El frío y la amenaza de lluvia no fue suficiente para evitar que un centenar de personas acudieran a la pequeña Praça do Municipio la tarde del martes para dar la bienvenida a los reyes a su llegada a Lisboa. Las ventanas y balcones del Ministerio de Defensa, el Tribunal de Justicia e incluso la sede de la Confederación General de Trabajadores Portugueses se llenaron de curiosos, ansiosos por ver a Felipe VI y a doña Letizia en la capital portuguesa.
Los monarcas fueron recibidos calurosamente por el alcalde de la ciudad, el socialista Fernando Medina, que acompañó al rey durante la revisión de la Guardia de Honor de Lisboa, última escala en su visita de Estado al país vecino. Una vez dentro del Ayuntamiento, la pareja real pasó al Salón Noble, donde el monarca recibió la llave de la ciudad de manos de Medina, que resaltó la importancia de una visita de Estado que reafirma “la amistad entre los dos pueblos, una realidad que define nuestra identidad”.
El alcalde alabó la figura del rey como “referente de estabilidad política y promotor de la imagen de España", a la vez que celebró la particular atención de Felipe VI a Portugal, país que visita por segunda vez este año, habiendo acudido a la ciudad en primavera para presenciar la investidura del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.
Juntos contra las fuerzas de desintegración
El discurso de Medina también tuvo su carga política, pues pidió la colaboración de Felipe VI ante “las fuerzas de desintegración, que refuerzan los nacionalismos y las asimetrías entre norte y sur”.
“Podemos y debemos caminar juntos en la reconstrucción del proyecto europeo a través de una agenda reformista que responde a las consecuencias de la crisis financiera, las desigualdades generadas por la moneda única, y la necesidad imperativa de salvar a los refugiados”.
Pese a su tamaño reducido y dificultades económicas, Portugal es uno de los países de la Unión Europea que más ha hecho a favor de los refugiados y ya acoge a más personas desplazadas que España. A nivel municipal el alcalde de Lisboa se ha mostrado particularmente involucrado con la causa de estas personas, y como Manuela Carmena en Madrid y Ada Colau en Barcelona, Medina ha colgado carteles declarando la capital lisboeta como sitio acogedor de las personas desplazadas. El día después de los comicios estadounidenses el alcalde pareció hacer una crítica indirecta a Donald Trump y su política contra los refugiados, engalanando la ciudad con carteles que afirmaban el papel de Lisboa como ciudad libre “donde se construyen puentes y no muros”.
Aunque no mencionó la moneda única o los nacionalismos, durante su discurso, el rey sí resaltó la hospitalidad de la capital lusa, mencionando cómo la ciudad se había mostrado acogedora de españoles necesitados, desde Miguel de Cervantes hasta la Familia Real, que vivió exiliada en Portugal durante gran parte del franquismo.
“Tengo el honor de reafirmar ante ustedes esta secular relación de proximidad y buena vecindad que tiene en esta ciudad un ejemplo tangible y permanente. Lo ha sido en tiempos difíciles para ambas naciones, y lo ha sido particularmente –y no quiero dejar de mencionar y agradecerlo– para mi familia”, declaraba el monarca, haciendo referencia a los años en los que su abuelo, don Juan, y el rey emérito vivieron en Estoril.
Tal y como hizo en Oporto, Felipe VI también reconoció la increíble transformación de la ciudad, que en la última década ha pasado de ser un puerto marítimo tranquilo a una metrópoli moderna. “Esta Lisboa repleta de historia y tradición […] se consolida como una gran capital europea, abierta y cosmopolita, sin perder ni su encanto, ni su personalidad”.
Concluidos los discursos, los reyes disfrutaron de un concierto de fado, con la voz de Cuca Roseta llenando la gran escalinata del Ayuntamiento. Esta noche los reyes acudirán al barroco Palacio das Necesidades, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores luso, donde serán los invitados de honor en una cena ofrecida por el primer ministro socialista António Costa y su Consejo de Ministros.