Vaqueros, corbatas excéntricas y zapatillas: Ciudadanos pinta Coslada de naranja
La estética 'sport', mayoritaria entre los 600 compromisarios.
4 febrero, 2017 13:32Noticias relacionadas
Ciudadanos ya se cocina en Madrid. 600 kilómetros de por medio, desde Hospitalet -en 2011 se celebró allí su anterior congreso- a Coslada. Quizá por eso aquello de las zapatillas de Rivera. El líder naranja las lleva desde hace meses y las ha puesto de moda en el partido. Incluso entre los socialdemócratas que quieren tumbar su giro liberal. Su gente de gabinete, también deportivas.
Es nueva política, americana con vaqueros. Pocos vestidos de gala. Puede que ninguno. Begoña Villacís, cabeza de Madrid, por supuesto que ha elegido vaqueros, aunque campanolos.
Tantos compromisarios como kilómetros
Alrededor de 600 compromisarios, casi tantos como los kilómetros recorridos desde Cataluña, se han reunido en el Nuevo Teatro de esta ciudad a 15 minutos de Madrid. Las banderas naranjas rompieron el cinturón rojo de Cataluña y ahora tiñen el de Madrid. O a eso aspiran.
Coslada huele a Ciudadanos desde el metro. Unas banderas blancas y naranjas marcan el camino hasta el teatro. Necesario. Al militante de Toledo le han hecho un favor. Y al resto, también. Han venido de toda España. Es una especie de cita a ciegas. En la puerta, presentaciones. Pocos se conocen, más allá de los miembros de la ejecutiva, los diputados y algunos concejales.
En la recepción, sobria y acristalada, descansan las cámaras de televisión. El congreso es a puerta cerrada. Tan a puerta cerrada que ha habido un rifirrafe entre periodistas y el equipo de comunicación del partido. "No nos dejan merodear y abordar a compromisarios", han dicho unos. "Ha sido un malentendido", se han defendido otros.
Mal día para los 'clásicos'
Por un pasillo pasa un tipo de corbata difícil de describir. Mezcla el lego y los colores chillones. Le apoya un hombre de americana tostada y príncipe de Gales, casi decimonona, y anteojos brillantes. Osado, más y cuando ha elegido zapatos y no deportivas, como marca la ejecutiva del partido. Xavier Pericay, vestido de corte clásico, llamaba la atención al lado del sportif Rivera cuando han entrado juntos al auditorio.
Un concejal de Lleida, que presume de ser miembro de Ciudadanos desde su fundación, resta importancia a la disputa entre liberales y socialdemócratas. "No somos críticos", alerta. Esa palabra que tanto erosiona a PSOE y Podemos. "Planteamos un debate, saldremos más fuertes". ¿Y si se abandona la socialdemocracia? ¿Usted se iría? "¡No! Debatir es bueno".
Esta última respuesta es casi una premisa. "No hay refundación ideológica". Rivera, como tantos otros miembros de su equipo, ha rechazado el "la discusión semántica".
El primer peldaño
Ciudadanos vende su congreso como el primer peldaño de una escalera que le lleve a gobernar Ayuntamientos y Comunidades. También España. "Miramos a 2019", ha dicho Rivera nada más subirse al escenario.
Una sonrisa que le agradece en bloque la delegación canaria. Muy pocos votos les dejaron fuera del parlamento regional, pero han ganado empaque con la presencia de Melisa Rodríguez y Patricia Reyes en el núcleo duro de Rivera. La primera lunares, la segunda vaqueros. "Estamos muy contentos, hemos venido por separado porque cada uno somos de una isla", dice uno de sus acompañantes. ¿Hay algún socialdemócrata? "No, no. Nosotros apoyamos la postura oficial del partido. Todos".
¿Pablo Iglesias?
También hay espacio para las encuestas y las firmas. Un hombre de coleta -el pelo rizado despeja el fantasma de Iglesias- carga las cajas con las papeletas verdes y rojas que alzan los compromisarios para expresar su voto. Al lado, tres personas reparten encuestas. "Es un experimento que hacemos en los congresos de varios partidos". La semana que viene intentarán entrar en las reuniones de PP y Podemos. "De momento, se nos resisten los partidos vascos", reseña.
Con la amanecida ya de resaca, varios jubilados apoyan los mofletes en la cristalera y escudriñan el interior. "Buenos días, ¿le gusta Ciudadanos?". El primero no contesta. Se va, como si se hubiera ofendido.
El segundo, chándal y anorak, está emocionado. "A mí me encanta Rivera. De verdad, están ahí en el centro, haciendo un gran trabajo. Con todo lo que hay en Cataluña... Son muy necesarios. Qué pena, me gustaría quedarme, estar un rato, pero tengo una comida familiar". No imagina que el acceso no es libre. Aunque lleva zapatillas. Quizá lo hubiera logrado.