Los flecos del parón político en España apenas afectan ya a Felipe VI: este lunes tiene que rubricar en Zarzuela el nombramiento del nuevo Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, que jura o promete el cargo que le ha dado el pasado viernes el Gobierno. Pero una hora después, por fin, el rey vuela a Portugal y deja atrás el recuerdo de las cuatro últimas visitas proyectadas- Arabia Saudí, Londres, Japón y Corea del Sur- y cancelados in extremis debido a la interinidad del Gobierno. En total, año y medio en dique seco.
Sus dos únicos viajes de Estado- el top de la acción diplomática de un país- tuvieron lugar en Francia y a México en junio de 2015. Este tipo de visitas requiere de la presencia de la reina consorte incluso cuando, como es el caso de Portugal, no existe la figura de primera dama. El presidente Marcelo Rebelo de Sousa, un carismático profesor y periodista de 67 años, lleva más de 30 años de novio con una antigua alumna, Rita Amaral, con la que no ha convivido nunca. En tres días de visita real, hay un solo momento- este lunes a mediodía a la llegada en la Cámara Municipal de Oporto- en el que la reina Letizia requiere de programa paralelo: durante la hora que dura el encuentro oficial entre el rey y las delegaciones con el presidente Rebelo la consorte española se reúne con la Liga Portuguesa contra el Cáncer.
En el siglo XXI, este tipo de viajes originarios de los estados del Renacimiento italiano y rebosantes de protocolo y solemnidad, se identifican sobre todo con las las monarquías europeas. En algunos casos, como la reciente gira canadiense de los duques de Cambridge, se alarga hasta una semana. “Es lo más parecido a un chute vitamínico para las relaciones bilaterales”, resumen desde Exteriores en referencia a un acontecimiento en el que no se vislumbran aristas diplomáticas, apenas la preocupación que existe en Portugal por la seguridad de la central nuclear de Almaraz.
BLOQUE DE LA IZQUIERDA
Con Felipe VI acude el nuevo ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, que se ocupa de la micropolítica- el roaming entre ambos países, el peaje de las autopistas, la repatriación de los fallecidos en accidentes de tráfico- mientras los reyes protagonizan gestos ampulosos como las cenas oficiales, una de ellas en el histórico Guimaraes, la autoproclamada cuna de Portugal. Será allí, en el pazo de los duques de Braganza, donde llegará la hora de los trajes, las tiaras y los brindis, quintaesencia de estos visitas organizadas al milímetro por la diplomacia de ambos países.
La guinda política del viaje tendrá lugar este miércoles en la Asamblea portuguesa en Lisboa. Allí pronunciará Felipe VI el principal de los seis discursos previstos. El Parlamento portugués, un país que abandonó la monarquía en 1910, ha cambiado en los últimos tiempos: el año pasado, el socialista Antonio Costa, construyó una mayoría de izquierda que lo convirtió en primer ministro.
Gracias al Bloque de Izquierda (hermanado con Podemos y Syriza en la Unión Europea), al Partido Comunista de Portugal (PCP) y al ecologista Los Verdes, Costa logró echar del poder a los conservadores de Passos Coelho. En ese espejo- la llamada coalición de perdedores porque la derecha obtuvo la mayoría de los votos- se miraron en España el socialista Pedro Sánchez y el líder de Podemos Pablo Iglesias, cuyo alter ego en Portugal sería Catarina Martins, cabeza visible del Bloque de Izquierda.
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