Pérez Henares: "Los que hoy se dicen antifascistas son antidemócratas y liberticidas"
El periodista y escritor denuncia la "dictadura cursi y ñoña" de la "progrecracia" en su último libro, 'Tiempo de hormigas'.
19 abril, 2021 02:55Noticias relacionadas
A sus 67 años, Antonio Pérez Henares (Guadalajara, 1953) mantiene indomable su espíritu aventurero. Si en 1968 se afilió al PCE para luchar contra el franquismo (siendo detenido en ocho ocasiones), hoy hace frente a la dictadura de la "progrecracia" y a la censura de lo políticamente correcto con igual determinación.
Su última aventura tiene forma de libro, Tiempo de hormigas (B de Bolsillo), y es un ataque frontal contra todos los cimientos del "neototalitarismo" progresista: el feminismo -al que tilda de "hembrismo"-, el periodismo servil, la manipulación de la historia de España o la ecología animalista. Todo un ejercicio de libertad.
El periodista y escritor, zorro curtido en mil tertulias, dejó los platós de televisión en marzo de 2020 porque se sentía censurado. "En el franquismo ya sabíamos que el enemigo era la censura, pero ahora parece que hay una censura buena", arguye. Todo lo que no le dejaron decir entonces lo desarrolla en esta parla con EL ESPAÑOL.
Usted abandona las tertulias televisivas por "coherencia y dignidad". ¿Cuál fue el detonante?
La última tertulia en la que yo participé fue el 5 de marzo de 2020. Yo intentaba decir lo que me llegaba del coronavirus. Una situación que ya estaba absolutamente disparada, pero había una presión tremenda para que se ocultara todo: había que hacer la manifestación del 8-M. Ahí salí con un tremendo malestar del plató.
Ha sido indigno lo que ha pasado, pero España tiene memoria de pez. A los españoles les estuvieron diciendo que no se preocuparan, que esto era menos que una gripe, y el señor Milá [Lorenzo] no ha pedido siquiera disculpas. Luego estuvo Fernando Simón animando a la gente a ir a la manifestación. Y para autorizar esa manifestación hubo que permitir más de 1.500 actos en toda España. Fuimos el aspersor del virus porque así lo quisieron.
¿Ha estado el periodismo a la altura para combatir los excesos del Gobierno durante la pandemia?
Yo no entiendo cómo la profesión periodística permite que el Gobierno esté ocultando 30.000 muertos que sabemos que están ahí. La primera pregunta que deberían hacer los periodistas todos los días al primer tipo del Gobierno con el que se crucen es por qué ocultan ustedes 30.000 muertos. ¡Y no se hace! Y lo peor es que acaba publicándose la cifra oficial, se acaba imponiendo.
Ante la contumacia de la mentira, el periodista debe ser pertinaz en la búsqueda de la verdad. Y no rendirse. Y la inmensa mayoría de los medios de comunicación masivos en España, las televisiones, fueron un altavoz de agitación, prensa y propaganda. Se ocultó la muerte. ¿Cómo va a estar concienciada la sociedad española si se escondieron los ataúdes?
¿Quién me llama facha? ¿Un niñato al que le he pagado todo, hasta la niñera, con mis 55 años de cotización? Manda cojones
¿Es difícil ser periodista en España sin comprar todo el marco mental del progresismo?
Yo sigo creyendo en el periodismo precisamente porque, en la adversidad, ha habido periodistas que han estado a la altura. La inquisición de la progrecracia te declara inmediatamente hereje. Estamos viviendo en una tiranía cursi, horrible, opresiva. Y si te sales de la parva, eres un fascista. Y ya son fascistas bastante más de la mitad de España.
Usted y yo, probablemente, también.
A mí me llaman fascista, pero me importa tres cojones. Yo fui un antifranquista de manual, hijo de obrero, he estudiado con becas, he trabajado en la vendimia de Francia. ¿Y quién me llama facha? ¿Un niñato al que yo le he pagado todo, hasta la niñera, con mis 55 años de cotización? Manda cojones.
Usted reivindica un periodismo "canalla".
Ha habido una involución en el periodismo y en la mentalidad del periodista muy jodida. Nosotros nos llamábamos a nosotros mismos La Canalla. Era mejor decirle a tu madre que tocabas el piano en un burdel a decirle que eras periodista. Era un tipo de periodismo donde al menos había códigos o principios verbalizados que a la hora de verdad emergían: información veraz, opinión libre…
Ahora se está involucionando. Ya no existe el periodista transversal. Y se confunde habitualmente la ecuanimidad con la equidistancia. Un periodista debe tratar de ser riguroso y ecuánime, pero no equidistante. Tú no puedes ser equidistante entre una víctima y un verdugo, entre un asesino de ETA y una víctima. Pero hay una parte que juega a eso.
Gran parte del gremio considera que los extremos sólo existen por la derecha.
La manifestación del otro día de tipos paseando a Stalin por la calle o reivindicando a la extrema izquierda más atroz... El padre de Pablo Iglesias para mí es un trastornado que se metió en un grupo terrorista y que puso en grave peligro nuestra batalla en los últimos años del franquismo y el principio de la democracia en la Transición.
