El ruido de los flashes al bajar del coche. Catorce años como diputada del PP en la Asamblea de Madrid, pero nunca hasta ahora en el ojo del huracán. Isabel Redondo se apeó del taxi con la ayuda de una compañera de partido. La banda sonora de las cámaras marcó sus pasos hasta la puerta del parlamento. Eran pasitos cortos, lentos, prudentes. Casi siempre cogida del brazo. Embutida en un abrigo marrón, a pesar del sol. También bufanda. Su voto era estrictamente necesario para salvar los presupuestos de Cifuentes frente a las enmiendas a la totalidad de PSOE y Podemos.
Isabel llevaba dos meses sin acercarse a su lugar de trabajo. El 1 de febrero se sometió a una intervención rutinaria, de esas de chapa y pintura. Tres días más tarde, los cirujanos volvieron a operarla. Esta vez, peritonitis. Mucha fiebre. “Tanto ellos como yo temimos por mi vida, se me escapaba entre los dedos”. 32 días, “con sus 32 noches”, en el hospital. Cinco en la UVI, doce en una habitación de aislamiento. Todavía sigue de ingreso domiciliario, pero “la responsabilidad” y la ajustada aritmética de la Asamblea obligaron su presencia.
La complicada convocatoria de Cifuentes
La plantilla parlamentaria de Cristina Cifuentes cuenta con dos bajas de larga duración. Elena González-Moñux se declaró en rebeldía, denunció por acoso al portavoz de su partido y también llevaba meses sin acudir al pleno. Dos historias antagónicas, que se entrecruzaron a eso de las tres de la tarde. Isabel, arropada y abrazada por sus compañeros. Moñux entró sin avisar, no aplaudió el discurso de la consejera de Economía y se marchó intentando pasar desapercibida.
“Sabemos que Isabel vendrá, lo haría incluso en ambulancia”, dijeron sus compañeros un día antes. Y así fue. A la una se bajó del taxi y sembró la calma en el Ejecutivo del PP, que se supo vencedor en el combate con el bloque de izquierdas.
"No tengo nada de salvadora"
“No soy una heroína, no tengo nada de salvadora”, interrumpe Isabel al escuchar la pregunta. “Sé que ya no está de moda, pero muchos políticos se desvelan por las necesidades de los madrileños. Era un día muy importante. Había que estar, nada más”, relata en conversación con EL ESPAÑOL.
Se confiesa “machacada”, aunque “mucho mejor”, teniendo en cuenta de dónde viene. Isabel Redondo se levantó con la rutina que le selló la peritonitis: una cura de la herida. Acude al médico tres veces por semana. Conectada con su grupo para conocer el transcurso del debate, cogió el taxi a una hora “razonable”, que le permitiera “caminar despacio y sin agobios”. “Además, no tengo fondo físico para aguantar una sesión entera”.
"La herida no ha cicatrizado"
Cuando atravesó la cristalera que conecta con el interior del edificio, quedaban dos horas para la votación. Moñux todavía no había llegado, por lo que su presencia era fundamental. Antes de pasar al salón, charló un par de minutos con los periodistas: “Hubiera agradecido el voto telemático –todavía no ha habido consenso en la Asamblea para aprobarlo–. La recuperación está siendo complicada. Ya sabéis que mi herida no ha cicatrizado. Quiero agradecer una vez más su esfuerzo a los sanitarios de la Jiménez Díaz. Sin ellos, no estaría aquí”.
De vuelta a su escaño, se le hizo “un nudo en la garganta”. “Supongo que habrá mucha gente que no lo entienda… Son muchos años, muchas emociones. No es fingido, no hay postureo”.
"Los corros no son para mí"
Reconoce que es su primera vez en el punto de mira. “¡Y sin haberlo buscado! Siempre he visto las voceras y los corros para la presidenta y los consejeros”.
Tras pulsar el botón en contra de PSOE y Podemos, el PP respiró. Cristina Cifuentes la abrazó. “Me dio las gracias. Le dije que no hacía falta, pero ella insistió. Se interesó por mi salud, como ha venido haciendo desde el primer minuto. La creo. Ella pasó por algo parecido”.
De vez en cuando, al recordar los días de hospital, a Isabel se le rompe la voz. Quizá lo peor fueran las dos semanas en la habitación de aislamiento. Visitas restringidas, guantes, batas… “Cualquier cosa me podía contagiar, era muy peligroso porque tenía muy bajas las defensas”.
Toda una vida en el PP
Isabel Redondo (1962) es diputada del PP en la Comunidad de Madrid desde 2003. “Discreta y afable” –así la definen tanto sus compañeros como varios miembros de la oposición–, es la típica parlamentaria poco televisiva, que pasa desapercibida hasta que algo así la empuja a las portadas.
Licenciada en Filosofía y Letras, se doctoró en Historia para especializarse en la ciudad de Madrid. También ha centrado su trabajo en las excavaciones arqueológicas. Una vida en política: se afilió al PP en 1984, cuando tenía 22 años.
Su cuenta de Twitter está repleta de menciones a Tielmes, su pueblo, a orillas del río Tajuña, perteneciente a la Alcarria de Alcalá. También abundan en su timeline las fotografías del rey, las banderas de España y las alabanzas a los grandes deportistas del país: Rafa Nadal, Javier Fernández o los hermanos Gasol. En el PSOE, quizá por ello, la definen como “tradicional, de valores marcados”. En su tiempo libre, “sufre con el Atleti” y “disfruta de sus sobrinos”.
Así es Isabel, la salvadora de Cristina Cifuentes que evita definirse como tal. Ni quiso ni quiere protagonismo. “Ahora tampoco”.