Reynés: "Los líderes deben tomar decisiones y asumir más riesgos en un contexto como el actual"
El presidente y CEO de Naturgy recibirá este lunes el premio a la trayectoria empresarial Los Leones de EL ESPAÑOL 2020 durante el acto que celebrará el quinto aniversario de este periódico.
25 octubre, 2020 02:34Noticias relacionadas
Llegamos a la sede de Naturgy en Madrid para entrevistar a Francisco Reynés. Lo primero que llama la atención es el silencio que reina en las oficinas. Excepto el equipo de seguridad, nadie más se cruza en nuestro camino hasta llegar al despacho del presidente. Son los efectos de la Covid-19, que ha transformado la forma habitual de trabajo de la compañía para hacer que la mayor parte de sus empleados trabajen de forma remota desde el pasado mes de marzo.
Se trata de una de esas transformaciones que se han acelerado por los efectos de la pandemia, explica Reynés mientras conversa con EL ESPAÑOL e Invertia. Este lunes recibirá el premio a la trayectoria empresarial Los Leones de EL ESPAÑOL 2020 durante el acto que celebrará el quinto aniversario de este periódico.
Este directivo nacido en Palma de Mallorca en 1963 ha logrado transformar, en sólo tres años, Naturgy para convertirla en un player internacional de primer nivel. Un cambio silencioso pero constante que ha servido para poner a punto la maquinaria para que la energética afronte con garantías la transición energética que se avecina. Una nueva transformación en la que habrá que trabajar y, sobre todo, arriesgar. Dos puntales clave de la gestión de Francisco Reynés quien prefiere no mirar atrás si no es para analizar cómo mejorar en el futuro.
¿Cómo se lidera una compañía como Naturgy en un entorno tan cambiante como el que estamos viviendo?
Heráclito decía que nunca te podías bañar dos veces en el mismo río. Yo creo que las compañías fluyen y los objetivos tienen que adaptarse al entorno. Esto tiene que ver con sus clientes, sus proveedores, la sociedad en donde se desarrolla, la regulación que la envuelve, la política que lo domina un poco. Y este es nuestro trabajo día a día.
Pero la pandemia ha incorporado una velocidad de cambio a la que no estábamos acostumbrados.
Si yo pudiera hablar con mi abuelo ahora y le explicara cómo era mi vida antes de la pandemia, ya creería que iba a 200 por hora (risas). Lo primero que hay que tener claro es que se lidera desde la colectividad, no desde la individualidad. Cuando hay cambios tan rápidos y relevantes, el liderazgo individual es muy peligroso, porque uno se puede perder muchas lecturas de lo que pasa. Es decir, un liderazgo grupal permite tener mucha más capacidad de análisis.
La inversión privada será clave en la recuperación, no podemos fiar todo al sector público
Por lo tanto, una de las claves es que los comités de dirección tienen que ser fuertes, estar unidos, participar de la misma visión, los mismos valores y estar comprometidos al máximo.
La segunda parte es que el liderazgo actual en un entorno tan cambiante tiene que ser humilde. Un líder tiene que estar dispuesto a rectificar, pero también tiene que ser valiente, tomar decisiones.
Pero tomar decisiones en un mundo tan cambiante puede provocar que el líder se equivoque y, por tanto, opte por la prudencia.
Lo que no puedes pedirle a un líder es que con la excusa de todos estos cambios no tome decisiones. Hay que tomarlas y, además, ahora hay que asumir más riesgos. El filósofo Spinoza tenía una frase que decía: “Sólo tengo miedo a llegar a tener miedo”. Hay que aplicarla, evitar tener miedo y tomar decisiones.
Claro que te vas a equivocar, ya lo sabemos. Se trata de que el neto entre aciertos y equivocaciones compense, pero el liderazgo actual requiere de muy poco miedo y mucha humildad. Estamos en un mundo en donde humildad y valentía tienen que formar parte de la misma moneda.
Durante otras épocas el liderazgo podía descansar un poco y esperar y dejar que el entorno arreglase las cosas. Hoy en día esta opción no existe. Primero porque hay mucha competencia y va muy rápido. Segundo, porque los cambios están inmersos en mucha volatilidad y pueden ser más erráticos.
