Albert Rivera atribuyó a la "presión", la "repetición electoral" y las "fake news" haber "abierto la mano" a una negociación con Pedro Sánchez. Un año después de lo sucedido, presume de que su veto al PSOE fue lo que granjeó 57 escaños a Ciudadanos.
También añadió: "Veo todo lo que pasa y... ¡ay por Dios! Menos mal que dimití, porque si tengo que aguantar todo esto, tengo que ir escoltado... ¡pero frente a mis votantes!". La guinda a su intervención fue esta: "Uno puede ser flexible y laxo, tener cintura, pero tiene que tener dignidad. La dignidad, en la vida, cuando la pierdes, no se recupera".
La respuesta al completo -vertida durante la presentación de su libro en Zaragoza- inquietó a la actual dirección de Ciudadanos pero, según ha testado este periódico, lo que más escoció fue esa mención a la "dignidad".
Al constatar el revuelo generado en los medios de comunicación, Rivera corrió a desmentir su propio discurso. Aseguró, en su cuenta de Twitter, que su análisis nada tenía que ver con el rumbo elegido por Inés Arrimadas: "Nunca he pronunciado públicamente, hoy tampoco, ni una palabra sobre las decisiones que toma la actual cúpula de Cs". Tachó de "falso", entre otros, el titular de este periódico.
Hasta tres dirigentes que han trabajado estrechamente con Rivera -uno de ellos de acuerdo con su punto de vista- dicen a EL ESPAÑOL: "Está claro que se refería a lo que hace Ciudadanos ahora. Su mensaje es muy raro, como si se desmintiera a sí mismo".
Una de estas fuentes va mas allá: "Fue una respuesta improvisada en la parte final de la intervención. No pudo contenerse, dijo la verdad de lo que piensa y, cuando se dio cuenta de la que se había liado, corrió a desmentirlo".
El discurso de Rivera llega en un momento delicado para el partido. De ahí que fuera desmigado con minuciosidad por los miembros de la Ejecutiva. No obstante, de puertas hacia fuera, el mensaje del aparato es este: "Albert tiene muy buena relación con la actual dirección. Ya ha aclarado que no busca hacer daño".
El momento es "delicado" porque Rivera se postuló así pocos días después de que Arrimadas diera un giro a su estrategia y exigiera al Gobierno el mantenimiento del español como lengua vehicular para apoyar los Presupuestos.
Esa tardanza soliviantó a varios mandatarios del partido, pero la Ejecutiva del martes pasado -convocada ex profeso- sirvió para coser las disensiones y unir fuerzas de nuevo. Entonces, apareció Rivera. "Está claro que Inés y él representan modelos muy distintos", coinciden dos de los líderes de Cs consultados durante la elaboración de este artículo.
Los dos modelos
El modelo de Rivera sería la recuperación de ese veto inamovible a Sánchez, que el expresidente de Ciudadanos sostiene ahora en la profecía autocumplida: "Ya avisamos de que pactaría con la banda. Están todos. Bildu, ERC...". Insiste en que jamás existió la posibilidad de pactar con el PSOE.
El modelo de Arrimadas es sustancialmente distinto: ofrecer una "mano moderada" al presidente del Gobierno para que, en caso de que la rechace y acuerde con los separatistas, quede "desenmascarado".
"Lo de Albert y Sánchez se convirtió en algo personal. Era incapaz de hablar con él. Nosotros vamos a hacer ahora lo que él no logró. Vamos a desenmascarar a Pedro Sánchez. Si pacta con Bildu, será porque quiere. Jamás podrá decir que no tuvo otra opción", asevera un dirigente de Ciudadanos próximo a Arrimadas.
En el núcleo duro de la actual candidata, además, se muestran extrañados por el "momento" del discurso de Rivera: "¡Pero si precisamente hoy en el Congreso Inés le ha dicho a Sánchez que Bildu o nosotros!".
"Quien dejó el partido en diez escaños fue Rivera, no Inés. Debería respetarla más. No entendemos que hable de dignidad en esos términos", concluyen quienes se adscriben a ese "modelo Arrimadas".
Al otro lado de la balanza, rebaten: "Todo lo que estamos consiguiendo en materia de impuestos no es suficientemente importante como para blanquear a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias".