La política española lleva años sujeta a profundos vaivenes, convulsiones y cambios profundos. Tanto que para hablar de lo que ocurrido hace apenas dos años conviene hacer un repaso somero del contexto del momento.
Situémonos en enero de 2019. Pablo Casado no lleva ni un año como presidente del PP, tiene por delante un año con una triple cita con las urnas, las autonómicas, municipales y europeas de mayo (luego se añadirían dos elecciones generales tras adelantar Pedro Sánchez su convocatoria y tener que repetirse en noviembre al no haber acuerdo con Podemos) y debe elegir a dos candidatos para el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.
En el primer caso, y aunque hay otras opciones, se decanta por el hombre que ya ejercía como líder de la oposición a Manuela Carmena, un tal José Luis Martínez-Almeida. En el segundo caso la cuestión es más compleja.
El Gobierno del PP en la Puerta del Sol ha quedado gravemente tocado tras la dimisión casi un año antes de Cristina Cifuentes, que abandona la presidencia tras el escándalo de su Master. La sustituye Ángel Garrido, que suena entre los posibles designados junto a otros dirigentes con trayectoria e imagen pública como Cayetana Álvarez de Toledo, la exministra Isabel García Tejerina, Javier Maroto o Adolfo Suárez Illana.
Casado da la campanada y opta por Isabel Díaz Ayuso, una perfecta desconocida para la opinión pública e, incluso, para la publicada. Pero no para el líder popular, que la conoce muy bien desde que coincidieron en Nuevas Generaciones, la organización juvenil del partido. La lealtad y la admiración es recíproca.
Ayuso, una casadista
Cualquiera que hubiera hablado largo y tendido con la diputada Ayuso años atrás sabe de su veneración por "Pablo", como se refiere siempre al que por entonces es el vicesecretario de comunicación del partido. Nada que ver con lo que dice en privado de otros importantes dirigentes populares, algunos con grandes responsabilidades en el Gobierno de Mariano Rajoy, de los que no tiene la misma opinión.
Cautro meses después, en mayo, Casado respira aliviado cogiendo de la mano a quienes, acuerdo de coalición con Ciudadanos y negociación de un pacto de investidura con Vox mediante, serán los próximos presidenta y alcalde de Madrid, sus apuestas. Ha salvado un importante 'match point' después de cosechar en abril el peor resultado de la historia del PP, con apenas 66 escaños y superando en tan solo doscientos mil votos a Ciudadanos, que en esa ocasión acaricia el sorpasso.
Atrás han quedado los menosprecios y las invectivas contra Ayuso, que ya antes de pisar la Puerta del Sol se convierte en el blanco de todas las críticas. Se la considera "tonta", "menor" o "incompetente" desde muchos sectores de la izquierda, se manifieste o no de manera tan explícita.
La candidata pisa charcos como cuando propone que los "concebidos no nacidos" sean considerados "miembros de la unidad familiar"; o como cuando habla de "atascos a las tres de la mañana" como parte de la identidad madrileña. Su llegada al Gobierno no cambiará las cosas en cuanto al enconamiento de su relación con la oposición de izquierdas, como tampoco lo hará la pandemia. Pero tampoco con su socio de Gobierno, Ciudadanos, y con su vicepresidente Ignacio Aguado tiene buena relación.
Llega MAR
El estilo Ayuso comienza a ser una marca de la casa, que se acentúa cuando a principios de 2020 nombra a su viejo amigo Miguel Ángel Rodríguez, conocido como MAR, como su jefe de gabinete. El que fuera sombra de José María Aznar durante muchos años y su primer secretario de Estado de comunicación se convierte en una pieza clave para cimentar su liderazgo.
Ayuso termina metiéndose a una importante mayoría de madrileños en el bolsillo, y con esa fortaleza convoca las elecciones de manera inesperada el pasado 10 de marzo, alegando que Ciudadanos, en línea con lo que acababa de hacer en Murcia, iba a presentar una moción de censura en su contra de la mano del PSOE.
Ahora los sondeos revelan que en las elecciones de este martes, y en el peor de los casos, superará ampliamente el 30% de los votos, habiendo recuperado muy buena parte de los madrileños que pasaron a votar a Ciudadanos (el partido naranja obtuvo el 20% de los votos en 2019) o a Vox.
A la vista de esos números, Casado aparece reforzado por la más arriesgada de sus decisiones. Aun cuando le pueda provocar quebraderos de cabeza futuros, como la batalla que se avecina por la presidencia del PP de Madrid entre Almeida y la propia Ayuso. Pero ese será otro capítulo.
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