En lo que parecen haberse puesto de acuerdo todos los líderes durante estos meses es en dar un paso al frente. Al contrario de lo que ocurrió en la Gran Crisis, en esta ocasión las empresas han decidido ponerse en primera línea y ayudar a mitigar el impacto que los efectos de la Covid-19 podían tener en la sociedad.
Creo que es momento de poner ese trabajo en valor. En un momento en el que las empresas estaban muy cuestionadas por los modelos sociales, la problemática económica, etcétera, lo que la pandemia ha generado y ha demostrado es el compromiso social de las grandes compañías.
Y no hablo de Naturgy, también de Iberdrola, Telefónica, CaixaBank, Banco Santander… Es decir, la pandemia generó la posibilidad a las grandes corporaciones de este país demostrar que éramos personas, que no sólo somos ejecutivos obsesionados con métricas financieras, sino demostrar que somos capaces de traducir problemas e implementar medidas que, sin un objetivo claro ni una traducción clara en beneficio económico, simplemente ayudan a la sociedad de diferentes formas.
Esta es la única cosa positiva que puedo decir de la pandemia, pero necesitábamos algo para demostrar a todos que no somos unos puros mercenarios por el beneficio o por la acción.
Estamos en un momento clave para la recuperación económica. El Gobierno apuesta por una V asimétrica, aunque los confinamientos pueden poner en jaque las previsiones, ¿cómo será la recuperación?
Si supiera esto no estaría aquí (risas). Es evidente que a finales de este año estaríamos con una caída de la actividad económica de doble dígito en términos de calidad del Producto Interior Bruto. Hay varias proyecciones: desde el -11% hasta el menos -14%. Qué más da. Es una caída tan relevante y además, la más importante desde que tenemos datos económicos modernos, que ya es irrelevante que sea del -12% o -14%, es muchísimo.
Además va a impactar en sectores que tienen un peso muy relevante de la fuerza laboral: sector servicios y, en concreto, en el sector servicios asociado al consumo y al ocio, que es donde hay menos inversión y en su cuenta de resultados el empleo es muy importante. Por lo tanto, no solamente será una caída notable a nivel de contracción del Producto Interior Bruto, sino también en los efectos en el empleo.
Los ERTE podrían convertirse en el salvavidas de muchas empresas, y además están considerados como uno de los planes estrella de esta pandemia. ¿Hasta cuándo cree que deberían mantenerse?
Los ERTE han sido una solución a un problema coyuntural. Bakunin decía en su libro “La revuelta permanente” que ‘cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano, es la revolución’. Habría que preguntarse cuánto de extraordinario y cuánto de cotidiano tendrá esta situación.
El miedo lo hemos de vencer siendo realistas, y eso es que o cambiamos o la languideceremos poco a poco
El ERTE es una buena solución para suplir la falta de necesidades de empleo durante un cierto tiempo pero el problema es que si se prolonga ya es un ERE pero no pactado, sino una solución subsidiada. Y esto tiene un impacto en las cuentas macroeconómicas igual que si hubiera habido un desempleo estructural. Lo relevante es que el ERTE dure lo que tenga que durar para mantener un tejido productivo y laboral, y que se hagan las reformas que se tienen que hacer como concepto de negocio para que la gente pueda volver lo más rápido posible a trabajar.
No me olvido… La recuperación será en V asimétrica, en W, en L...
Lo que espero es que los planes que se han puesto en marcha, tanto por parte de la administración española como por parte de Europa, sirvan para reactivar la economía rápidamente. En función de cómo se implementen y de su velocidad, podremos hablar más de una V asimétrica o de una U que de una L. La L sería un escenario catastrófico porque sería entrar en una estabilización del problema durante mucho tiempo y hay que evitar ese escenario.
Creo que la administración española está enfocada en que así sea tanto en los planes de reactivación económica como en las ayudas de Europa. Y para mí, lo que es clave - aparte de definir si es una V, una W o una U- es que estos planes y los fondos para incentivo a la inversión lleguen lo más pronto posible y que estén acompañados por inversión privada.
