La desbandada del PSOE y la risa de Feijóo con el gallego de Armengol: lo que no vio Leonor
Interpretaba el himno la infantería de la Marina. España sumergida en el Congreso. Como si el Gobierno la hubiera metido en una urna. Quizá sea la primera vez en 37 años que los diputados consiguen quedarse callados. Inquietante. Parecía que hubieran matado a alguien. ¡Ni siquiera utilizaban el móvil! Cuando ha entrado la familia real, estaban todos en silencio. Podía escucharse el levísimo teclear de los ordenadores en las tribunas de prensa.
Bendita ausencia de los partidos nacionalistas. Si llegan a presentarse los 54 desaparecidos, habrían tenido que colgarlos del techo. Es la ventaja logística de la ausencia: a Machado le cuadraba los poemas y a Francina Armengol le ha cuadrado el Hemiciclo.
Feijóo, por ejemplo, parecía a punto de caerse a la escalera. Luego, cuando ha escuchado a la presidenta del Congreso pronunciar el gallego, casi se tira él mismo. Le ha propinado a Cuca Modric un codazo de tarjeta roja: "¿Has oído?".
Lo más importante de la jura ha sido la manera de entrar y salir del Parlamento. Leonor ha llegado en un Rolls. Los Rolls de los reyes son capaces de conducir a cinco kilómetros por hora sin calarse. Abrían paso unos caballos, pero el verdadero relinchar era el de los coches. La princesa interpretaba a la perfección eso que Ruano llamaba "la alegría de andar".
La monarquía española es moderna, transparente en relación a las de su entorno. Pero va en un Rolls porque siempre tendrá algo antiguo. Han salido Sofía y Leonor del coche. Se han colocado al lado de sus padres, que iban en otro. Hacía un frío terrible, pero los reyes no se abrigan.
Sólo una reina puede dejar salir así de casa a una hija. Pobre Sofía, el frío que ha debido de pasar. El pueblo que la aclamaba desde las ventanas llevaba abrigo de invierno. En eso sí ha prosperado España. A los bisabuelos de Sofía, les aplaudía un pueblo desarrapado.
Leonor y Sofía saludaban a todo el mundo con el mismo gesto de la mano. Debe de ser peligroso para el túnel metacarpiano. Su padre lucía hoy un vendaje negro en la muñeca, quién sabe si fruto de tanto saludo.
Incluso el "hola", que es lo más espontáneo de un ser humano, estaba ensayado: Sofía agitaba la mano mucho más rápido que Leonor. Había que dejarlo claro. Sofía también es muy alta, pero la mayor es Leonor. Los niños saludan rápido y los mayores despacio.
La prestancia y la lentitud de la princesa contrastaba con la propulsión de los ministros y diputados del PSOE, actores principales merced a la fotografía con Puigdemont en Bruselas. La estrategia de Moncloa era acertada: airear la reunión justo antes de la jura para, así, tener menos espacio en periódicos, radios y televisiones.
Pero los golpes mefistofélicos siempre tienen un peaje: la persecución en el día de autos. La mejor escena de la huida la ha protagonizado Óscar López, el jefe de gabinete de Sánchez. Se estaba fumando encima y no le ha quedado otra que echarse al patio donde la prensa hacía guardia.
Como si hubiera visto al mismísimo diablo, ha escapado en dirección a la investidura. Preguntaban medios amigos y detractores, pero al fontanero López casi se le atraganta el cigarro. Se ha ido dejándonos una nube de humo. Porque la investidura a cambio de amnistía es humo. Se ve, se toca, es real, pero no se explica.
Los ministros y los diputados socialistas parecían al borde de perder el autobús. "¡Perdona, perdona, que no llego!". Y faltaba hora y media. Le ha echado más narices Santos Cerdán, el hombre que abrazó a Puigdemont. Santos nació en Milagro (Navarra) y ha conseguido lo que Sánchez pensaba como tal: que Bildu y Junts lo encumbren para siempre.
