El 12 de octubre (todos los días deberían ser Fiesta Nacional), Pablo Iglesias se sorprendió al leer en EL ESPAÑOL una tribuna de Ricardo Romero (Nega), vocalista y productor de su grupo de rap de cabecera Los Chikos del Maíz.
Poco después debió leer el artículo y entresacó una frase para tuitearlo por segunda vez. Beyoncé no tocará para Podemos. Una menos.
La guerra cultural en la izquierda, que este periódico aborda con una sana libertad, es sólo una parte del debate identitario que se libra en el seno de Podemos. O al menos, esa es la sensación que se traslada de puertas afuera. De puertas adentro de Podemos, muchos tienen la sensación de asistir a una batalla de egos y pataletas infantiles entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.
Los debates que han agrietado la relación personal del secretario General y el secretario Político son los mismos que amenazan la estabilidad de una organización decisiva para entender el período histórico que vivimos. Recuerdo el día que Pepe Mejía, incansable luchador en la causa judicial de las víctimas del franquismo en España y Argentina, me citó en un bar cercano al Congreso de los Diputados para hablar de un proyecto político en ciernes con Luis Alegre. Entonces yo trabajaba en un agencia noticias internacional y la crisis económica apretaba por sexto año consecutivo. Era el invierno del 2014.
Alegre me explicó en el encuentro la idea de aquel grupo de 'locos' universitarios. Me habló de sus intentos fallidos por integrarse en Izquierda Unida y de la elección de Pablo Iglesias como cabeza de lista a las elecciones europeas. “Es alguien al que mi abuela podría votar, porque lo conoce de la televisión”, dijo. Al final del café me reveló el nombre de la plataforma: Podemos. Y recordó el lema de Cuatro en aquella victoria de España en la Eurocopa del 2008.
El origen está en Lavapiés
La presentación de Podemos en sociedad en el Teatro del Barrio de Lavapiés en enero del 2014 es un día para recordar. Muchos de los debates que hoy desestabilizan Podemos están en los discursos de aquella puesta de largo. Más que los discursos, los que han cambiado (también físicamente) son los protagonistas que los pronunciaron. Más de 130 personas llenaron la sala y varios centenares se quedaron en la calle sin poder entrar. En aquel acto intervinieron Juan Carlos Monedero, Miguel Urbán, Teresa Rodríguez, Ana Castaño (marea blanca), Errejón e Iglesias.
Monedero dijo aquel día que Podemos “es alegría porque somos mayoría”. Errejón definió la candidatura como un “método” para ir de la gente a la política y no de la política a la gente. Iglesias pidió a Izquierda Unida, entonces en posición de fuerza, concurrir juntos a las elecciones.
Casi tres años después, Iglesias y Errejón libran una batalla para sustituir a Alegre en la dirección de Podemos Madrid. Las primarias de noviembre que miden a Rita Maestre, del sector errejoner (como llaman en Podemos a esta familia), y Ramón Espinar, del oficialismo pablista, pueden ser un punto de inflexión en el liderazgo todavía no cuestionado de Iglesias.
La lucha está siendo encarnizada, porque en realidad no es un choque de modelos. Es una guerra de poder o de formas de entender el poder. Iglesias proclama ahora una vuelta a los orígenes de Podemos. Un mensaje que señala de forma directa a Errejón como culpable del famoso giro a la socialdemocracia y la estrategia de suavizar el discurso para hacerlo más digerible en votos. Pero, ¿es realmente así?
Cuando el ala más dura critica “la sonrisa de un país”, el programa electoral en formato catálogo de Ikea o el logotipo del corazón como formas de dulcificar el mensaje del partido, se olvidan que Podemos fue “alegría” desde su nacimiento.
En un magnífico análisis del profesor de la Universidad de Navarra Francesc Pujol La casta en el discurso de Podemos. Precursores, desarrollo y extinción, se observa como la referencia a la casta ha desaparecido casi por completo de las cuentas de Twitter del partido y sus principales líderes. Iglesias y Errejón han recorrido juntos ese camino.
En el documental de Fernando León de Aranoa, Tania Sánchez (que hace tándem errejoner con Maestre en Madrid) da la bienvenida al nuevo mundo de Iglesias. "Ya tienes un sofá, Pablo", le dice cuando estrena su nuevo despacho en la sede del partido. La casta ha dejado paso a otras palabras del imaginario podemita, como patria.
Círculos zombie
Y la gente. ¿Qué fue de la gente? El heterogéneo universo de votantes que se entregaron al discurso de cambio y ruptura que catapultó a Podemos en las urnas están enredados en las mismas peleas que sus líderes. “En los círculos están más preocupados por ver quién es el enlace con la dirección autonómica de turno que en los debates de fondo”, dice una alta dirigente del partido.
En Podemos estiman que ahora mismo hay entre 12.000 y 15.000 militantes plenamente activos, de los que se dejan la piel día a día por el partido. Después de las europeas del 2014, Podemos hablaba de 100.000 personas inscritas y 800 círculos. El mayor síntoma de desmovilización es que la pestaña 'Círculos' en la web de Podemos está vacía. El pasado agosto se inició un proceso de verificación para elaborar un listado de círculos activos y eliminar los llamados círculos zombies.
Iglesias y Errejón comparten ideas políticas teóricas pero difieren en las prácticas. Hay un debate de fondo sobre cómo gestionar los acuerdos con las confluencias y si mantener o no la alianza con Izquierda Unida. También sobre cómo relacionarse con otras fuerzas políticas, especialmente el PSOE.
Gente como Maestre se ha acostumbrado a trabajar todos los días con sus adversarios socialistas y otros enemigos internos para sacar adelante el Ayuntamiento de Madrid. Errejón hace lo mismo, a otro nivel, como portavoz de su grupo parlamentario en el Congreso. Su objetivo es sosegar la revolución. El de Iglesias, mantener prendida la llama.
En el mitin de cierre de campaña de las elecciones del 26 de junio en Madrid Río, Errejón tendió la mano a los votantes del Partido Popular en su intervención. A ellos también les pedía el voto. Los 15.000 asistentes al mitin, que no paraban de jalear a los héroes de la gente normal, se quedaron de repente mudos. Algún periodista pensó que iban a abuchear a Errejón.
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