La sombra de la "guerra sucia" planea sobre el debate: en la sala de máquinas de PP y PSOE
Seguimos a los dos candidatos en campaña con el libro de Hemingway que narró el antagonismo Ordóñez-Dominguín como telón de fondo.
Se lo he preguntado a varios asesores de cada partido y a Manuel Campo Vidal, el hombre que más ‘cara a cara’ ha moderado en Democracia. Existe consenso en torno a una conclusión muy poco sexy: los debates apenas determinan el voto. Generan más participación, pero no la decantan.
Sin embargo, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo han montado un tinglado espantoso para preparar su mano a mano. ¿Por qué? Lo normal en los debates –y en esto también hay consenso PP-PSOE– es que nadie los gane, pero si se pierden… ¡ay, si se pierden! Es entonces cuando la cita puede dar un vuelco a la campaña.
Digamos que los debates se preparan muchísimo para no perderse. A lo largo de estos días, Sánchez y Feijóo han encargado a sus equipos la tradicional elaboración de fichas. He acudido a los asesores, a los Darth Vaders, con la intención de descubrir un mundo oscuro y cinematográfico, pero el proceso resulta bastante simplón.
Los elegidos por el candidato, como si de un Trivial se tratase, van escribiendo esas fichas acerca de los temas de actualidad. Se encargan de recopilar datos y traducirlos al lenguaje más simple posible. La única parte interesante, divertida, es la del sparring. Pero no todos la ponen en marcha. Felipe González, por ejemplo, sí le pedía a Miguel Barroso que hiciera de Aznar. Pero Miguel Ángel Rodríguez me confirmó que Aznar, como buen opositor, no quiso practicar tales experimentos.
Luego existe un periodo largo, muy largo, de estudio individual. Cada candidato se coge el material, lo memoriza, lo ordena… Y, finalmente, los asesores le brindan alguna frase, lema o gag que consideran rompedor.
Este debate –reconocen las partes roja y azul– entraña, no obstante, una particularidad. El presidente va muy por detrás en las encuestas y necesita que la cita sea una de esas en las que tiene lugar una ruptura con la realidad hasta ahora imperante. Tanto es así que Sánchez lleva dando la matraca durante semanas para provocar el mayor número posible de ‘cara a cara’. Sólo ha conseguido uno. Feijóo no quiere arriesgar más.
Los precedentes
Debemos acercarnos a la cita de Atresmedia conscientes de que constituye un privilegio. Las primeras elecciones libres llegaron en 1977. Pero el primer debate no se celebró hasta más de quince años después, en 1993. El mano a mano es como una estrella fugaz. Para que suceda, debe confluir el interés de quienes se enfrentan. Es raro que eso pase.
A Feijóo no le ha quedado más remedio que aceptar por lo menos una cita porque la sociedad ha avanzado, la democracia es mucho más madura y la incomparecencia total tiene un precio que no tenía hace diez o veinte años.
Adolfo Suárez rehuía el parlamentarismo. Con Calvo-Sotelo ni dio tiempo a plantearse. Y González navegó a lomos de mayorías absolutas hasta que… Fue en 1993. El PSOE chapoteaba en la corrupción y se hundía en las encuestas. González quiso el debate para remontar. A Aznar también le interesó porque era la manera de demostrar al gran público que podía hacer frente a ese adversario que tanto lo había ninguneado.
Luego –me contó Campo Vidal– Aznar no quiso saber nada de debates estando en la presidencia. En 2008, previo "ejercicio de generosidad de Zapatero", se fraguó el ‘cara a cara’ con Rajoy. "José Luis no tenía que ganar porque ya gobernaba y no le iba mal, pero aceptó por prurito democrático", me contó don Manuel.
Total que tuvimos los dos debates González-Aznar, dos Zapatero-Rajoy, un Rajoy-Rubalcaba y un Sánchez-Rajoy. Seis debates en 46 años. El séptimo está a punto de caramelo. Sería razonable establecer por ley la obligatoriedad de hacer uno por campaña electoral.
La preparación
Volvemos adonde estábamos, la preparación del debate. El otro día hubo sorteo con bolas y todo acerca de los turnos. Tenemos una manía incontenible: hacer de cualquier cosa un evento futbolístico. El PP, en este caso, se siente con ventaja por dos razones: Feijóo será quien cierre la cita con el minuto de oro y también llegará primero a las instalaciones de Atresmedia.
"Esto último es muy importante porque nos permite tener una hora de relajación y concentración. Si te toca llegar el segundo, eso no lo tienes", me confiesa un asesor del gallego.
En Moncloa rebaten con una ventaja que consideran clave: estar en la Presidencia facilita el camino para conseguir la información. Por otro lado, el personal que hace las fichas está más cualificado porque posee más experiencia.
Usted, lector, como yo ahora, pensará que esto son circunstancias sin demasiada importancia. Es cierto. Pero debo consignarlas para retratar el clima que se respira en Moncloa y en la calle Génova. La preparación de los debates genera una suerte de psicosis entre los implicados. Creen que se empieza a ganar –y a perder– desde que tiene lugar el sorteo.
De hecho, los asesores más veteranos –Miguel Ángel Rodríguez, José Miguel Contreras, Carmen Martínez-Castro, Angélica Rubio– me explicaron que el debate, en realidad, exhibe su momento clave cuando ya se ha terminado, en los periódicos, radios y televisiones del día siguiente: "Eso es lo que de verdad importa".
