El conde de Romanones reunía tres condiciones indispensables para desatar la envidia: era rico, poderoso y tenía un palacio de veraneo en San Sebastián. Tan rico que Valle-Inclán lo mencionó como paradigma del millonario en sus Luces de bohemia. Tan aristócrata que Pablo Iglesias se olvidaría de Cayetana Álvarez de Toledo si lo tuviera enfrente en el Congreso. 

Ya en su tiempo, Álvaro Figueroa y Torres fue carne para el cañón de la ira de sus contrincantes. Y, en cierto modo, sigue siéndolo hoy para los historiadores de izquierdas y derechas. Sólo así se explica que un alcalde de Madrid, notable escritor y tres veces presidente del Gobierno no tuviera biografía publicada 70 años después de su muerte.

Ha puesto fin a la injusticia Guillermo Gortázar, doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y columnista de este periódico. El libro Romanones (Espasa, 2021) lleva por subtítulo La transición fallida a la democracia. Una frase con la que hace referencia al periodo 1923-1936.

El eslogan, en términos historiográficos, podría considerarse revolucionario. Porque no hace otra cosa que situar el origen de la actual crisis política en los últimos años de Alfonso XIII y en la Segunda República. Dicho de otro modo: Gortázar no ubica el ojo del huracán -como suele hacerse- en la Guerra Civil y el franquismo. Esto último -indica en entrevista con EL ESPAÑOL- "son consecuencias, y no causas".

"Ni los monárquicos reformistas supieron confeccionar un régimen democrático que incluyera a la izquierda ni los republicanos lograron instaurar un sistema que admitiera a la derecha", relata Gortázar.

El conde de Romanones retratado por López Mezquita. Cedida por el autor del libro

El fuego de la ambición

Antes de empezar, un poco de contexto: cuando nació Romanones (1863), el viaje en diligencia de Madrid a San Sebastián duraba 56 horas. Cuando murió (1950), existían los vuelos intercontinentales.

Familia numerosa, tierras, vasto patrimonio… El conde de Romanones podría haber sido un joven de chistera y carromato dedicado al hedonismo, pero desde muy joven sintió en sus entrañas el fuego del poder. Quería ser político y gobernar. 

Por eso se convirtió en un político profesional, lo que Javier Cercas llama un "político puro". Una categoría en la que podrían encuadrarse los recientes ejemplos de Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Pablo Casado o Adriana Lastra

Para desgracia del Parlamento, los políticos de hoy nacen y crecen en las juventudes de sus partidos. Las generalizaciones acarrean injusticias, pero el retrato robot es el de jóvenes poco lectores, con más ambición de poder que ideas; y con la gruesa obsesión de "vivir de la política".

"Es verdad que, en la Restauración, muchos políticos procedían de la aristocracia, pero también los había nacidos en las clases populares. Estos últimos se hacían a sí mismos en la universidad. La oratoria era una exigencia para destacar. En la tribuna, no se podía leer. Romanones tenía los pies en la tierra. Fue abogado, muy lector, con un doctorado en Italia. También administró su patrimonio y gestionó un importante negocio minero", aduce Gortázar, que fue diputado del Partido Popular en tiempo de Aznar.

El lamento de Pla

Al poco de proclamarse la República, Josep Pla publicó una crónica -incluida en el libro- sobre la talla de los políticos. Se lamentaba de que Romanones, Cánovas, Vázquez de Mella y Sagasta hubieran dejado paso a Azaña y compañía. ¡Menos mal que Pla no se ha pasado esta legislatura por la Carrera de San Jerónimo!

-Romanones jamás ocultó su afán de poder. Lo dejó incluso por escrito. Describe con detalle el lanzamiento de su carrera de alcalde de Madrid como plataforma para obtener un ministerio. A los de ahora también les quema esa ambición, pero socialmente está mal visto dejarla entrever.

-Quizá porque no tienen un proyecto ni seguridad en sí mismos. Romanones tenía ambas cosas y estaba orgulloso de defenderlas.

-Con su libro, pretende desmontar ese canon que venía dibujando a Romanones como un "cacique corrupto".

-Abonaron esa leyenda negra porque no pudieron con él. En la Restauración, Romanones maniobraba muy bien entre el favor del Rey y las intrigas de los partidos. Entonces, se le achacaba conseguir su influencia gracias a su posición política. Pero después, en la República, con las elecciones libres, volvió a ganar de calle en las urnas.

Gortázar reitera que su libro constituye una "biografía clásica", es decir; el relato pormenorizado del devenir de Romanones. Sin embargo, reconoce que las relaciones del político y su papel predominante en los quehaceres del gobierno hacen de su trabajo el "retrato de una época". Casi 700 páginas ilustradas con documentos y fotografías. Un trabajo iniciado en 1987 y al que ha dedicado varias décadas: bibliotecas, entrevistas, archivos…

Romanones, en el sillón de alcalde de Madrid. Cedida por el autor

La República

La de Romanones es una época esencial para comprender el presente. Entre 1833 y 1936, España padeció cuatro guerras civiles y numerosos golpes de Estado. En ese contexto, Álvaro Figueroa encarnó el liderazgo de las posturas liberales. Discípulo de Práxedes Mateo Sagasta, ya saben: el que se turnaba con Cánovas para gobernar. El famoso turnismo.