Santos –a los socialistas les gusta que les llamen por su nombre de pila y de tú– se ha dejado absorber por la turbamulta de las cámaras. Ha sido un corrillo off the record y no podemos reproducir sus palabras, pero sí tenemos que consignar algunos puntos: la foto no le fastidió porque fue pactada, la foto es creer en la Democracia –criticarla, parece, es antidemocrático– y la foto es un gesto de generosidad hacia el reencuentro.
Un periodista le ha dicho: "¡Santos! ¡Que se te cae la urna encima!". Es su trabajo. Cuando parece que las urnas los van a aplastar, acaban escapando. Santos habla muy bajo y le molesta que griten. Susurra plurinacionalmente. Aunque no le hace falta demasiada intensidad. Las fotos de Santos son atronadoras.
Donde sí ha habido jolgorio ha sido en el Parlamento, pero después de la jura, cuando ha llegado el tiempo de los aplausos. La tarima instalada exclusivamente para hoy era tan alta que la reina Letizia podía ver las caras de sus excolegas. Ha sonreído y ha saludado con los ojos a unos cuantos.
Ha dado tiempo para eso y mucho más porque lo más largo de la jornada ha sido el discurso de la presidenta del Congreso, Armengol. La miraban con cara de circunstancias los expresidentes Rajoy, Aznar, González y Zapatero, que hace tres días no sabían quién era.
Qué divertido lo de los expresidentes. Parecen de un partido Rajoy, Aznar y González; y de otro Zapatero. Ha llegado más tarde Zapatero, seguro que intencionadamente, para esquivar la tertulia con sus compañeros. Protocolo ha sentado a Aznar en medio de los otros dos socialistas. ¡Quién lo hubiera dicho! ¡Aznar como muro de contención!
Cuando han concluido las alabanzas etéreas de Armengol a la Democracia, han aplaudido los cuatro. Rajoy, como recién despertado de un letargo. Aznar, molesto, apenas ha dado tres o cuatro palmas. Felipe se ha entregado un pelín más. Y Zapatero ha ovacionado como si estuviera viendo a los Beatles resucitados.
Una de las frases más rescatables de Armengol ha sido: "Aquello que vale es nuestro compromiso con el pueblo". Justo en ese instante, el rey ha mirado a la reina. Y que cada lector rellene esa mirada como quiera.
Antes de saber qué decir, Armengol ya había decidido que hablaría todas las lenguas españolas en su alocución. La manera que ha encontrado de introducirlas ha sido a través de poemas. Con un arrebatado sentido común, ha recitado el verso original y luego se lo ha traducido a los presentes. La prueba de que la Cámara ya permite la utilización de esos idiomas, siempre que luego se traduzcan.
En el patio, le hemos preguntado después a un miembro de su equipo por qué no se ha empleado hoy la traducción simultánea, el pinganillo que vendieron a Junts. Terriblemente sincero, ha contestado: "¡Habría sido un lío!". Y los líos, en este tiempo de rastro y trueque, sólo se organizan a cambio de algo.
Al concluir el juramento, el público se ha puesto en pie y ha estallado a aplaudir. Los de PP y Vox, como si fuera el Grand Prix, han dejado claro que ellos aplauden más a España que la izquierda. Han lanzado vivas al rey y a la Constitución, que se han contestado ellos mismos. Un exministro, a la salida del acto, comentaba que a la izquierda le incomoda aplaudir los símbolos nacionales. Que lo hacen por respeto, pero que no tienen costumbre.
Tanto han aplaudido los parlamentarios que han llegado a los tres minutos y cincuenta segundos de ovación. 56 menos de los que duró la reunión de Santos con Puigdemont. Felipe VI, saltándose la Constitución, ha tenido que ejercer el mando para pedir, con cara de circunstancias, el fin de las palmas.
En veinticuatro horas, Leonor lo ha visto todo. Se lo ha dicho al oído a su hermana.