Siete años de El Español: las siete plagas de España en 14 interrogantes
¿Quién nos iba a decir que viviríamos siete plagas en siete años: la guerra, la pandemia, la sequía, la crisis, la corrupción, el nacionalismo y el populismo?
30 octubre, 2022 02:19¿Quién iba a decir hace siete años, cuando EL ESPAÑOL salió al encuentro de los lectores, que la vehemente Susana Díaz, recién elegida presidenta andaluza con los votos de Ciudadanos, sería hoy una senadora más en Madrid, que mira de reojo la mayoría absoluta de un hombre tranquilo, de nombre familiar, Juanma, y de apellido Moreno?
¿Quién iba a decirle también a José Antonio Griñán, al que se le acababa de abrir una investigación judicial —como a tantos otros políticos— por el caso de los ERE, que ahora estaría esperando un indulto del Gobierno?
¿Cómo podía imaginar Felipe VI todo lo que verían sus ojos: un presidente en funciones (Mariano Rajoy) que tras ganar las elecciones rechaza su invitación para presentarse a la investidura; una hermana (la Infanta Cristina) convertida en el primer miembro de la Familia Real en la Historia de España que se sienta en el banquillo ante un juez; un golpe en Cataluña que le obliga a salir del Palacio Real en defensa de la Constitución y la unidad de España; un padre (Juan Carlos I) que abandona el país y se instala en los Emiratos Árabes por la presión política y social; un Gobierno, en fin, plagado de ministros que gustan de sacar brillo a la guillotina republicana?
¿Dónde estaba escrito que Convergència i Unió, el partido de la burguesía catalana por antonomasia, acabaría hermanado con formaciones antisistema, incendiando la calle y las instituciones, votando por la independencia y poniendo en desbandada a centenares y centenares de empresas, con su presidente (Carles Puigdemont) huyendo en el maletero de un coche para acabar, desorientado, en la soporífera Waterloo, mientras el viejo patriarca, Jordi Pujol, malviviría sus últimos años en la charca del tres por ciento? ¿Alguien habría imaginado que un registrador de la propiedad disolvería el Parlamento de Cataluña y destituiría al molt honorable, a todo su gabinete y a los altos cargos de la Generalitat?
¿Cómo figurarse que Pablo Casado, el primer presidente del PP elegido por las bases, habría de perderse persiguiendo fantasmas en Madrid, mientras Isabel Díaz Ayuso se ganaba a las masas de aquí y de allá al grito de "Comunismo o libertad", a la espera de que Alberto Núñez Feijóo escacharrara el refrán de que hay trenes que sólo pasan una vez en la vida?
¿Acaso no habría sido tomado por loco quien osase aventurar en 2015 que sería vicepresidente de España un activista del 15-M, Pablo Iglesias, el hombre que loaba a Fidel, que ambicionada "dirigir una televisión pública", que igual alentaba caceroladas contra la Monarquía que puntapiés a los polis, el mismo que decidiría un buen día salir del despacho al grito de "No pasarán" para "luchar contra el fascismo", con el resultado de acabar quinto en las elecciones madrileñas, por detrás de Vox, y cuarto en su amado barrio de Vallecas?
¿Quién intuyó siquiera el advenimiento de Santiago Abascal, el azote de la "derechita cobarde", cuña de la misma madera popular, inmortalizado en "la foto de Colón".
¿Cómo diantres presentir que surgiría una estrella fugaz como Albert Rivera, capaz de firmar con Podemos el acta de defunción del viejo bipartidismo, capaz también de mirar por encima del hombro al PP, para, en un visto y no visto, dejarse en el camino dos millones y medio de votos en las urnas y 47 escaños en el Congreso de los Diputados?
¿Quién habría apostado por que Rajoy acabaría tomando güisquis una tarde de verano, derrumbado, mientras a kilómetro y medio del restorán perdía la primera moción de censura de la Democracia; él, que había insuflado bríos al mismísimo Bárcenas: "Luis, sé fuerte"?
¿Quién le habría dicho a la familia Franco que su antepasado acabaría saliendo por los aires del Valle de los Caídos (hoy Cuelgamuros) y que estaría más presente en el debate político de lo que lo estuvo en sus peores tiempos?
¿Quién nos iba a decir que viviríamos siete plagas en siete años, obscenamente revueltas para generar incertidumbre y caos: la guerra, la pandemia, la sequía y los incendios, la crisis, la corrupción, el nacionalismo y el populismo?
¿Quizás el atrevido CIS de Tezanos podría haber atisbado que Pedro Sánchez, tras su muerte y resurrección como líder del PSOE, llegaría en andas a la Moncloa a hombros de Arnaldo Otegi y Oriol Junqueras, para, con el menor apoyo de todos sus antecesores en la Moncloa, aprobar, uno tras otro, los Presupuestos de cada ejercicio?
¿Algún vidente habría augurado siete años atrás que la socialdemocracia española acabaría asumiendo el "impuesto a los ricos", el impuesto a la banca, el impuesto a las energéticas, el "stop desahucios", la subida del salario mínimo y del ingreso mínimo vital, la Ley Trans, la Ley de Eutanasia, la Ley del sí es sí, el lenguaje inclusivo, el discurso de los "hombres con puro" y el de "los cenáculos madrileños", la Ley de Memoria que alarga el franquismo hasta 1982 y que contabiliza más fosas que en Camboya, el sermón del "dumping fiscal" y la "armonización fiscal", los indultos a los condenados de sedición, la rebaja del delito de rebelión, la oficialidad de selecciones deportivas vascas o la eliminación del 25% del castellano en las aulas catalanas?
Y lo más importante y lo que hoy nos trae aquí: ¿Quién podía intuir que EL ESPAÑOL de Pedro J. Ramírez sería, en siete años, el periódico más leído de España?