Cuando Leo Harlem es Leonardo González (Matarrosa del Sil, León, 1962), hablamos de un hombre que relee, en casa, con cierto frenesí, las obras completas de Julio Camba. Un amigo suyo nos ha contado esta obsesión poco antes de empezar la entrevista. Cuando se lo mencionamos, se le enciende la mirada: "¡Para mí, Camba es Dios! Yo quitaría incluso asignaturas completas con tal de que se le leyera en los colegios!".
A Leonardo le gusta Camba porque "entendió como nadie la psicología del español". Suele decirse que escribimos en la estela de lo que admiramos. Por fin hemos descubierto el secreto: ¿qué son los monólogos de Leo Harlem sino el retrato del españolito contemporáneo? Su deporte, su comida, sus ciudades, sus vacaciones, sus bares.
Leo tuvo gracia mucho antes de ser Harlem. En el colegio, en la facultad, en la panadería, en el bar –de hecho, "Harlem" era el nombre del garito donde curraba–. Tanta gracia tenía que sus amigos le grabaron un vídeo y lo enviaron al Club de la Comedia. Así empezó todo. Desde entonces, se ha convertido en monologuista estrella, actor taquillero y mil cosas más. Todas con éxito.
Cumplidos los cuarenta, hizo el petate y se vino a Madrid. Lleva aquí casi veinte años. Hemos quedado porque este domingo se celebran las elecciones de su tierra, Castilla y León. Harlem creció en el Far West de los pueblos, que hoy llaman España Vacía.
Sentado en la cafetería del Círculo de Bellas Artes, ante una botella de agua con gas, "¡con hielo! ¡Muy fría, por favor!", ante la mirada de decenas de personas, porque a Harlem todo el mundo le mira, abordamos los entresijos de un país que ha recorrido de cabo a rabo –absténgase el lector de hacer chistes con esta frase–.
Harlem habla rápido y, por un momento, tenemos la sensación de estar acudiendo gratis a uno de sus espectáculos. ¡A este hombre se le caen los chistes de los bolsillos! Y son muy buenos. Pero también pone sobre la mesa, y ahí está el hallazgo, su faceta desconocida, lo que él llama sus "teorías". Todas impregnadas de un sentido común demoledor.
Por ejemplo: "España se arreglaría cobrando un céntimo por cada tuit". O "España se suavizaría mucho si todos hiciéramos una mili que consistiera en un año de cara al público. Una frutería, una churrería, una taquilla".
Imagino que te pasa eso de hablar en serio y que la gente se parta la caja. “Oye, me he roto la pierna”. Y todo risas.
Me pasa mucho, pero ya desde antes de dedicarme a esto. Porque, según dicen, siempre he tenido cierta gracia. Mucha gente me cuenta: “Oiga, es un problema. No sé si habla usted en serio o de broma”. Para mí es una ventaja. Pero me han pasado cosas curiosas.
¿Por ejemplo?
Mire, yo todavía mando cartas escritas a mano, cada una con su sello.
Eso va en serio, entiendo.
Sí, sí. Estaba en Tenerife y me puse a preguntar por un estanco para lo de los sellos. Me dijeron: “Harlem, ¡dónde está la cámara! ¡Que no cuela!”. Pregunté a dos o tres personas, pero no había manera de que me indicaran dónde había un estanco. Hasta que un señor me acompañó. Pues de estas cosas, ¡miles!
Voy a guardar la compostura. Si en algún momento tengo dudas de si lo que me dices es un chiste o no, te lo pregunto. Va a ser lo más práctico.
Puedes hacerlo con toda confianza.
Sales un día al escenario, sin preparar nada, y empiezas a contar dos o tres putadas que te hayan ocurrido esa semana. Podría, por tanto, funcionar.
La realidad supera la ficción. Sé que es un tópico, pero lo creo de veras. La realidad es muy divertida. Se le puede sacar muchísima punta.
Hemos quedado para hablar de tu tierra. ¡Cómo está el patio! Bueno, el patio, las ciudades, las granjas, los campos…
Creo que vivimos un estado de confusión general alimentado por las redes sociales. El trastorno mental es enorme. Un móvil es la droga más potente del mundo. No hay nada que lo supere, ni la cocaína ni la heroína.
Tú ya te has quitado [ha colocado su Nokia encima de la mesa. La batería le dura "cuatro o cinco días"].
