Batalla de Nördlingen. Anónimo del siglo XVII.

Batalla de Nördlingen. Anónimo del siglo XVII. Museo del Prado

Historia

La olvidada batalla que consagró a los Tercios españoles como la mejor infantería del mundo

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Seis horas después del inicio de las hostilidades, los hombres del Tercio español de Martín de Idiáquez seguían resistiendo en lo alto de la cota de Albuch, la colina donde se decantó la batalla de Nördlingen. Exhaustos y heridos, llevaban toda la mañana manteniendo sus puestos y defendiendo la posición, "estando firmes como si fueran paredes", según relató un cronista. Aguantaron más de una docena de embestidas de la infantería y la caballería del ejército luterano, integrado por tropas sajonas y los temibles suecos, rodeados todavía por un aura de invencibilidad. