El Arco de Constantino, al lado del Coliseo, y al fondo el Coloso de Sol.

El Arco de Constantino, al lado del Coliseo, y al fondo el Coloso de Sol. Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio Desperta Ferro Ediciones

Historia

Viaje inmersivo a la Roma de Constantino, una ciudad fosilizada entre la tradición y el cristianismo

Los arqueólogos Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio recrean en un hipnotizante volumen el aspecto y la época de esplendor final de la Ciudad Eterna. Una aventura para quedarse atrapado. 

29 mayo, 2024 02:04

El augusto Constantino entró en Roma por la puerta Flaminia, en la actual Piazza del Popolo, el 29 de octubre de 312, montado en un carro como vencedor y en una solemne procesión acompañado de sus fieles soldados. En el recorrido hasta el palacio imperial, exhibiendo la cabeza del usurpador Majencio ensartada en una lanza, pasó al lado del Mausoleo de Augusto, el templo de Fortuna Redux, deidad protectora del regreso de los viajes, el Ara Pacis o los arcos de Claudio y Diocleciano, para acabar realizando ofrendas a los dioses y ser aceptado como el nuevo emperador romano. El legítimo princeps se presentaba ante sus súbditos como el liberador de la tiranía.

Siendo un acontecimiento histórico de enormes repercusiones —Constantino, que llegaba al poder tras su victoria en la batalla del Puente Milvio, sería el primer césar en convertirse al cristianismo—, nunca lo habíamos poder ver de forma tan gráfica y realista. La titánica hazaña —no parecen palabras exageradas para semejante proyecto y su resultado— es obra de los arqueólogos Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio, expertos en divulgación histórica y virtualización del patrimonio. La Roma de Constantino, un proyecto que sería imposible sin el mimo y el compromiso de Desperta Ferro, es un volumen que hipnotiza solo con echar una ojeada rápida a un puñado de páginas aleatorias. 

Un auténtico viaje inmersivo a la Roma de las primeras décadas del siglo IV d.C., una radiografía (literal) de la ciudad y su época vertebrada por la figura de Constantino el Grande, como lo recuerda la historia gracias a sus virtudes propagandísticas. A través de impresionantes recreaciones en 3D de la propia urbe y de algunos de los espacios y estructuras más representativos del periodo, trenzadas y apoyadas en unos riquísimos textos con las claves de las interpretaciones académicas más recientes y multitud de curiosidades, los autores han construido un auténtico monumento en papel para conocer al detalle la última Roma esplendorosa de la Antigüedad.

La Roma de Constantino hacia el año 337.

La Roma de Constantino hacia el año 337. Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio Desperta Ferro Ediciones

"Es un libro que intenta ser una experiencia inmersiva porque el lector se va metiendo por los caminos y por las reconstrucciones y va viendo los detallitos", dice Aparicio, historiador del arte y artífice de los espectaculares contenidos de PAR - Arqueología y Patrimonio Virtual. "Eso es lo que queríamos conseguir porque además son temas que pueden ser muy complicados de explicar solo con el texto". El caso más ilustrativo, uno de los más fascinantes de todo el libro, el de los impresionantes colosos de mármol y bronce de Constantino.

De los restos de la primera de las esculturas, descubiertos a finales del siglo XV y de la que se exhibe una recreación más "conservadora" en el Palacio Caffarelli, se ha realizado una documentación 3D fotogramétrica para ejecutar una restauración virtual de su aspecto real —los investigadores plantean diversas hipótesis sobre el color, las posibles coronas que pudo lucir, el simbolismo religioso del cetro y su evolución—. La obra, que en origen habría representado al emperador Adriano y ya había sido reutilizada por Majencio, presidía la Basílica Nueva y escondía una sorpresa: estaba formada por varios materiales diferentes sustentados por dentro por una estructura de madera, ladrillo y hormigón. "No existe ninguna representación hasta ahora en 3D de una estatua acrolítica, de cómo es su interior", explica Marqués, artífice del proyecto Antigua Roma al Día.

Los tres fragmentos conservados de la estatua colosal de bronce de Constantino y su anastilosis virtual.

Los tres fragmentos conservados de la estatua colosal de bronce de Constantino y su anastilosis virtual. Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio Desperta Ferro Ediciones

La cabeza, la mano izquierda y la bola sobre la que se alzaría la diosa Victoria son los vestigios que han sobrevivido del coloso dorado, menos conocido pero igual de espectacular, también en torno a los diez metros de altura y que habría representado en un primer momento a Nerón. "Ha tenido más interés para nosotros porque hemos podido hipotetizar sobre cómo era. Esto es algo inédito que planteamos nosotros por primera vez porque el libro también es investigación", afirma el arqueólogo. "Representamos a Constantino con la corona radiada [su protector era Sol], que es como aparece en las monedas, pero también planteamos la posibilidad de que en algún momento a partir [de la conversión] de 324 cambiara la iconografía y se le pusiera la corona gemada", añade Aparicio.

[Un viaje nunca visto a Pompeya: cien objetos para descubrir los secretos de la ciudad romana]

Ciudad fosilizada

Aunque a priori no lo pueda parecer, el virtuoso y pionero proyecto esconde una ingente cantidad de trabajo de campo, desde Roma hasta Constantinopla, emulando el periplo vital del augusto. "Hemos ido a un nivel de precisión casi quirúrgico, es una verdadera investigación histórica plasmada de manera visual", confiesa Pablo Aparicio. Una tarea imposible para las más nuevas y cómodas herramientas. "Hay 0% de inteligencia artificial en el libro porque además no puede hacer esto", sentencia Marqués señalando los detalles en la imagen de portada sobre cómo están colocados los maderos del velarium del Coliseo, la policromía de un Arco de Constantino del que se ha recreado la estructura arquitectónica o que las tejas del templo de Venus y Roma eran doradas, según se recoge en fuentes antiguas. "Nada está hecho de forma aleatoria", subrayan.

Uno de esos espacios investigados a fondo es la Basílica Nueva, que todavía hoy se alza imponente sobre el horizonte de la Ciudad Eterna, entonces con una población cercana a los 600.000 habitantes. "La gente no se termina de hacer una idea de la magnitud de la estructura porque hoy en día solo se conserva la nave lateral, que es mucho más baja. En lugar de descarnada, en ladrillo, poder ver la estructura cubierta de mármoles es espectacular", señala Marqués.

Los trabajos de construcción de la basílica de San Pedro en una infografía diacrónica en la que se representan diferentes fases del proyecto.

Los trabajos de construcción de la basílica de San Pedro en una infografía diacrónica en la que se representan diferentes fases del proyecto. Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio Desperta Ferro Ediciones

Pero el origen de todo se encuentra en la reconstrucción virtual inédita que hizo Aparicio de la antigua basílica de San Pedro hace unos años. La historia de este complejo de la colina vaticana, desde su función antiguo circo y necrópolis a cielo abierto cuyas estructuras funerarias todavía se conservan —han sido estudiadas también in situ— bajo la moderna iglesia hasta convertirse en epicentro de la cristiandad, sirve como otro de los ejes conductores de La Roma de Constantino, que a la vez permite describir cómo el hombre se convirtió en el único emperador de un único imperio y con un único dios.

"Mostrar la evolución del propio Constantino en cierto modo también es mostrar la evolución de la Roma del momento y de cómo el Imperio romano acabó convirtiéndose en una cosa totalmente diferente", explica el historiador del arte y arqueólogo. Marqués, que ya abordó la figura del emperador en Fake News de la Antigua Roma (Espasa, 2019), se encarga de desmontar los bulos que todavía rodean su figura, como que era cristiano antes de la batalla del Puente Milvio y que se le apareció Dios en sueños. "Al final de su vida se creía una emanación de la divinidad, el nuevo Cristo en la tierra", contrapone. Una exitosa operación propagandística a la altura de Augusto. También explica que el símbolo del cristograma solo apareció en sus últimos años de vida y que quienes realmente lo usaron fueron sus hijos. 

Aspecto de la Vía Sacra, al alejarse del Foro Romano, a finales de 312. A la izquierda, el llamado templo del Divino Rómulo y la Basílica Nueva casi terminada. A la derecha, los almacenes de Vespasiano. Y al fondo, el templo de Venus Felix y Roma Aeterna.