No, no. Yo nunca he entrado en esa droga. Es un fenómeno complejo. Todo es efímero, rápido, rebotado. Mucha tensión. Para mí, Twitter es una guerra civil digital. Dos bandos, uno frente al otro. Hemos perdido la orientación. La gente va a lo suyo.
El ‘yoísmo’ de las redes sociales.
Es de un egoísmo brutal. Algunos dicen: “¡Las redes sociales también sirven para comunicarse!”. No, no. Las redes sirven para decir: “Mira lo que hago yo, mira en qué trabajo yo, mira qué me he comprado yo, mira con quién estoy yo”. La gente no te pide una foto porque te aprecie, sino para alimentar su cacería digital. El momento es verdaderamente delicado. Estoy preocupadísimo por los chavales.
"La gente no te pide una foto porque te aprecie, sino para alimentar su cacería digital"
Sobre todo por los que han crecido con un móvil en la mano.
Creo que un chaval no debe tener un smartphone hasta los dieciocho años. Antes no les hace falta. Y si los jóvenes viajan, ¡que llamen desde el teléfono de otra persona! La dinámica es peligrosa.
Todo forma parte de ese contexto del ensimismamiento, de la falta de atención, de la escasez del esfuerzo… La última reforma educativa les permite pasar de curso con varios suspensos más que antes.
Ahora sólo importa la emotividad. No importa si se cae un puente siempre que sepamos tratar bien a las dos mil víctimas. La “educación emocional”. ¿Quieres ser ingeniero? No hace falta que estudies, no te preocupes, hay tutoriales en YouTube. ¿Se te ha caído el puente? No pasa nada, chaval, habrá un psicólogo para cada afectado.
Me encanta el apellido de tu madre: “Feliz”. ¿Cómo era la vida de la familia González Feliz en Matarrosa del Sil, ni siquiera mil habitantes, en aquellos años sesenta? ¿Son recuerdos felices?
Sí. En esa época todo era divertido. Recuerdo que estaba siempre jugando. Me acuerdo de la nieve. Bolas de nieve parriba y pabajo. Teníamos un cerdito. Un día lo solté y tuvimos que ir a buscarlo. Se armó una buena. Iba al colegio con mi amigo Urbano, que ahora vive en Cataluña.
Qué grande, Urbano, ¿conserváis esa amistad desde los siete años?
Nos perdimos la pista, pero un día, estaba yo actuando allí, en Cataluña, y vino a verme. Me pasan muchas cosas de esas: aparecen compañeros del colegio. El pueblo lo recuerdo muy bonito. Tengo una foto en la que aparezco con mi abuela subido a un peral. Recuerdo también la matanza.
¿Cómo era?
Me hacían un choricito a la medida, una morcilla pequeña… Como de juguete. Iba todos los días a ver cómo se estaban curando.
He visto unas fotografías de la antigua estación de ferrocarril y del monumento al minero.
El último tren de carbón paraba allí. Se te metía carbonilla por todas partes. Había que andar con cuidado de no tocar las ventanas. Era un poco Far West. Una población dura, muy minera. El futuro pasaba por trabajar en la mina. Y los que querían prosperar más debían marcharse fuera.
Hoy lo llaman "España vaciada". Bueno, primero fue "España vacía".
Y mañana será “vaciadísima”. Ningún problema, yo me adapto a todo. Somos agotadores. No estoy para discutir [se ríe]. En aquel momento, esa España estaba llena. Tengo una idea personal.
Cuente, cuente.
Desde que se inventó la moto de cuatro ruedas ya no hay paz en los pueblos. Antes, los pueblos eran como un refugio espiritual frente al frenesí de las ciudades. Ahora hay frenesí en todas partes. Motos, quads, drogas… Un follón. Por otra parte, hay un motivo del éxodo a las ciudades que nunca se menciona.
¿Cuál?
¡Vivir con animales es muy duro! El que tiene animales no tiene vacaciones. La gente decía: “Tengo aquí cuarenta ovejas. Mi hermano, que se ha ido a Valladolid, ha cambiado de coche, disfruta de la calefacción central y vive como una persona. Yo estoy aquí, en plena helada, pendiente de si se me ponen malas las ovejas”. Que si baja un lobo y me come una… El pueblo ya sólo es destino para artistas.
La cabaña de Walden.
Claro. Un pintor o un escritor dice: “Voy a estar cuatro meses trabajando en tal pueblo”. Fenomenal, porque sabe que es de paso. Pero tener una estructura de vida en un pueblo es carísimo. Yo no tengo carné de conducir y eso no me genera problemas. En un pueblo un poco apartado… Cómprate un todoterreno, arregla la casa… Es duro, caro y complejo. Los pueblos son para los artistas.