¿Vivimos el peor momento para la libertad de expresión en España?
He conocido alguno peor. Yo viví la dictadura. Y nunca pensé que después de aquellos años tendría que hablar hoy de censura, pero hoy existe, aunque se da de otra manera. La otra era una censura brutal y directa; una dictadura con charreteras, botas y brazos en alto. Esta es una dictadura cursi, pero que te impone. Hay cosas de las que no se puede hablar. La sociedad española hoy es menos libre, menos amiga de sí misma, que en los años 80 y 90.
Usted vivió la transición desde el seno del PCE. ¿Qué siente cuando desde Unidas Podemos hablan de "Régimen del 78"?
Yo he tenido incidentes con los de Podemos por eso. Están acusando a todos los que luchamos entonces de ser algo así como cómplices y continuadores del franquismo. Y yo tengo amigos muertos y en la cárcel. Eso es un insulto a toda la gente que luchó por la democracia y por la libertad.
Pero lo peor es que en el 78 la sociedad española miró al futuro con una generosidad enorme, hizo suya la política de reconciliación nacional, en la que participó hasta el PCE. Eso se quedó ahí. La Constitución del 78 reconcilió a los españoles. Hoy, quienes quieren enfrentarlos, la denostan.
El Gobierno ha solicitado retomar las exhumaciones en el Valle de los Caídos.
Se quiere borrar la memoria de la Transición, de la reconciliación y del abrazo. Los españoles de derechas y de izquierdas podríamos ser amigos y jugar al mus. José Luis Rodríguez Zapatero es un personaje nefasto que se puso a sembrar el odio, volvió a abrir la espita del odio. Lo hizo por un vil y miserable cálculo electoral.
"Hay que crear tensión", le dijo a Gabilondo. Eso volvió a abrir odio y a desparramarlo. Y ante un odio, ha surgido el otro. Con todas estas gilipolleces de remover huesos en el Valle de los Caídos no han conseguido desenterrar a Franco, sino desenterrar al franquismo.
¿Qué papel ha jugado la Ley de Memoria Histórica en el actual clima de crispación y polarización?
Un papel esencial. Es la Ley de mentira histórica. Una memoria histórica no puede ser nunca ni troceada en el tiempo ni tuerta. Es lo que es, sólo mira en una dirección. Si hablas del asesinato, tendrás que hablar de unos asesinos y de otros. Tú no puedes enaltecer a carniceros de las checas.
Algunos están empeñados en que el odio vuelva a presidir la vida entre españoles. El odio por ideología política. Hay que ser miserable para pretender que la gente se odie con sus vecinos y sus familias. Este libro lo he escrito por eso. Lo que más me duele es que se haya sembrado el odio y el odio campe ahora a sus anchas. A un extremo siempre se responderá con otro. Esto me preocupa muchísimo.
Los de Podemos pintaron las estatuas de Junípero Serra, el defensor de los apaches, el tío que salvó las lenguas nativas
¿Tiene la izquierda una relación traumática con el pasado de España?
Sí. Simplemente odia ser española. En realidad, les quema en la boca la palabra España. Yo una vez conté a un dirigente político de la izquierda las veces que había dicho "este país" en un programa de televisión para no tener que decir España. 17 veces. Y yo no soy estepaisino, soy español. Y de una viejísima nación.
Y luego está la asunción acrítica de la leyenda negra por gran parte de la izquierda.
Miran a la Historia con anacronismos. El homo habilis puede ser juzgado muy duramente, era cazador. O Altamira puede ser juzgado como un poco machista. Se está juzgando toda la humanidad con los criterios de una banda actual de mentecatos e ignorantes. Y te dicen que la llegada a América fue un genocidio. Y la vuelta al mundo, dos. Estos ignaros no tienen ni idea. Hay civilizaciones terribles, pero que son impresionantes, como la azteca.
Hay una época histórica que salvan: la Segunda República.
¡Y manda narices! Para una persona de izquierdas, la Segunda República fue la mayor decepción. Fue tomada por elementos que ya no eran republicanos, sino que utilizaron la República para implantar los sóviets. Era lo que quería Largo Caballero. El que levantó la bandera en aquella mítica foto, que era teniente, fue fusilado por la República. La tragedia de la República es esa. Nos quieren poner eso como espejo.
Usted, que ha estado ligado a la izquierda toda su vida, ¿cómo contempla la deriva de esta ideología?
A la izquierda del 98 y del 27 no se le caía la palabra España de la boca. En el año 38, Antonio Machado pronunció el discurso de clausura de los intelectuales por la República, gente venida de todo el mundo. Y puso como gran ejemplo de la lucha que se ganaría en Jarama porque los herederos del Cid acabarían venciendo. El Cid al principio de la guerra era un mito republicano.
La Historia se comienza ignorando, luego uno pasa a avergonzarse de ella y se termina odiando. Produce repulsión. Los de Podemos pintaron las estatuas de San Junípero Serra, el gran defensor de los apaches, el tío que creó las misiones y que salvó las lenguas nativas. Tiene cojones. La izquierda antes no decía nunca "este país", amaba España.
