Octava noche de protestas con 4.000 manifestantes en Ferraz y lanzamiento de objetos a Policía y prensa
La jornada no terminó en disturbios, aunque estuvo a punto en múltiples ocasiones. Un periodista resultó herido al rebotarle en la cara los cristales de una botella.
11 noviembre, 2023 01:52Algunos de los petardos que lanzaban los ultras por detrás del perímetro policial se convirtieron en la metáfora perfecta de lo que sucedió esta noche en Ferraz. La mayoría explotaban con estruendo, provocaban sobresaltos y carreras para evitar quemaduras. Sin embargo, otro puñado acababa diluyéndose, apagándose en el asfalto a causa de la lluvia y convirtiéndose en espejo de lo que sucedía.
La situación esta noche ha sido eso, un constante a punto de estallar… pero, al final, nada.
La sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz vivió esta noche de viernes su octava jornada consecutiva de protestas. Los manifestantes, la mayoría pacíficos y la minoría lo diametralmente opuesto, criticaron la ley de amnistía que previsiblemente se registrará el lunes en el Congreso y los pactos entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.
Unas 4.000 personas acudieron a Ferraz este viernes, según fuentes de la Delegación del Gobierno. Se trató de una pequeña muestra, apenas la mitad de los que se congregaron el jueves, la jornada más multitudinaria y que sí se zanjó con disturbios. Esta noche nada de eso sucedió, sólo hubo un detenido por desórdenes. Nada que ver con los 24 del jueves.
Las manifestaciones que se están sucediendo estos días parecen estar encontrando su propio patrón en el desorden público: las noches que suceden a aquellas en las que hay disturbios son más calmadas. Sin embargo, sí hubo momentos de alta tensión con los ultras lanzando petardos, bengalas y objetos de cristal a la Policía y a la prensa. De hecho, un periodista resultó herido al estallarle en la cara una botella de cristal que rebotó contra una pared.
La jornada empezó, como todos los días, a las 20.00 horas. Aunque Vox, que ha estado intentando capitalizar estas protestas, jaleó desde las redes sociales animando a acudir a manifestarse, ningún dirigente destacado de la formación acudió. Sólo se pudo ver al diputado y vicesecretario de comunicación del partido, Manuel Mariscal, aunque apenas participó. Fue a buscar a una persona, la ubicó, y ambos se fueron calle abajo, en dirección al Parque del Oeste.
Según explicaron fuentes policiales a EL ESPAÑOL, este viernes los recursos policiales disponibles eran los mismos que en la jornada anterior, pero no se llegaron a desplegar todas las unidades ante la asistencia de menor calibre. La Policía buscaba evitar sorpresas, como cuando el martes los manifestantes tomaron la Gran Vía, pero finalmente no hizo falta.
Al principio, la media de edad era relativamente alta y los manifestantes gritaban consignas contra el Gobierno, llamando "hijo de puta" al presidente y exigiendo que Puigdemont fuera "a prisión". Pero se pitaba a aquellos de estética ultra que podían estar acudiendo a reventar el acto.
A pesar de ello, sí que había presencia de grupos de extrema derecha como Revuelta –las juventudes no oficiales de Vox–, Libertad sin ira y Tercios Cívicos. Estos últimos enarbolaron una pancarta en la que se reivindicaba el artículo 21 de la Constitución, aquel que reconoce el derecho de reunión pacífica, y que pedía la defensa de la nación española.
Y no solo se pitaba a los ultras. También empezaron a recibir pitidos aquellos periodistas que trabajaban entre el público, especialmente los que pertenecían a medios con líneas editoriales de izquierdas. Esa hostilidad hacia la prensa ha ido en aumento en las sucesivas jornadas y este viernes vivió su colofón. Al menos hasta el momento.
Cánticos, petardos y botellas
Mientras que en las calles aledañas a Ferraz los jóvenes cenaban, se divertían y tomaban copas como si fuera el viernes que era, otro tipo de jóvenes prefería empezar a prepararse para enfrentarse a los antidisturbios so pretexto de la unidad de una España que consideraban atacada.
Estos iban, poco a poco, siendo cada vez más numerosos y sustituyendo a los manifestantes pacíficos del inicio. A pesar de que cada vez llovía más fuerte, ya apenas había señoras sujetando paraguas… estas habían transmutado en veinteañeros con bragas de cuello tapándoles las caras.
Las banderas de España se iban sustituyendo por las mismas banderas pero con el escudo recortado –porque no reconocen la Constitución–, banderas de la Legión, banderas con el águila bicéfala franquista y banderas con la cruz de Borgoña que añora los Tercios.
Los cánticos también mutaron. Del "Puigdemont a prisión" se pasó al "ni un puto mena en Madrid. Del "España es una y no 51", al "rojos a la cuneta" y del "Dónde está, no se ve, el gallego del PP" se pasó al "Felipe, masón, defiende tu nación". Entre todos ellos, "unidad nacional" se iba convirtiendo en un mantra.
A las 22.00, con puntualidad medida, llegó el aviso de que la cosa se podía poner seria. "Un petardo", le dijo extrañamente calmado un policía a otro. Nadie lo vio, pero el estruendo sí se notó. Como si fuera el pistoletazo de salida de la gresca, los antidisturbios empezaron a formar y se pusieron los cascos.
A partir de ese momento comenzó una lluvia intermitente de latas de cerveza y de botellas de cristal que reventaban contra los furgones y contra las paredes, dirigidas estas últimas a la prensa que se agazapaba en los laterales. La Policía empezó a avisar desde megafonía que no se lanzasen objetos a la línea policial y, media hora después, ya pidieron que la concentración se disolviese. A todo ello se hizo caso omiso.
Hubo un tipo de petardo que causó mucha impresión. Se trata del cohete carretilla que suelta un manantial de chispas que lo propulsa de manera intermitente, de trayectoria impredecible y cuyo estruendo al explotar es bastante notable. Los ultras tiraron proyectiles de este tipo una veintena de veces, dirigidos principalmente a los periodistas, lo que llevó a muchos vecinos curiosos a asomarse a ver qué estaba pasando.
Finalmente, no hubo nada que lamentar. También hubo un conato de quemar un semáforo que la lluvia boicoteó. Y así, la manifestación poco a poco se fue disolviendo. Al final apenas quedaban varias decenas de ultras, los más convencidos. Algunos gritaban "ni un paso atrás" a sus compañeros de armas que les abandonaban, pero era en vano. La noche no daba más de sí. Quién sabe qué pasará este sábado.