La inversión privada va a ser clave en esta recuperación. No podemos fiar todo al sector público porque nos encontramos con unas finanzas públicas que, ya prepandemia, tenían sus limitaciones. Por tanto, hemos de pensar que los fondos públicos, vengan de donde vengan, no serán suficientes y tendrán que estar complementados con inversión de las empresas.
Es decir, ¿Europa nos sacará de la crisis?
Europa es una parte de nosotros. Esto de pensar que Europa es un tercer actor es como el que espera que venga un milagro de Lourdes, Fátima o algún otro sitio. No hay que pensar que Europa saca a España de la crisis. Hay que pensar que el proyecto europeo del cual forma España tiene que hacer de Europa un lugar mejor, obviamente más sostenible, más tecnológico y más competitivo.
Pensar que Europa es un agente externo yo creo que ha sido un error desde que formamos parte del proyecto europeo. De la misma forma que Europa ayudó a España a converger con respecto a otros países, hoy en la Unión Europea hay otros países que tienen ganas de llegar al nivel de prosperidad y de riqueza que tiene España.
De momento lo que sí tenemos claro es que la Unión Europea ha destinado 140.000 millones de euros para la recuperación en España. Un dinero que vendrá si se validan los proyectos que se presenten para transformar la economía, ¿cuál es la idea de inversión que tienen en Naturgy?
Los dos grandes ejes de necesidad de inversión son los que tienen que ver con la transición energética y los objetivos del Green Deal 2050. En Naturgy, tenemos tres grandes objetivos: renovables y almacenamiento, redes e hidrógeno, dentro del grupo de gases renovables.
El tercer eje tiene que ver, y este es transversal a todos los sectores, con la evolución tecnológica asociada a la digitalización. Esto incluye la gestión de datos y poner al cliente en el centro fundamental de la ecuación de valor de las compañías.
A ello hay que sumar la digitalización de las redes de distribución. Hacer ese proceso de forma rápida sería muy bueno para el país porque gracias a ello se podrán fomentar proyectos como, por ejemplo, el autoconsumo.
Esas ayudas europeas quieren incentivar sobre todo proyectos de innovación, por lo que los proyectos de hidrógeno encajarían en los planes. ¿Sabe ya cómo se puede acceder a esas ayudas?
No, pero nuestros proyectos ya los tenemos pensados y cuantificados. El gran reto es pasar de la potencia al acto. El movimiento, según Aristóteles. Es decir, el gran desafío que tenemos es que todas las ideas que se planteen se concreten en proyectos reales que sean susceptibles de ser aprobados.
Tenemos que estar convencidos de que vamos a hacer lo posible para que ocurra. Las empresas, la administración, los asesores, etc. Si no logramos proyectos concretos, Bruselas no los va a homologar. Esto no es una línea de crédito, las ayudas serán como una certificación de obra que solamente te pagan cuando confirmas que lo has hecho.
La administración tienen que ayudar y trabajar por la transición energética en vez de poner problemas
Y dentro del sector energético, ¿en qué sentido deben ir las propuestas?
Hay que intensificar aquellas que sean compatibles con la transición energética y con la reducción de gases de efecto invernadero. Nuestras alternativas se encuentran en una mayor ambición de proyectos de biogás y de hidrógeno, así como en almacenamiento.
Como españoles debemos intentar que la mayor parte de los proyectos que se financien con fondos europeos se hagan con recursos propios. Es decir, que el tejido industrial español de pymes también se beneficie al ser subcontratado por nosotros.
La gran desgracia ocurriría -y eso pasa en algunos sectores- si se reciben las ayudas y se van otra vez porque toda la parte industrial y de desarrollo no se hace aquí. Es decir, si va a proyectos sectoriales en los que España simplemente realiza una actividad dentro de la cadena de valor bastante menor.
Pero ¿tenemos un tejido empresarial lo suficientemente competitivo como para evitar que algunos sectores decidan irse fuera?
España siempre ha gozado de dos ventajas competitivas muy relevantes y de dos desventajas. Estas últimas han sido la rigidez estructural de su mercado de trabajo y la productividad. Y diría una más, la estructura de capital de las pymes. Éstas, que son parte muy relevante del tejido industrial del país, tienen una estructura de capital débil que sufre rápido los vaivenes de la economía.
