Nada tiene que ver el calor asfixiante y pegajoso del pasado verano en el aeropuerto de Kabul (Afganistán) con el frío invernal y los cero grados que estos días congelan Kiev, la capital de Ucrania, nada más caer la noche. Hay, eso sí, un factor que equipara la olla a presión en que se convirtió el remoto aeródromo sitiado por los talibanes con la mayor ciudad de Europa del Este (3 millones de habitantes), acosada por los misiles del Ejército ruso: la tensión y el riesgo.
Nueve de los miembros del Grupo Especial de Operaciones (GEO) están en Ucrania del mismo modo que estuvieron en Afganistán. Les comanda, como en entonces, un agente de policía al que siempre han recurrido en los momentos más complicados: el inspector Pelayo Gayol. Él es el encargado de dirigir a esta reducida unidad dedicada a operaciones especiales.
Partieron hacia Kiev el pasado 15 de febrero. Su cometido era a priori similar al que desempeñaron en Kabul, solo que en un escenario muy diferente. Llegaban para reforzar la seguridad de la embajada española en Kiev.
Debido a la escalada de tensión, las amenazas y las provocaciones de Rusia en la frontera, el Ministerio del Interior buscó anticiparse a lo que pudiera ocurrir en las semanas siguientes. No se equivocaba.
En aquellas jornadas de calma tensa se especulaba todavía con que Vladímir Putin no sería capaz de lanzar sus tropas contra la frontera de Ucrania, que es lo que finalmente ha sucedido. Una invasión por tierra, mar y aire, con misiles, helicópteros, carros de combate y ciberataques de gran magnitud. Un ataque a todos los niveles.
Los GEO, entre tanto, dedicaron los días de espera hasta la invasión a reforzar el equipo de seguridad de con que contaba la embajada. A realizar labores de patrullaje y a ejercer de escoltas de la embajadora, Silvia Cortés, proporcionándole seguridad en los trayectos y en el edificio diplomático.
Sin miedo pero con cautela, siempre expectantes a las novedades, Pelayo y los suyos aplicaron una máxima que suele él transmitir en ocasiones a los suyos: "El respeto siempre es buen consejero".
Momentos más complicados
El inspector Pelayo lleva 23 años en el GEO. Domina todos los registros. Según figura en el BOE, cuando en 2015 ascendió a la categoría de inspector, lo hizo el primero de su promoción. Sacó un 9,48. La segunda nota era un 7,6.
De manera oficial, es jefe del Grupo 20 y jefe de Especialidad de Buceo del GEO de la Policía Nacional. También es uno de los instructores del curso de acceso a ese grupo de élite, a los que Amazon Prime dedicó hace unos meses un impactante documental en el que desempeñó un papel fundamental como conductor. Pero para quienes le conocen es mucho más que eso.
Pelayo Gayol ha visto de todo. Estuvo en el País Vasco, en el servicio de Información de la Policía Nacional en San Sebastián, en los años duros contra la banda terrorista ETA. En 2004 fue uno de los GEO que rodearon el piso de Leganés en el que se atrincheraron siete de los yihadistas que perpetraron los atentados del 11-M.
Allí, uno de sus compañeros, el subinspector Francisco Javier Torronteras, falleció a causa de la explosión con la que les recibieron los terroristas. El propio Pelayo tardó 224 días en curarse por completo de las secuelas que le dejó la bomba.
En su carrera se ha enfrentado a los peores desafíos. Ha tenido que lidiar con etarras, yihadistas, narcotraficantes, asesinos... y ha vivido toda clase de situaciones límite como la de Kabul o ahora la de Ucrania. En 2007, fue uno de los agentes destinados en Kinsasa, capital de la República Democrática del Congo, cuando dos facciones armadas en plena lucha por el poder causaron más de 60 muertos.
Los miembros del GEO fueron los encargados de evacuar la embajada después de que el edificio recibiera el impacto de un obús y resistiera tras cinco horas de tiroteos en plena contienda. Siempre ha vuelto para contarlo.
La evacuación de Ucrania
Todo lo que aprendió hace casi 25 años a su llegada al GEO, el lado más duro, salvaje y exigente de la labor policial, los entrenamientos extremos, las expediciones al límite, los asaltos de riesgo, es lo que le ha convertido en uno de los espartanos que integran ese grupo selecto de la Policía Nacional.
El lunes, dos días antes del ataque, los GEO todavía veían tranquila la ciudad. Mientras tanto, las cosas se iban caldeando en el lado ruso, al este de la capital. "La frontera está caliente, pero de momento todo normal", señalan fuentes próximas a la unidad al frente del operativo. La realidad es que ya se estaban preparando para lo peor.
A primera hora del jueves, con la irrupción de los rusos en la región del Donbás y a través de Bielorrusia todo se precipitó. En un solo día, según datos oficiales del gobierno de Ucrania, los rusos mataron a 137 personas. Los GEO ya tenían preparados los siguientes pasos para sacar de allí a los 350 ciudadanos españoles presentes en el territorio. Pelayo y los suyos activaban la "operación Prusia" y se ponían manos a la obra.
Desalojaron la embajada y contactaron con todos los españoles para alertarles de que era la hora de marcharse. El jueves, acompañando a un primer convoy de transporte, lograron sacar a 100 personas del país. El ritmo ya no paró, y el viernes por la mañana, cuando las tropas de Vladímir Putin ya se asomaban a la capital, otros dos viajes hacia la frontera de Ucrania logró evacuar a otro nutrido contingente.
El objetivo era trasladar a 350 personas sanas y salvas, entre ellas la embajadora. El Ministerio del Interior envió entonces refuerzos con otra unidad de los GEO a la frontera para dar cobertura a los convoyes que iban saliendo del país.
Todavía queda en el país un centenar compatriotas a los que se les ha ofrecido salir. Dado que la mayoría tienen doble nacionalidad y están muy enraizados en Ucrania, han preferido quedarse.
Uno de los compañeros del inspector Pelayo retiró, como último y simbólico acto, la bandera española de la puerta de la embajada, la segunda que España abandona en menos de un año ante un conflicto de magnitud internacional.
Dicen los compañeros de la unidad GEO comandada por Pelayo que en esta ocasión, una parte de la ayuda se la han proporcionado las hermanas dominicas de Kiev. Pelayo las define con tres palabras muy claras: "Son verdaderas heroínas".
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