La psicosis previa se incrementará todavía más desde el lunes por la noche, al apagar la tele, cuando los fontaneros de PSOE y PP nos emborracharán de llamadas para darnos su versión y convencernos de que su candidato ha goleado al de enfrente.
¿Guerra sucia?
Una persona de la máxima confianza de Feijóo me dice que dan por descontado a un "Pedro Sánchez a la desesperada": "¿Cómo no va a ir a la desesperada contra su archienemigo alguien que va a la desesperada contra Ana Rosa?".
En el PP están preparando una estrategia de contención, un auténtico catenaccio. Feijóo recriminará a Sánchez sus pactos con los independentistas y Sánchez hará lo propio con los acuerdos voxeadores. La unidad de España, el colectivo LGTBI, la Constitución, la extrema derecha… Desplegarán toda esa propaganda con la que nos han venido martirizando este mes.
Ernest Hemingway, cuando vino a España a escribir su "verano peligroso", llegó en pleno ataque paranoide. Nosotros, en el fondo, no lo teníamos de serie, pero ya estamos igual. Es imposible no volverse loco si se tienen que escuchar todos los mítines de campaña.
En el PSOE conciben que el contenido del debate sí puede decantar la balanza. En el PP –para algo son el partido conservador– creen que tendrán mucha más importancia "las formas".
Hay un rasgo de Feijóo que inquietaba a los populares y da esperanza a Sánchez: su falta de reflejos, su tendencia a la confusión. Pero el núcleo duro de Génova se sorprendió para bien durante la entrevista en El Hormiguero. Creen que su candidato se destapó como alguien con retranca, capaz de sortear las minas, que es de lo que se trata en el debate.
No es fácil tirar de la lengua a los asesores sobre los contenidos. Tiene su lógica. Nadie quiere mostrar sus cartas. Pero en Génova sí admiten lo siguiente: "Esa desesperación llevará a Sánchez a sacar las fotos. No nos cabe duda".
Las "fotos" son aquellas imágenes de mediados de los noventa en las que se ve a Alberto Núñez Feijóo en un barco, en actitud de colegueo, con el narco gallego Marcial Dorado. Fueron publicadas por El País en 2013. Existe cierto consenso en la profesión periodística acerca del origen de la filtración: fuego amigo. Es decir: vino del propio PP.
Feijóo era en aquellos noventa secretario general de la consejería gallega de Salud. Cuando dio una rueda de prensa para explicarse, ya era presidente de Galicia con mayoría absoluta. Se produjo un terremoto. La izquierda le pidió la dimisión.
Su respuesta fue, más o menos, esta: cuando conoció a Dorado, no sabía que era un narco. Y cuando lo supo, cortó su relación con él. En cualquier caso, el hoy líder del PP reconoció que eran "unas fotografías difíciles de explicar".
Las fotos fueron encontradas por la Agencia Tributaria durante un registro en casa de Marcial Dorado. Diez años antes de que se publicaran, Feijóo supo de su existencia a través de una filtración interna de alguien de su confianza. Desde ese momento y hasta que aparecieron en la portada de El País, sufrió coacciones del tipo: "Si vas por ahí, aparecerán las fotos". Feijóo, por si acaso, avisó al que era su jefe directo, Manuel Fraga, y al presidente nacional de su partido, Mariano Rajoy.
El caso Sebastián
En Génova, me reconocen que llevarán una respuesta preparada. Una respuesta que no consigo anticipar: "¿Te crees que somos tontos?". También comparan este "probable" suceso en el debate con una escena del año 2007.
Eran las elecciones municipales en el Ayuntamiento de Madrid. Alberto Ruiz Gallardón, alcalde, competía con Miguel Sebastián, que luego sería ministro de Industria con Zapatero. Debate en la pública.
Los asesores de Sebastián prepararon al candidato una suerte de dosier con fotografías acerca de una mujer implicada en la Operación Malaya –corrupción urbanística– que, según se rumoreaba, había tenido relaciones con Gallardón. Pero esos mismos asesores –se lo contó Luis Arroyo, uno de ellos, en una entrevista a Jacobo Bergareche– le advirtieron: "Esto es el botón nuclear. Úsalo sólo en caso de máxima emergencia y si el debate se va de las manos".
Pues bien: el debate transcurría con normalidad y, de repente, Miguel Sebastián sacó las fotos de esa mujer. Gallardón no daba crédito. Fue un antes y un después en la historia de los debates. El otro momento que más se parece fue el de Sánchez frente a Rajoy, cuando le dijo que no era "una persona decente". Las dos escenas no son comparables, pero guardan un desenlace similar: Sebastián y Sánchez pidieron perdón.
En el PP, llaman a la calma: "Lo de Sebastián sí era un botón nuclear de consecuencias impredecibles porque Gallardón no se lo esperaba. Rajoy tampoco esperaba que Sánchez le llamara indecente. Pero nosotros sí sabemos que esto puede ocurrir. Por eso no es un botón nuclear".
En los debates, eso es cierto, los disparos con mayor probabilidad de hacer blanco son los que van envueltos en misterio. Pero si uno se sabe muerto, dispara todo lo que puede.