La rigidez del mercado de trabajo supone que cuanto más necesidad de transformación requiere una economía o un sector productivo, tenemos menos flexibilidad asociada a las relaciones laborales si lo comparamos con otros mercados más competitivos. La productividad es muy pertinente porque la economía está globalizada y porque nuestro mercado más importante como competidor es el mercado europeo, en donde hoy por hoy la falta de competitividad y productividad ya no se pueden resolver con las monedas nacionales, porque tenemos todos la misma.
El problema es que esta transformación en la que estamos inmersos va a tener un gran impacto en la fuerza laboral, ¿tendrá también su repercusión en el sector energético?
No tiene por qué. Obviamente el sector energético, como todos los sectores industriales, tiene capacidad de hacer las cosas de una forma más eficiente, de automatizar y digitalizar procesos, etc. Es decir, necesitará de una adecuación tanto de la fuerza laboral en términos de tamaño como en términos de capacitación. Pero por otro lado, todo lo que puede ser el crecimiento en nuevas tecnologías, en capacidad en generación probable, en nuevos gases más amistosos con el medio ambiente, etcétera, puede requerir o requerirá una necesidad de mayor comprensión.
Son dos ecuaciones que son relativas. En algunos aspectos decreces y en otros creces. Lo que sí es verdad es que la fuerza laboral en nuestro mundo va a tener que cambiar mucho, tanto a nivel de capacidades, como formación, actitud… en todo. Vamos a tener que transformarnos empezando por las relaciones entre la compañía y sus empleados. Los convenios colectivos, por ejemplo.
¿De qué manera se tienen que ir transformando esas relaciones?
Tendremos que adaptarnos a una nueva realidad más digital, más verde, más automatizada, con especial atención al cliente. Hemos de abandonar el concepto del abonado y elevar el concepto de cliente gracias a que podemos gestionar y tratarlo mucho mejor gracias a las nuevas tecnologías.
Hay que intentar que la mayor parte de los proyectos que se financien con proyectos europeos se hagan con recursos propios
Y esa relación entre empresa y trabajadores ¿es percibida de igual manera por direcciones y sindicatos?
Claro que no, es algo que ocurre en todo el sector productivo español. La transformación de las empresas y de los sectores implica un cierto miedo porque lleva asociado riesgos. Es evidente que la transformación ocurre cuando la evolución ha sido insuficiente. Sobre todo si comparamos lo que le ha pasado a la compañía y su entorno. En este sentido, el miedo se apodera de nosotros y el miedo es siempre el principal freno a la evolución de las situaciones.
Aquí también hay un cierto temor a hacer cosas diferentes, pero el miedo lo hemos de vencer siendo realistas. El realismo hoy es que o cambiamos o languideceremos poco a poco.
Si miramos al sector energético y los efectos que la pandemia está teniendo sobre él, ¿cómo está evolucionando el consumo energético de gas y de electricidad?
La demanda energética ha caído y no se recupera a la velocidad que debería recuperarse. Eso dependerá de muchos factores y la mayor parte no los controlamos nosotros.
El primero tiene que ver con la demanda asociada al consumo final de bienes y servicios. En momentos como este se producen cambios que pueden ser considerados estructurales y otras veces coyunturales. Para definir los estructurales es demasiado pronto, pero ya hay quien los prevé. Yo no soy tan visionario, pero tengo claro que si son coyunturales van a durar más tiempo porque es evidente que estamos frente a un segundo rebrote.
Además, se están tomando distintas medidas para luchar contra la pandemia, pero todas van hacia una cierta contracción de la movilidad de las personas y de la actividad económica. Da igual que sea con toques de queda, con confinamientos parciales, o con cualquier otro tipo de restricción. En el fondo lo que se hace es restringir la potencial demanda.
¿Dónde más está sufriendo el sector energético? ¿En el consumo eléctrico o más en el gas?
La caída más importante ha sido en gas industrial, y la menos apropiada en consumo eléctrico, en el sector doméstico, pero en todos los tramos la demanda no se sitúa en los niveles de años pasados.
Esta pandemia coincide en el tiempo con la transformación de nuestro sistema energético. ¿La transición que ha planteado España y los objetivos para 2030 son ambiciosos o realistas?
