefe de la Secretaría General del Estado Mayor del Aire. Desde mayo de 2015 hasta abril del 2017 fue Jefe del Mando Aéreo de Canarias.
La lucha contra la pandemia
El pasado mes de febrero, el general, poco después de ser nombrado como Jefe del Estado Mayor de la Defensa, comenzó a advertir los primeros y lejanos ecos de un virus que emergía en China y que se propagaba con gran velocidad por el continente asiático. En varias semanas el coronavirus había logrado infiltrarse en el viejo continente y para mediados de febrero se expandía sin control.
A mediados de marzo se decretó el Estado de Alarma y entonces las Fuerzas Armadas comenzaron a salir a la calle. Los muertos se contaban por miles. Las residencias se transformaron en funerarias. El coronavirus se cebó en esos lugares más que en ningún sitio. Hubo que habilitar centenares de camas UCI, abrir morgues, desinfectar edificios. Las funerarias estaban saturadas.
Villarroya tomó entonces las riendas y de la mano del Estado Mayor activó entonces la Operación Balmis, bautizada con el nombre del médico español Francisco Javier Balmis, doctor en Medicina, cirujano honorario de cámara del rey Carlos IV, cuya empresa hace doscientos años para llevar la vacuna de la viruela a todos los rincones del Imperio español todavía es hoy recordada.
Durante 98 días, las Fuerzas Armadas se activaron en la que ha sido la mayor movilización militar en España de la historia. Los ejércitos salieron a la calle a lo largo y ancho de la geografía española para frenar la pandemia. 20.002 intervenciones, 11.061 desinfecciones, 5.301 actuaciones en residencias, otras 3.477 en hospitales o centros de salud y 1.340 en centros sociales de todo el país.
La Operación Balmis se prolongó durante algo más de tres meses, mientras estuvo vigente el decreto del estado de alarma. Durante todas esas semanas, Villarroya fue uno de los integrantes del Comité de Gestión Técnica del Coronavirus. En ellas actualizaba día a día las misiones de los militares en todo el territorio.
"Todos los días son lunes"
Entre las anécdotas de aquellos días queda para la memoria la célebre arenga que lanzó en una de las ruedas de prensa que ofrecían diariamente tanto él como los máximos responsables de la lucha contra la Covid-19. "No hay fines de semana en la guerra, todos los días son lunes".
Afrontada y superada la primera oleada de combate contra el virus, el JEMAD y sus hombres en el ministerio activaron los engranajes de la Misión Baluarte. En ella los miembros de los ejércitos comenzaron a operar como rastreadores. La lucha contra el virus, que aupó los estándares de popularidad de las Fuerzas Armadas, quedarán como su último cometido al frente de las Fuerzas Armadas.
En su carta de despedida tras la polémica de su vacunación, Villarroya dice que "ha tomado recientemente decisiones que considera acertadas". Que "nunca han pretendido aprovecharse de privilegios no justificables". Y que pese a ello, cree que esas decisiones "están deteriorando la imagen pública de las FAS", y poniendo en duda su honradez.