¿Cuándo se perdió la izquierda?
Yo creo que se ha perdido en el momento en el que ha querido volver a la idea de confrontación y de las dos Españas, en la que una es buena y la otra es mala. En realidad, hay muchos descendientes de los unos en el bando de los otros y de los otros en el bando de los unos.
Decía José Antonio Marina el otro día que la situación política en España se retuerce cuando aparece Podemos. Entonces, la política deja de ser la búsqueda del acuerdo, del consenso, y pasa a la confrontación, la búsqueda del enemigo.
El Juan Bautista de esta película es Zapatero, pero los mesías son esos y en ese sentido, en el de lograr el elemento de confrontación. Tiene razón Marina. Estos pájaros han degenerado la ideología. Utilizan la ideología para buscar que las gentes se enfrenten.
¿A dónde nos conduce este enfrentamiento?
A una situación que me da miedo porque yo la viví de alguna manera. La gente que salió de la guerra, mis tíos abuelos, no querían hablar o cuando lo hacían, lo hacían con la idea de que jamás eso debía repetirse. Estos no han vivido esto.
¿De qué antifranquismo me hablan? Los que se dicen antifascistas son demócratas y liberticidas. Yo no les voy a llamar fascistas porque hay fascistas y estalinistas. La rama de Vallecas pertenece al segmento estalinista más atroz que se ha conocido. Stalin está perfectamente equiparado a Hitler, de la misma manera que Beria está equiparado a Goebbels.
No hay movimiento que a mí me produzca más admiración que el feminista: ha cambiado de verdad la historia del mundo
Usted sostiene que del feminismo hemos pasado al "hembrismo". ¿Cuándo se produce ese salto?
Ha sido algo reciente. No hay movimiento que a mí me produzca más admiración que el feminista, porque ha cambiado de verdad la historia del mundo. Desde el Neolítico hasta hace poco no se ha producido un intento real de equiparación, pero en menos de 200 años se ha avanzado de una manera tremenda en una tarea que estaba pendiente desde hace 6.000 años. El feminismo es igualdad y yo he estado ahí siempre.
Pero ahora hablan de discriminación positiva. La discriminación es discriminación, sin apellidos. Porque la discriminación positiva supone una discriminación negativa a otro. La criminalización del hombre no es feminismo. Irene Montero no es feminista, es una trastornada que confunde todo: género, especie y sexo. Yo por ser blanco, cazador y heterosexual no soy más, pero tampoco menos que nadie.
Están criminalizando a todo ser humano por el hecho de ser varón. Se nos extirpan los derechos humanos. El hombre ya no tiene credibilidad. Tiene más derechos un terrorista que alguien que puede ser acusado por tres anónimas que le acusan no se sabe de qué y ni siquiera por vías judiciales.
¿Puede ser que el feminismo tire tanto de la cuerda que surja un machismo ideológico y político estructurado?
Espero que no, pero siempre un extremo se opone a otro. Y creo que ya está empezando a surgir.
Usted dedica un capítulo del libro a "La Manada" de Pamplona. Ha habido muchas más de las que apenas conocemos detalles. ¿Por qué hubo interés en explotar mediáticamente ese caso?
Era un elemento ideológicamente interesante y explotable. Eran tipos repulsivos y repugnantes, pero entre ellos había un guardia civil. Y ahí está la clave. Depende de quién lo haga, el baremo de medir es diferente. Si eres del lado bueno de la fuerza, tienes bula.
De hecho, yo no entiendo por qué fui tan gilipollas de dejar de ser progre, si lo tienes todo. Tú puedes ser machista, forrarte de la manera que sea, puedes hacer telebasura de una manera repulsiva. Si eres progre o separatista puedes hacer todo eso.
Como ellos eran del lado oscuro de la fuerza, cayeron. Cuando sucede con magrebíes de Azuqueca de Henares, se oculta hasta al paroxismo que han violado a una niña de 12 años. O la del otro día en Sabadell, entre 17 magrebíes.
Unos son exhibidos y en los otros se oculta sistemáticamente su nacionalidad, porque no podemos ser xenófobos. Por tanto, mentimos y ocultamos la realidad. ¿Qué periodismo es este que para contar una historia tiene que ocultar la verdad? En el terreno de la violencia machista las procedencias culturales importan.
¿Cómo podemos salir de la "progrecracia"?
Con la razón y con la lucha intelectual. Los intelectuales tienen que estar ahí y escribir con libertad, sin pretender que nos impongan cosas como el lenguaje inclusivo. Pon en lenguaje inclusivo Andaluces de Jaén. Inténtalo. Tendríamos que quemar toda la literatura universal. ¡Que se vayan a la mierda!
¿Y están despertando los intelectuales?
Algunos empiezan a hacerlo. Y creo que tienen la fuerza para que se empiece a plantear. Pienso en gente como Fernando Savater, Arturo Pérez-Reverte o Javier Marías. La literatura es el último reducto de libertad, pero debería pasar de la defensiva a la ofensiva.