Creo que al principio pensábamos que no eran realistas, pero ahora podemos decir que probablemente la propuesta de España es la más ambiciosa de Europa, y además se puede lograr. Pero para conseguirlo se necesita una tercera condición: que las administraciones ayuden y trabajen para que ocurra y, en vez de poner problemas, ayuden a encontrar soluciones. Sobre todo a nivel de los permisos, de las pruebas… soluciones y rapidez en los trámites.
Seamos realistas en los pasos. Siempre hablo de una transición ambiciosa pero realista, porque si nos quedamos sólo en la parte de la ambición o bien tendremos que pedir mucha subvención, o no llegaremos a hacer más que pequeñas cantidades por aquello de que no quede por nosotros. Si de verdad queremos ayudar a rebajar la factura medioambiental del país, hay muchas cosas que se pueden empezar a hacer de una forma masiva y rápida.
Naturgy está haciendo una apuesta muy fuerte en los últimos años en el desarrollo de renovables. El sector está en plena ebullición, ¿cree que hay una burbuja renovable?
Hay que distinguir entre lo que es la valoración de las compañías de la necesidad del negocio. Como industriales no participamos ni nos vemos afectados en nuestros planes por las valoraciones coyunturales de los negocios. Como inversores industriales que somos, no estamos sujetos a la especulación de la compra y la venta. Miramos las renovables como un deber porque es un compromiso con la transición y porque aún no tenemos generación renovable suficiente y, en cambio, nos sobra capacidad de generación convencional.
La pandemia ha puesto de relieve el compromiso social de las grandes compañías
Que estén sobrevaloradas o no a nivel del mercado no nos preocupa. Nuestro objetivo no es especular con nuestros proyectos de renovables. Quizás nos perjudica porque en algún momento nuestras propuestas pueden no ser competitivas frente a otros que quieren sacar provecho o beneficiarse de otra forma. Pero, en mis treinta y pico años de profesión en el mundo de la industria, he visto algunas burbujas, y siempre a medio y a largo plazo los proyectos industriales con sentido han permanecido.
Naturgy tiene 7 GW que corresponden a ciclos combinados de gas natural, ¿qué va a pasar con esa generación tradicional en esta transición energética?
Se va a adaptar. Fuimos la primera compañía que anunció que cerraría las centrales de carbón, y lo hicimos. Esta tecnología y la transición energética son dos piezas que no encajan en el puzle. Además, el carbón ya no es competitiva ni como fuente de generación ni económicamente.
Hemos acordado con el resto de nuestros socios un calendario para el cierre nuclear, teniendo en cuenta la capacidad necesaria para que España no corra riesgo de corte de suministro y se mantenga la senda de la transición. Gracias al desarrollo tecnológico de las renovables, que tiene ventajas pero que genera hipotecas a largo plazo.
Por último, están los ciclos combinados. Tienen una capacidad excesiva si miramos a largo plazo, aunque a corto son garantía de éxito de las renovables. Éstos tienen que dar apoyo para estar seguros de que siempre habrá una energía de respaldo, y tiene que haberlo porque cualquiera de los tipos de generación renovable (agua, viento o sol) ni son estables ni están garantizados.
Siempre habrá luz, siempre habrá agua y siempre habrá viento, pero puede coincidir que las necesidades de producción no sean en el mismo momento las mismas que las disponibilidades del recurso. Y para eso el sistema debe tener una garantía de soporte, que es la que dan los ciclos combinados.
Sin embargo, viene pisándole los talones el almacenamiento en todas sus modalidades, y en algún momento puede que tengan que competir por ver quién ofrece ese respaldo, entonces, ¿cuál será el papel de los ciclos?
Los ciclos combinados pueden también alinearse con la transición energética, porque están preparados para trabajar con gases renovables, incluso con el hidrógeno. Por lo tanto, pensar que el ciclo combinado per se es una mala tecnología como backup del sistema no es preciso, porque partimos de la base de que esa tecnología lo es con las dificultades que tiene hoy.