-Despreciado por la izquierda, pero también por la derecha.

-Fue un hombre muy querido por la gente, pero mal comprendido por las élites. La izquierda no lo soportaba por motivos políticos, pero la derecha tampoco. Se le atribuyó el papel de culpable en la pérdida del trono por parte de Alfonso XIII. Después, con el auge de las posturas antiliberales, ese repudio se acrecentó.

Romanones, como queda detallado en el libro, orquestó la reunión de Alfonso XIII con Niceto Alcalá-Zamora -presidente entrante de la República- que dio lugar al adiós de la monarquía. Ocurrió en casa de Gregorio Marañón. El conde fue el encargado de pactar una salida digna y, sobre todo, con garantías. La familia real no sufrió persecución alguna en su marcha.

No se trata -es importante resaltarlo- de una hagiografía. Gortázar recrimina a Romanones haber formado parte de ese grupo de políticos que no se atrevió a proponer a Alfonso XIII la reforma de la Constitución y la democratización de la monarquía. Cuando, en 1930, el monarca admitió ejercer un mero papel de moderador, "ya era demasiado tarde".

-La polarización de entonces tiene su eco en el presente. 

-Esa transición a la democracia que fracasó entre 1923 y 1936 prosperó en 1978. Ahí sí se logró un sistema inclusivo. Al cabo de cuarenta años, sorprendentemente, los nietos de los que perdieron la guerra han desenterrado el hacha. No respetan la decisión de sus abuelos, que apostaron por la paz pese a creer que no se les había hecho plena justicia.

-¿Incluye a Vox entre los cocineros del caldo guerracivilista?

-Vox es un movimiento reactivo a lo que mencionaba. Fruto de esa irresponsabilidad que inauguró Zapatero: la Memoria Histórica. Espero que todo esto amaine y regrese la cordura.

Guillermo Gortázar posa con su nuevo libro, la biografía de Romanones. Cedida por el autor

Casi fusilado

Basta mirar al periodo 1923-1936 para pensar: "No estamos tan mal". En aquella España daban golpes de Estado hasta los liberales. ¡Incluso Romanones! El conde conspiró y financió la "sanjuanada" de 1925, dirigida por el general Weyler y que pretendió derrocar la dictadura de Primo de Rivera "izando la bandera de la libertad".

"Se abrió la veda de los golpes, sí. Fue un periodo muy desdichado, pero si uno repara en lo sufrido por Alemania o Francia… ¡Dos guerras mundiales! Tendemos a pensar que lo de España fue muy desgraciado, pero no nos tocó lo peor", razona Gortázar.

Romanones sufrió en carne propia las consecuencias de una extremada polarización. En 1936, el golpe de Estado le pilló en San Sebastián, al principio zona republicana. Fueron a buscarle para darle el paseo, pero se había refugiado con su familia en el hotel María Cristina -muchos de los allí escondidos morirían en los enfrentamientos del 23 de julio-.

Gracias a la intercesión del embajador de Francia, se desplazó hasta Fuenterrabía, muy cerca de la frontera. Pero lo encontraron y lo encarcelaron. Entonces, intervino el gobierno del país vecino, con quien Romanones mantenía una muy buena relación. Así se gestó su huida y salvación.

Franquismo

¿Y durante el franquismo? ¿Qué papel jugó Romanones? Ni adhesión ni oposición, dice Gortázar en su libro. El conde, considerando que su tiempo había pasado, se dedicó a la literatura y a la vida familiar. No participó en ningún movimiento de resistencia al régimen, aunque poco a poco iría apoyando intelectualmente la restauración monárquica a través de don Juan -padre de Juan Carlos I-.

-Conde, rico y liberal… Lo tenía todo para fracasar.

-Eso forma parte de un pecado español muy extendido: la envidia. Hay gente que ostenta un título nobiliario. Para muchas familias esos títulos son como un apellido. Me parece bien que se haga uso de ellos. ¡Cómo no van a estar orgullosos de lo que han heredado! ¿Dónde está lo malo de tener un antepasado destacado? No tienes el mérito de ello, pero es natural y de bien nacidos reconocer a nuestros padres, abuelos, bisabuelos...

-¿Y lo de liberal?

-Es verdad que los partidos liberales, definidos como tales, han estado cuarenta años en el invernadero. El liberalismo es la defensa de la libertad y esa idea está distribuida en varios partidos: PP, Ciudadanos y Vox. Incluso las formaciones socialdemócratas. No es justo decir que el liberalismo carece de influencia política. Como decía Grossmann, la libertad está en la naturaleza humana. Es mucho más atractivo ser libre que siervo o esclavo.

Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones, murió en Madrid en 1950.

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