Vox pide acabar con las Autonomías, ilegalizar a los independentistas y muros en las fronteras
Abascal regresa a su discurso más agresivo en Vistalegre afirmando que el objetivo del Gobierno del PSOE al exhumar a Franco es "derrocar a Felipe VI".
6 octubre, 2019 14:00Pretendía Vox reventar la plaza de Vistalegre y lo consiguió. Al menos, la reventó de emociones, elevando a categoría de mito a Santiago Abascal, sus raíces familiares -"mis hijos, mis padres... yo a mis padres se lo debo todo, y no puedo hablar más"-, su "amor por España" y su falta de "miedo".
Banderas de España al aire, ondeando en los 360 grados en el círculo de la plaza en la que hace exactamente un año el partido más a la derecha del arco parlamentario dijo "aquí estamos", entraron al coso Abascal, Ortega Smith, Espinosa de los Monteros... Y al grito de "¡no moleste, progre!" apareció en el escenario central el portavoz parlamentario, un poco descamisado, un poco de sport, un poco de domingo.
Pero lo que parecía una gala nocturna para enardecer a las masas más afines, se llenó también de propuestas políticas, en las que Vox recuperaba parte de sus esencias. Ese discurso agresivo con el que conquistaron 12 escaños en Andalucía, 24 en el Congreso y decenas de concejalías un mes después. El que les valió para apuntalar gobiernos autonómicos, a pesar de que su intención es acabar con ellos.
Fin del estado de las Autonomías, ilegalización de los partidos independentistas, muros en las fronteras... Y un líder, Abascal, que proclamado "próximo presidente de España" en el deseo de la concurrencia, advirtió de que el objetivo del Gobierno del PSOE al exhumar a Franco es "derrocar a Felipe VI".
El PSOE, de Franco al Rey
El discurso se resumía así, pero era mucho más elaborado. Tanto que Abascal lo iba consultando en sus hojas, desde el atril, para no perder ninguno de los eslabones que unían la cadena de argumentos: "Vemos estos días el debate falsario sobre el cadáver de un soldado, de un general muerto hace medio siglo", dijo, aludiendo a que la exhumación de los restos de Franco "sólo es una metáfora de cómo actúa la izquierda: presentan las cosas de una manera pero pretenden hacer exactamente la contraria".
Según Abascal, la ley de Memoria Histórica se elaboró "con la excusa comprensible de que hay que sacar de las cunetas a los desaparecidos para que sus familias les puedan dar sepultura", algo con lo que dijo cumulgar: "¿Y en eso quién no va a estar de acuerdo?". Pero en realidad, dijo, "la cosa concluye en que quieren desenterrar a un muerto contra la voluntad de su familia y prohibirle a la familia darle sepultura donde ella quiere".
Para el presidente de Vox, esto ya es enormemente grave, pero "lo que es peor es que pretenden hacer campaña electoral de ello, la más burda y lamentable que se ha hecho en la democracia, para enfrentar a los españoles". Porque según Abascal, el PSOE representa desde el poder "el totalitarismo más depravado, que no deja descansar ni a los muertos". Y lo hace usándolo como excusa para su objetivo final: "Destruir la reconciliación de los españoles, reescribir la Historia, deslegitimar la Monarquía... el objetivo es derrocar a Felipe VI y nosotros nos hemos dado cuenta de ello".
Los nuevos mandamientos
La épica de Abascal se aderezó con una enorme carraspera que le sobrevino cuando terminó su filípica contra el PSOE, "ese partido de 140 años de historia criminal y traidora". Y gritando a media voz bramó contra las nuevas reliciones "la hembrista o la climática" que "buscan adoctrinar a nuestros niños, y decirnos cuáles son los nuevos mandamientos: no tener hijo, no tener coche, no comer carne".
El líder de Vox admitía que no es científico, sino político, razón por la que no quería caer "ni en el negacionismo ni en el alarmismo", pero que por ese mismo motivo detectaba "algo preocupante, como con la Memoria Histórica": un mensaje aceptable que abre la puerta a un nuevo adoctrinamiento, "para obligarnos a pensar como ellos quieren, las multinacionales aliadas con la extrema izquierda, que usan niños pobres para su propaganda". Frente a todo eso, Abascal exhortó a los suyos: "Desconfiad".
Vuelta a las esencias
El partido más a la derecha del tablero político aprovechó el acto para recuperar sus señas, más acalladas en estos meses de actividad diaria en los Parlamentos: acabar con el estado de las Autonomías. Y para abrazar a los inmigrantes con papeles poniéndoselo más difícil a los irregulares. Jorge Buxadé, el cabeza de lista en las elecciones europeas de mayo, fue el encargado de hablar de contenidos, mientras todos los demás oradores se centraban en la épica:
"Por primera vez se ha escuchado una cosa que a mí me toca más la fibra, por primera vez se ha escuchado en el Congreso, se ha oído en España, al tratar de la reforma del sistema de financiación autonómica, que el problema no es cómo hacemos una financiación mejor de las autonomías, sino cómo acabamos con las autonomías, para recuperar para todos los españoles espacios de igualdad, de solidaridad y de entrega común al proyecto de España".
Después, fue Reyes Romero la que pidió "muros para defender nuestras fronteras" de la inmigración ilegal. "Porque si no nos sirven de fronteras, para qué las queremos". Buxadé había introducido el asunto de la soberanía un minuto antes hablando de una Unión Europea como institución caduca, decrépita, "en descomposición". Y se había rebelado contra los "oligarcas de Bruselas" que pretenden "desdibujar" los países que la componen. Por eso, ambos diputados, nacional ella y europeo él, levantaron la voz para defender "a las fuerzas de seguridad que defienden nuestras fronteras" y pidieron "al Ejército si hace falta".
Más tarde, Ignacio Garriga, catalán, mulato y diputado por Barcelona, proclamó un "¡Dios os bendiga y Dios bendiga a España!" al final de sus minutos de gloria entre ovaciones, reclamando la "ilegalización de todos los partidos independentistas". Macarena Olona, junto a él, definió la lucha de Vox contra "el totalitarismo progre" del "gran hermano que definió Orwell, aunque a la izquierda la ponga de los nervios que lo citemos nosotros". Olona reclamó la libertad de la disidencia, en un tono muy parecido al que había gastado antes Rocío Monasterio.
Entre gritos de "¡Puigdemont a prisión!", Iván Espinosa -que había llenado el centro de la plaza agradeciendo "las cosas que nos han pasado, que son muchas en muy poco tiempo", los 12.000 asistentes al acto, "los cientos de miles que nos siguen por internet" y los tres millones de votos de gente "a la que queremos dar voz, por eso nos llamamos Vox"- presentó a Javier Ortega Smith.
Y éste, enmarcado en las dos columnas del plus ultra que inspiraban la esencia del acto, rememoró que fueron ellos, "y no el Gobierno de Rajoy, que no hizo nada", los que llevaron a los "golpistas de Cataluña" al banquillo de los acusados. "Y ahora están unos en prisión, otros huidos, y todos esperando sentencia por su golpe de Estado". Espinosa recogió el testigo recordando que "nos han dicho que está mal defender España y a nuestras fuerzas de seguridad, ¡pero no está mal!".
La inmigración y la Guardia Civil
Y presumió de la política de inmigración de su partido, "la que defiende a los guardias civiles en las fronteras, para que no entren de manera ilegal, y la que defiende a los que tienen papeles para que tengan un futuro en España". Y señaló al llamado "negro de Vox", Betrand Ndongo, "porque cada vez más inmigrantes nos apoyan, y los que tienen nacionalidad nos votan".
De inmediato, salió su esposa a enardecer a las masas: "Las élites no soportaban que los españoles se levantaran a defender sus principios, éramos fachas, éramos xenófobos por defender a la Guardia Civil atacada en nuestras fronteras, éramos machistas por defender la igualdad entre hombres y mujeres, éramos islamófobos por pedir el cierre de las mezquitas salafistas, éramos centralistas por defender la igualdad entre todos los españoles, éramos populistas por señalar a los partidos que aumentan el gasto político...". Y se revolvió -"etiquetas, etiquetas"- para definir lo que es Vox en su opinión de lideresa y musa.
Monasterio, leyendo, desarrolló un discurso épico, como la música que acompañaba cada transición entre oradores. Presentó a Vox como un partido frentista: "Frente a la agenda política de género, climática... porque todos los partidos están arrodillados ante eso y los intereses de España, lo último". Y siguió en el tono de cruzada: "Frente a los de España depende; frente a los de España en marcha, que no sabemos si marchan a la izquierda o a la derecha; frente a los neocomunistas de Más País que sabemos lo que traen, más miseria, frente a esos, ¡España siempre! Aquí tenéis la voz".
Y jugando al reto, a la blasfemia frente a una religión imperante a la que quieren derrotar, culminó Monasterio su speech con desafío: "Seremos los herejes ante el buenismo imperante y ante la dictadura progre, no daremos ni un paso atrás".
La España obrera
El maestro de ceremonias, Espinosa de los Monteros, demostró otra de las contradicciones de Vox: se quejan de las etiquetas pero juegan con ellas mejor que nadie. Si Abascal era épico, glorioso, mesiánico en cada vídeo con los que el partido fue trufando la gala, su portavoz parlamentario fue presentando al "inmigrante de Vox", al "diputado obrero"... porque "la España que madruga, la trabajadora, está con nosotros". Y agradeció al PSOE la campaña de las elecciones andaluzas de diciembre de 2018: "¡Gracias PSOE, contigo empezó todo!", bramó jugando con otra etiqueta, ésta vez con esencias deportivas.
Jorge Buxadé, cabeza de lista en las Europeas, también se arrogó para Vox la defensa de la España obrera. "Tanta dictadura progre no va a bajar la factura de la luz al obrero que no llega a fin de mes, por eso hemos propuesto eliminar el impuesto a la electricidad, para bajar la factura a todos los españoles; y hemos pedido la supresión de las subvenciones a los partidos; y el fin de las autonomías".
"Las iglesias las incendiaron"
Antes de que Romero y Buxadé se explayaran en los asuntos soberanos, había intervendio el más famoso de los eurodiputados de Vox, el periodista Hermann Tertsch. Éste relató cómo hace un año era espectador y se emocionó viendo que allí "estaba pasando algo que nunca había pasado". Y ese algo, dijo, era "la verdad". Un concepto, en su opinión, necesario para "la concordia", porque sin ella no se puede construir nada: "Las iglesias no ardieron, las iglesias las quemaron". Y con ello arrancó enormes aplausos.
Los mismos que surgieron de las gradas cuando defendió la soberanía española de sus postulados en la Eurocámara: "Tampoco aceptaremos que a nuestros agricultores les ponga cuotas Greta", por la adolescente sueca Greta Thunberg, líder inspiradora de los movimientos juveniles contra el cambio climático desde hace meses.