Pero es que el mañana de los ciclos puede ser más amistoso y sostenible. Estoy convencido de que tendrán su papel, sobre todo si se tiene en cuenta que las nucleares tienen un calendario de cierre en 2035. No olvidemos, además, que el almacenamiento en baterías para cantidades de energía que podamos fijar en kilovatios está resuelto, para gigavatios no, y para teravatios le falta mucho.
Respecto al hidrógeno ¿cuál va a ser el papel que jugará el hidrógeno verde en el futuro en Europa?
Es cierto que el hidrógeno verde tiene mucho más sentido a largo plazo, pero además de ser sostenible, debe ser viable en términos económicos. Por ejemplo, se debe producir en los momentos en los que el coste de producir energía renovable sea cero o casi cero y cuando sobre energía, es decir, cuando haya excedentes.
En Naturgy hemos iniciado el proceso para construir la primera planta donde pretendemos integrar la generación de renovables con la generación de hidrógeno. Se ubicará en La Robla, que encima cumple con una tercera condición que es resolver el problema de la transición justa, entendiendo la transición justa como la solución al problema de las personas de hoy y del mañana de las zonas donde antes había centrales de carbón.
Entendamos que el hidrógeno tendrá que ser fabricado de una forma mucho más intensa y tendremos que buscar ubicaciones donde coincidan todas las necesidades para que el hidrógeno se fabrique. Las plantas de generación de carbón se construían en sitios poco visibles, donde hubiera agua porque la necesitaban para las turbinas y que estuvieran cerca de las minas de carbón o con logística de acceso para el carbón.
Ahora si tienes que montar una planta de energía renovable allí, igual no hay luz o no hay viento, o si hay, a lo mejor no pasa ningún río. Hay que estudiar que sirvan los recursos naturales para poder transformar esa planta en otra que produzca hidrógeno.
El hidrógeno es el gas del futuro no solo para movilidad, sino que en la red actual de distribución de gas se puede utilizar el hidrógeno mezclándolo con gas natural. Con ello, se estaría reduciendo una parte de las emisiones de CO2.
Hemos hablado largo y tendido de los planes de la Unión Europea, pero no olvidemos que tenemos a la vuelta de la esquina las elecciones en Estados Unidos, ¿cómo influirá el resultado en las política europeas?
La presidencia de Estados Unidos es relevante para todo el mundo en mayor o menor medida. Para Europa es bastante importante si tenemos en cuenta que estamos viviendo dos situaciones a la vez. No sólo va a cambiar o no la presidencia de los Estados Unidos, sino que va a haber un Brexit que puede ser más convulso o menos convulso.
Un líder debe tener un liderazgo grupal, porque así hay mucha más capacidad de análisis
Teniendo en cuenta la natural tendencia de los americanos a establecer alianzas preferenciales con las Reino Unido, en función de cómo sea el Brexit así se hará, pero Europa no deja de ser un aliado natural comercial de los Estados Unidos. Independientemente de quién gane, irá mejor el resultado que fomente un espíritu de colaboración comercial mayor del que ahora existe.
Pero tendrá una repercusión en las políticas climáticas, los dos candidatos a la Casa Blanca tienen posturas opuestas.
EE. UU. no es contrario al cambio climático. En el tema del cambio climático, excepto un reducto pequeño de negacionistas, no hay nadie con educación, cultura y buena fe que quiera dejar un mundo peor a las generaciones que lleguen. Lo que hay que cuestionarse es qué tipo de incentivos se ponen para lograr estos compromisos.
Una demostración más de que el negacionismo no ha ganado, sino que hay un compromiso por las futuras generaciones, es que todo lo que ahora se llama el ESG (criterios medioambientales, sociales y de gobernanza empresarial), que antes podían parecer una especie de entelequia, ahora se han convertido en un vector estratégico de dirección en la valoración del performance de las compañías y que además muchos inversores internacionales lo consideran tan relevante como los aspectos de reporting financiero.
Otro ejemplo, el mercado de los derechos de emisión en Europa. Fue un paso adelante que no siguieron el resto y que desequilibraron unas condiciones que deberían haber tenido todos por igual. Cuando se firma el Protocolo de Kioto 1996, China dice se sumaría el día que estuviera al mismo nivel de desarrollo que los países llamados del primer mundo.