"La presión ya se ha ido trasladando a los pueblos; también la politización y el follón"
Los amaneceres y los atardeceres dejan de emocionar pronto.
El primer día genial. El segundo, también. La primera semana, bueno. Con la primera helada, dices: “Oye, que aquí no llega el de Glovo”. El primer momento de todo es fabuloso. Yo entendía el mundo rural como un lugar de menos presión, pero esa presión ya se ha ido trasladando a los pueblos. Incluso la politización y el follón.
Y tanto. Desde que el fenómeno explotó con aquello de Teruel Existe, es como si los políticos hubieran adquirido un interés repentino por todas estas localidades. Pero me temo que la distancia entre estos españoles y sus representantes públicos continúa siendo sideral.
Es una distancia abismal. Quizá más grande que antes. El político ya no es un tío carismático, con una trayectoria vital, que llega a ser ministro con sesenta años. Antes había alguno de esos. Ahora es un jovencito rodeado de asesores. Llegan prontísimo. Creo que a la política hay que llegar, como poco, con cincuenta años. ¡Es que no tienen fuste! Van dando bandazos. Les llega un asesor de Houston que ha hecho un máster en “comunicación transversal” y les lleva por donde quiere. Lo de Teruel Existe ha sido un pelotazo, sí.
Son decisivos en muchas votaciones. Y en estas elecciones se presentan movimientos similares en Castilla y León.
Claro. Luego será “Fuenlabrada empuja”, “Aquí viene Ponferrada”, "Viva el Maresme", "La fuerza de Castellón"… Pero, ¿cuál es el problema de esta tendencia? La atomización. Y la atomización es muy mala operativamente. El Congreso ya es como una reunión de la comunidad de vecinos. ¿Tú tienes muchas de esas reuniones?
La verdad es que no.
¡Dios te libre! Pues ya te lo explico yo: cada uno va a lo suyo. Como estos partidos ven que a Teruel Existe le ha funcionado, “nosotros igual”. Yo rasco esto, yo rasco lo otro. Y no descartes que Oviedo y Gijón, pese a formar parte de la misma provincia, vayan por separado, por la rivalidad y todo eso. Mala cosa. Los países de gran tradición democrática tienen dos grandes bloques que se alternan, a veces con liberales o verdes en medio. Todos estos nuevos partidos estilo Teruel Existe deberían ir al Senado, no al Congreso.
Le parece un atraso, entiendo.
Personalmente, sí. Estamos conduciendo marcha atrás. Entiendo que estén quemados, que no se sientan representados… Pero no se puede funcionar así. Vamos hacia la Edad Media. ¿Qué ocurre? Se subastan las leyes. A ti esto, a ti lo otro, quién da más.
Como un mercadillo.
¡Quién da más! ¡Quién da más! Es mala política. En lugar de detenerse los agravios, se centrifugan.
Los políticos tratan de remediar esa lejanía con un experimento que no sé cómo calificar: las fotografías con animales. Están posando estos días con cabras, ovejas, vacas, cerdos… ¡Pero si no han tocado un cerdo en su vida, Julio!
Esos asesores que tienen les dicen: “Foto con vaca, foto con jamón, foto con toro, foto con oveja, abraza al abuelo, luego al niño”. Mañana se tirarán en parapente. Y si les dicen que se aten a un carnero, se atarán. Oye, Fraga se metió en Palomares por un motivo muy concreto. Pero, ¿te imaginas a Felipe González, Santiago Carrillo o Adolfo Suárez tirándose en parapente? Si no te haces una foto con un animal de compañía, no eres nadie. Tremendo.
"Julio Camba entendió como nadie la psicología del español. Debería ser lectura de cabecera para todo el mundo"
Lo que haría tu admirado Julio Camba con esas fotos, ¿eh?
Espera, espera. Antes que nada: Julio Camba para mí es Dios. Tiene artículos excepcionales. Me viene uno a la cabeza sobre el sportman británico que debería ser lectura de cabecera para todo el mundo. Quitaría incluso asignaturas para que se leyera a Camba en los colegios. Entendió como nadie la psicología del español. Tiene una frase definitiva.
Adelante.
“El español es, por definición, individualista y autoritario”. Como si dijéramos: no es que yo tenga la razón, ¡es que soy el único que la tiene! Acojonante. Camba es un fenómeno. Además, se le puede leer como si fuera Historia Comparada, porque vivió en todas partes. Londres, París, Berlín, Estados Unidos… Para mí, leerle es un placer eterno. ¿Sabes cuáles me parecen los mayores genios recientes de España?
