El presidente Pedro Sánchez y el canciller alemán, Olaf Scholz, en un acto político en Berlín el pasado junio.

El presidente Pedro Sánchez y el canciller alemán, Olaf Scholz, en un acto político en Berlín el pasado junio. Efe

Política PLAN DE RECUPERACIÓN

Sánchez pedirá a Scholz su apoyo para que los 70.000M en créditos UE no cuenten en la deuda de España

El canciller alemán, amigo personal del presidente español, visita Moncloa este lunes, en su primera ronda de visitas como canciller.

17 enero, 2022 00:20

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Ha pasado poco más de un mes desde que Olaf Scholz fue elegido canciller federal de Alemania. En este tiempo, el programa de Gobierno ha sido -evidentemente- poco desarrollado, y al sucesor de Angela Merkel le ha tocado, por el momento, lidiar con la sexta ola de la pandemia de coronavirus. De momento, se ha mostrado partidario de la vacunación obligatoria, pero como pura opinión... no se atreve a imponerlo.

Este lunes, Scholz visita a Pedro Sánchez, dentro de la primera ronda de visitas que realiza desde que accedió al cargo. Será éste el cuarto mandatario con el que despache el presidente español en apenas cinco días. Después del francés Emmanuel Macron y del británico Boris Johnson, el pasado jueves, por teléfono; y el primer ministro italiano, Mario Draghi, el pasado viernes en Roma.

La inclusión de España en esta gira le otorga una oportunidad al presidente español, que tiene una petición grave que hacerle a su amigo alemán: nuestro país necesita relajar las reglas fiscales. O bien que se prolongue el plan de recuperación, o bien que se mantengan suspendidos los ratios de 3% de déficit y 60% de deuda pública respecto al PIB, o bien que los 70.000 millones de euros en créditos que no hemos pedido todavía no contabilicen como deuda.

Hay motivos para la esperanza, en Moncloa. Que Scholz nos haya colocado en esa posición de privilegio tiene varias explicaciones. Y no es la principal de ellas que ambos líderes sean amigos personales -aunque desde Moncloa se admite que haya "ayudado"-, ni tan siquiera que sean los dos principales jefes de gobierno de la familia socialdemócrata europea.

Peso de España

La clave principal hay que buscarla en el peso que ha adquirido nuestro país en el seno de la Unión Europea como consecuencia de dos circunstancias desgraciadas por sí mismas, pero bien aprovechadas: el brexit y la pandemia.

La salida de Reino Unido del club (además) en un momento de zozobra de los liderazgos -Merkel ya se iba y Macron estaba en periodo preelectoral para su eventual reelección- abrió un hueco que Madrid aprovechó impulsando un eje mediterráneo con Roma. En él la Administración Sánchez tiene muchas esperanzas a todos los niveles.

Y el impulso del propio Sánchez a las políticas de respuesta europea a la invasión de la Covid ha sido especialmente valorada por sus socios europeos. Suya fue la iniciativa de la mutualización de la deuda -que comenzó con un impulso de los no natos eurobonos y derivó en los fondos Next Generation EU- y suyo fue el empeño en la compra centralizada de vacunas. Además, también ha sido el Gobierno español el que ha liderado la iniciativa Covax para la donación de millones de dosis de vacunas a los países menos ricos del planeta.

Otra cosa es la gestión económica, mucho menos exitosa en España que en el resto de sus socios europeos. Es muy discutido el empeño de Sánchez por optar sólo a las transferencias de fondos en el primer tramo del Plan de Recuperación, dejando todo el montante de créditos para la próxima legislatura.

No sólo es que España no esté remontando al ritmo deseado y esperado, es que sus cuentas públicas no soportarán la tensión que supondrá una inyección de deuda pública de 70.000 millones en el periodo 2024-2026. No, al menos, con las actuales reglas fiscales europeas.

Y ése será uno de los temas principales de la reunión en Moncloa entre Sánchez y Scholz: el presidente español le pedirá a su homólogo alemán su apoyo para que, al menos, las inversiones dedicadas a la transición ecológica y digital no contabilicen como deuda pública, según ha podido confirmar este diario en fuentes del entorno del presidente.

"Scholz y Sánchez comparten una misma visión de la salida de la crisis", confirman fuentes de Moncloa, "una recuperación que sea justa e inclusiva".

Eso es cierto, y lo demuestra que el actual canciller apostó fuerte por la iniciativa de los fondos de recuperación financiados con deuda común, por primera vez en la historia europea. Un paso más en la integración que nunca quiso dar un Gobierno alemán y que encontró enormes reticencias en los llamados países frugales -Dinamarca, Austria, Finlandia y Países Bajos-.