Aspecto de la Vía Sacra, al alejarse del Foro Romano, a finales de 312. A la izquierda, el llamado templo del Divino Rómulo y la Basílica Nueva casi terminada. A la derecha, los almacenes de Vespasiano. Y al fondo, el templo de Venus Felix y Roma Aeterna. Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio Desperta Ferro Ediciones

El asombroso trabajo realizado a cuatro manos permite un viaje a la Roma del siglo IV mucho más vívido que cualquier ejercicio de realidad virtual. La única pega es que no se puedan ampliar las imágenes impresas ni que los autores estén disponibles en todo momento para explicar los infinitos e inapreciables detalles que han incluido, desde el ruinoso estado del campamento de los pretorianos tras su destrucción, ordenada por Constantino, hasta cómo en esta época se añadió un pórtico dorado al Circo Máximo. Texto e imágenes —de esculturas, monedas y otros objetos arqueológicos, así como retratos e infografías, además de las recreaciones— están hechos a la vez, de forma conjunta, y abordan un sinfín de temas acompañados cuadros complementarios con numerosas anécdotas.

La Roma de Constantino es una obra viva no solo por las posibilidades de modificación ante nuevos hallazgos, sino porque una de sus principales virtudes es la de embarcar al lector en una expedición en el tiempo en la propia época romana. La espectacular imagen de la portada conduce al año 315, es una foto fija del momento de la inauguración del Arco de Constantino, cuando vuelve a la ciudad para celebrar sus diez años como emperador, y en la que se revela esa alineación entre el monumento y el famoso Coloso de Nerón (en realidad de Sol), una postal que debió ser escalofriante y que evidencia la relación del gobernante con su dios protector. Los investigadores han incluido unos andamios en proceso de desmontaje que reflejan cómo se estaba borrando la imagen del Divino Rómulo, el hijo de Majencio. 

Portada de 'La Roma de Constantino'. En todas las recreaciones se incluyen personas para observar la escala y la monumentalidad.

Portada de 'La Roma de Constantino'. En todas las recreaciones se incluyen personas para observar la escala y la monumentalidad. Desperta Ferro Ediciones

El alucinante mapa desplegable de la urbe que incluye el volumen, hecho por barrios y luego armado en un archivo general, que se basa en la orografía y la planimetría arqueológica, se remonta sin embargo al año 337. "Roma no siente tanto el cambio de la religiosidad de Constantino como podamos creer. Sí, es una ciudad en la que ya están la basílica Lateranense, la primera iglesia, la de San Pedro o el Palacio Sessoriano... Pero en el centro el tradicionalismo sigue estando muy presente. Cuando Constantino se cristianiza, Roma deja de tener importancia para él, la traslada a Constantinopla. La ciudad sigue viva ya sin el emperador y el cristianismo tiene sus puntos principales, pero están en los extremos. Esta sigue siendo la Roma tradicional en su último momento", analiza Marqués. 

En el plano estrictamente arquitectónico, ¿cuál fue el legado arquitectónico de Constantino? "Su Roma es en realidad la Roma de Majencio, se aprovecha de ella", recuerda el arqueólogo. "El legado de Constantino es dejarnos la ciudad en este estado, ya no va a avanzar más monumentalmente. El hecho de que muchas de estas estructuras se hayan conservado es debido a la que ciudad se fosilizó en este punto. Constantino no construye prácticamente nada de lo que vemos aquí —su arco es un encargo del Senado—; lo que hace es renombrar la Basílica Nueva, las termas de Majencio, el llamado templo del Divino Rómulo... Hace una restauración en el Coliseo y otra en el templo de Venus y Roma".

Y su compañero añade: "El equipo de arquitectos de Constantino donde de verdad intervino y tuvo una cierta originalidad arquitectónica es en el modelo de las primeras basílicas cristianas. La Lateranense es la primera en su género, pero tiene cosas que no están desarrolladas del todo: es una nave corrida completa hasta el final mientras que San Pedro tiene ya el transepto en la parte de atrás. San Pedro, al ser el centro de peregrinación más importante de Occidente, exportó ese modelo de naves longitudinales, un ábside y una nave transversal durante toda la Edad Media a buena parte de las basílicas posteriores". Pero eso tampoco habría sido posible sin Majencio: todas estos edificios se erigieron gracias a la venta de las posesiones del tirano en Italia y el norte de África. Y ahora podemos contemplar su obra como nunca se había visto.