Camba, desde luego.
Camba, Sorolla y Balenciaga. Tengo debilidad absoluta por ese diseñador de moda. ¡Es un Miguel Ángel de la ropa! Una cosa de locos.
Esas imágenes, las de los políticos con animales, son una falta de respeto a los ganadores, pero también a los humoristas: hay tanto material en los mítines de campaña que nadie va a querer ir a veros al teatro.
Te digo una cosa: en España hay gente muy ingeniosa, con mucho talento. Jamás denunciaré por intrusismo a los hacedores de memes. En cuanto a los políticos, no es de recibo, es tan risible… Todo forma parte de esa obsesión por la oportunidad, el momento… Horroroso, me resulta agotador. Como sigan así con las fotos, ¡va a haber una espantada de animales estilo Jumanji! ¡Que manden la foto de su primera comunión y los dejen en paz!
Dentro de poco, Leo, te meten en un debate electoral a hacer un monólogo y pasas desapercibido.
Tú eres muy joven, pero es que lo que ha pasado aquí… Recuerdo programas de televisión como La Clave. Aparecían auténticas referencias en sus campos. Casi todos fumando. Hoy sería delito. Pero la cosa empezó a cambiar. La televisión de hoy ofrece unas normas de comportamiento a la gente que, al ser tan vistas, se han convertido en naturales.
Vamos con esas normas. El saber estar.
Por ahí van los tiros. Ves Gran Hermano: bajan a comer sin camiseta, con los sobacos al aire, en calzoncillos… Luego te pasa a ti y te parece normal. Te vas con los amigos de casa rural y bajas a comer en gayumbos y rascándote un huevo. “Es que hay que acercar la cultura a la gente, vamos a hacer cosas gratis”. Pues no. Ahora un tío como yo puede encajar en una tertulia de la tele sin problema. Como tengo conversación y tal… ¡Pero no es eso!
"La tele actual nos traslada unas normas de conducta... Ahora es normal bajar a comer con los amigos en gayumbos y rascándote un huevo"
Y a ti, tras el éxito cosechado, ¿te han ofrecido alguna vez entrar en política? Como diciendo: “No podemos con él, que se una a nosotros”.
Mucha gente de fuera de la política me dice: “Leo, tienes que montar un partido”. Ni de coña, vamos. Yo quiero vivir tranquilamente. En mi vida lo haría. Me cuesta representarme a mí mismo como para representar a otros.
En un monólogo de homenaje a tu tierra, el “monólogo de El Bierzo”, decías que allí se había acuñado la frase “para qué lo vamos a hablar si lo podemos arreglar a hostias”. Haz el favor de quedarte en casa mientras dure el escrutinio este domingo.
Es que aquello de El Bierzo era un poco Far West, de verdad. Los pueblos son zonas de intensidad. Se producen muchas alegalidades. Uno es medio furtivo, otro hace tal y lo tienes que aguantar, otro te aparca en la puerta de casa y te tienes que callar porque es el más bestia… No nos engañemos. La presión social se acrecienta mucho en los pueblos. John Houston y Centauros del desierto están ahí. Y si te quejas, aparece un tío con la escopeta apuntando a los niños.
Con siete años, nos habíamos quedado ahí, te mudaste con tu familia a Valladolid. Eran tus padres, imagino, como los jóvenes de ahora, que se veían obligados a dejar todos estos pueblos para poder prosperar y regalar un futuro a sus hijos.
Sí. Se iban para dar ese futuro a sus hijos. La única posibilidad, ¡la única!, que tiene una persona humilde para prosperar es la formación. El estudio o el desarrollo de capacidades profesionales. ¿Qué sucedía? Nuestros padres veían que el médico y el farmacéutico vivían mejor. Querían que sus hijos estudiasen. Se gastaban el dinero en eso. Bueno, era así antes. Ahora los padres quieren que los niños sean emotivamente “súper guais”.
Paradójicamente, pueblos como el tuyo están ahora, en plena ola tecnológica, mucho más vacíos que antes, cuando imagino que las comunicaciones eran terriblemente complicadas.
Claro. Porque puedes tener 5G, pero cuando te cae una nevada con copos de un tamaño que parecen gatos abrazados… Y si el pueblo queda incomunicado, queda incomunicado. No hay wifi que salte esa barrera.