Pero ahora, las circunstancias han cambiado: el resto de Estados miembros sí salen del agujero, mientras España, incomprensiblemente, está estancada; y nuestras cuentas públicas amenazan con afectar a todos los demás.

¿Somos demasiado grandes para caer? ¿Eso ayudará a convencer al amigo alemán? ¿Tenemos con qué convencerle?

Contrastes alemanes

Scholz dirige un país en el que la tasa de inmunización no pasa del 72% -y cuyo crecimiento está estancado-, frente al 90,4% español, pero cuya incidencia acumulada (836) es muchísimo menor a la española (3.192, casi cuatro veces más).

Aun así, sigue establecida la idea de que es nuestro país el que sirve de ejemplo al resto de los europeos, al menos en la gestión de la vacunación. Sobre todo, de los más grandes. Sin duda, de este aspecto hablarán Pedro Sánchez y el canciller Olaf Scholz este lunes en Moncloa.

El mandatario alemán buscará las claves comunicativas que ha seguido el Ejecutivo español para no necesitar ninguna política coercitiva para convencer a la población de su receta: vacunas y mascarillas. Las primeras para la protección comunitaria, la recuperación de la actividad y, con ella, de la economía. Y las segundas, para la protección individual, la responsabilidad propia y la solidaridad con el entorno y el sistema sanitario.

Pero de la mano de esto, será Sánchez el que le pida consejo a Scholz a propósito de qué ha hecho el hoy canciller, y hasta hace poco más de un mes ministro de Finanzas, para que su país ya esté más que por encima de las cifras de renta y de crecimiento económico previas a la pandemia. Porque España, a pesar de ser el primer país en haber recibido los envíos de dinero de los fondos Next Generation EU, se ha quedado a la cola de la recuperación.

Casos extraños

Hay dos aspectos económicos que no terminan de comprender los analistas de esta España post-pandemia. El desacople entre el crecimiento y la creación de empleo, la primera; y el flojísimo rebote de nuestro Producto Interior Bruto, la segunda.

En el primer caso, es extraño que nuestro país presente sus mejores cifras de creación de empleo de la historia con un alza de la economía infinitamente menor de la esperada.

En el segundo, es extrañísima nuestra salida de la crisis tan lenta cuando somos un país acostumbrado a enormes picos de sierra: caídas mayores que las del resto de nuestro entorno y subidas rapidísimas... pero en este caso, sólo se cumplió la primera parte de la ecuación: España perdió el 11% de su PIB en 2020, y en el año siguiente únicamente recuperó alrededor del 4,5%, a falta de la cifra oficial.

Esos desequilibrios tienen lados positivos y negativos. Pero las que son sin duda malas, y amenazan la recuperación futura, son las cifras de deuda pública: los 1,43 billones de euros que significan un 122% de nuestro PIB anual, casi tres puntos más que el año anterior... es decir, que ni el crecimiento ha ayudado a reducirla.

Y en un contexto de altísima inflación (5% en el conjunto de la UE y, peor, de un 6,5% en España), el Banco Central europeo ya advierte de un cambio de ciclo: en abril está previsto que acaben los fondos previstos para la compra de bonos públicos -que sostienen el precio de la deuda para que países como España se puedan financiar fácilmente-, y varios gobiernos europeos ya reclaman un cambio en la política de tipos oficiales del dinero.

La salida

Entre ellos, el propio ministro de Finanzas alemán, el liberal Christian Lindner, un halcón de la ortodoxia. Así, a Scholz le costará sujetar la posición europea de su Ejecutivo en los consejos del Ecofin, los eurogrupos y demás reuniones informales en las que se decidirá qué hacer con peticiones como la española

Ya el pasado otoño, el PSOE colocó por primera vez el mensaje entre sus aliados europeos de que el Gobierno de Pedro Sánchez vería con buenos ojos la relajación de las reglas fiscales europeas. Es decir, una salida de la crisis en la que no se recuperen los ratios de déficit (3%) y deuda (60%) anteriores a la llegada del coronavirus.

Es más, Joaquín Almunia, excomisario de Competencia,  ex vicepresidente de la Comisión, ex secretario general del PSOE y exministro en varias ocasiones, dejó caer en el congreso del PSOE del pasado octubre que "la Unión Europea debería plantearse una extensión del actual mecanismo de mutualización de deuda, para asegurar la recuperación justa de los ciudadanos europeos".

¿Un segundo plan de rescate antes de haber siquiera empezado a ejecutar el primero? Algo así, o como mínimo, que los créditos no contabilicen como deuda en esas reglas fiscales comunes. Sánchez lo necesita, Scholz es un aliado... pero si los fondos europeos tienen una enorme condicionalidad, en Moncloa cuentan con que hay que cerrar ya un plan de consolidación fiscal. Economía y Hacienda ya trabajan en ello.