Hemos creado un mundo paralelo. El tío andando por la nieve que luego hace snowboard, después llega a casa, se ducha y va a la oficina. Luego, sale y toca el saxofón hasta las dos de la mañana. Oye, que duerma un poco. En resumidas cuentas, sobre lo que me preguntas: todas esas facilidades tecnológicas que tenemos las dedicamos a chorradas. A mí, con lo que había en los ochenta me sobraba.
En Valladolid trabajaste de panadero desde los dieciséis hasta los veintiocho. Madrugarías, entonces, más que la vicepresidenta Yolanda Díaz. El otro día dijo que se levantaba a las cinco.
Había muchas veces que ni me acostaba. Era una empresa grande, tuve todo tipo de horarios. Fue duro, ahora el negocio ha cambiado por aquello del pan congelado. Pero me vino muy bien. Es que todo lo que me ha pasado en la vida me ha servido para algo. Intento sacar lo positivo.
Luego doce años de camarero.
Te cuento otra de mis teorías: en lugar de la mili, la gente tendría que trabajar de cara al público un año de su vida. “Te ha tocado una churrería en Toledo, a ti una frutería en Burgos, a mí una zapatería en Albacete”. Eso nos suavizaría una barbaridad.
No te viniste a Madrid hasta los cuarenta, cuando empezaste a ser conocido en el mundo de la comedia. ¿Echas de menos la vida de provincias?
Hay muchas cosas muy buenas en provincias, pero también en Madrid. Lo ideal sería tener un poco todo. Madrid es espectacular. Tenemos mucha suerte porque está en España. Si no, iríamos de excursión a vivirla donde fuera. El tamaño influye. En Valladolid me lo paso bien, pero cada lugar tiene su momento. Cuando me retire, me iré a Valladolid, eso lo tengo claro.
Allí, por lo menos, no existe la plaga de restaurantes minimalistas, aunque ya están llegando. Tienen que tener cuidado en Valladolid.
He hecho un poco de broma en mis monólogos con la cocina minimalista. Pero debajo de la broma la verdad asoma. Los cocineros que se dedican a lo creativo tienen un mérito extraordinario. El esfuerzo resulta titánico, tienen que sorprender cada muy poco tiempo. Pero esto ya se ha convertido… Pasa como con los políticos. La estrella de los fogones tiene 22 años. Mal asunto. Porque con esa edad no entiendes las grandes cosas de la vida.
No te gusta mucho la comida minimalista, Leo.
Valoro y respeto esa comida, pero me agota. Y lo que peor llevo es que me den instrucciones para comer: “Métase la croqueta en dirección noroeste, mastique sólo con los premolares, arrastre la cucharilla. Al mismo tiempo, introduzca en su boca esta gominola”. Oiga, ¡que yo he venido a comer! Y luego… ¡que la gente no come! Primero hace la foto, luego la cuelga y, después, ya si eso… A veces me preguntan: “¿Qué es lo más raro que has comido en la vida?”. Un arroz en su punto.
"Respeto la comida minimalista, pero me agota. No soporto que me den instrucciones para comer, 'métase la croqueta por el noroeste'"
En España, tenemos un lío impresionante con las identidades. Eso también está en Camba. Como una obsesión. Ya no solo por lo de Cataluña o País Vasco. Por ejemplo, tú pones en Twitter que eres de El Bierzo y te dicen: “Eh, gilipollas, si te criaste en Valladolid”. Pero como pongas que eres de Valladolid te contestan: “¡Imbécil! Eres de El Bierzo”. ¿Qué nos pasa?
Sí, estamos obsesionados. Es una lucha permanente. Digo que he nacido en El Bierzo y algunos, por redes, me critican: “¡Eh! No tienes derecho a decirlo porque te has criado en Valladolid”. ¡Es un hecho físico! ¡Nací allí! Somos agotadores hasta el extremo.
Me acuerdo que, en un monólogo, decías en broma: “Yo soy de El Bierzo, pero me siento español”. Esa frase, en el clima político de hoy, parece que va totalmente en serio.
Absolutamente. Es así. Hay mucha gente nacida aquí que no se siente española. Te vas a Galicia, al País Vasco, a Cataluña, a Extremadura…. ¡Si hasta hay gente que te dice que es de Triana, pero no de Sevilla! ¿Qué hacemos? Cada uno quiere un trato distinto. Es desesperante. Hay que simplificar las cosas, no podemos estar discutiendo todo el día.
Oye, ¿sabías que en tu tierra hay un pueblo con alcalde del PNV? El Condado de Treviño. Se quieren integrar en el País Vasco.
Sí, sí, es como un islote. Viene de la época de las cofradías vascas y de los fueros. Están ahí en plan cerrados, que se sienten vascos. ¡Que se sientan lo que quieran! ¡Pues déjales! Yo qué sé. Pero, ¿ves a lo que me refería? Todo es un grano en el culo, todo son problemas. Me aburre discutir. Cuando me viene alguien con esas, le digo: “Venga, dilo, claro que sí. Ahora, otra vez. Muy bien, ahora mándaselo a todos tus contactos” [se parte de risa]. ¡Es gratis! Que lo cuente en sus redes. Otra teoría.
¡Venga!
Todo esto tiene una solución muy fácil. Que cada whatsapp, cada tuit y cada post en Instagram cueste un céntimo. No un euro, ¿eh? ¡Un céntimo! España tiene aproximadamente cuarenta y seis millones de habitantes y cuenta con sesenta millones de smartphones. Alemania, ochenta y cinco millones, más renta per cápita y treinta millones de smartphones. Un español sólo dice la verdad cuando se gasta el dinero…
Bueno, cuando se gasta su dinero. ¡El suyo!
Claro, claro, ¡el suyo! Es importante la precisión.
Delibes, ¡no hemos hablado de Delibes!, decía: “Para ser optimista en este país, hay que ser imbécil”.
Estoy totalmente de acuerdo con el maestro. Cualquiera que tenga dos neuronas lo sabe. No te digo una traca de neuronas, con un par vale.
Una vez contaste que has tenido que dejar de hacer algo que te encantaba: pregones en las fiestas de los pueblos. Precisamente por el odio político: si ibas a un sitio gobernado por la izquierda, lío; si ibas a un sitio gobernado por la derecha, también lío.
Hay algunos alcaldes de hoy, de todos los partidos, que fueron amigos míos en la facultad. Me pedían que fuera y yo iba. Solía haber lío. Hasta que se montó en Tordesillas. Iba a hacerlo, empezaron a manifestarse los antitaurinos… Se montó una tan gorda que, cada vez que me llaman de un pueblo, digo que no. Y me da una pena tremenda.
Es indicativo de una sociedad enferma.
Es que Occidente está enfermo, no sólo España.
¿Esto forma parte del auge de lo llamado “políticamente correcto”? ¿Notas ese apostolado de la corrección que pretende poner puertas al humor, la literatura, el cine?
Cada vez resulta más fuerte esa sensación. Y lo curioso es que no protestan los ofendidos, sino grupos interpuestos. Los adalides de las libertades ajenas. La mayoría de gente le echa muy buen humor a la vida. He trabajado un montón con personas que tienen discapacidad. ¿Sabes las cosas que se dicen entre ellos? Si hacemos tú o yo ese chiste, nos meten en la cárcel.
"Lo más curioso de la corrección política es que no protestan los supuestamente ofendidos, sino grupos interpuestos; los adalides de las libertades ajenas"
Antes me hablabas de los toros, los animales… Han tenido mucho protagonismo en campaña, no sólo por las fotos que antes comentábamos. Todo empezó con el lío del ministro Garzón y las macrogranjas. Que si intensivo, que si extensivo… Tú todo eso te lo sabes, ¿no?
Lo tengo muy claro. Cuando voy al supermercado, veo una docena de huevos que vale un euro. Luego otra cuesta 2,5, porque son “gallinas en semilibertad”. “A estas gallinas les tocan el violín”, pues cinco pavos. En otras pone: “Gallinas masajeadas que sólo escucharon Vivaldi”, toma quince pavos.
Las macrogranjas, como las grandes fábricas de coches, permiten que haya producto para todos. Si estamos dispuestos a pagar los costes de lo otro, no tengo ningún problema. Pero es que tiene que haber chóped para todo el mundo y el coche no puede costar 100.000 euros. Es la ley de los grandes números.
¿Te atreves a hacer una porra sobre las elecciones de este domingo?
Yo no voy a votar porque estoy empadronado en Madrid. Creo que va a ganar el bloque conservador. No sé si por mucho o por poco, me inclino a creer que por poco. El mundo castellano-leonés está muy apegado a la tierra, no ha tenido esa historia de conflictos industriales vivida por Cataluña o País Vasco. Es gente, generalmente, más próxima a lo conservador. Estará igualado, luego harán “los pactos de chinguen” y a correr. Que sea lo que Dios quiera, pero ojalá sea bueno para todos.
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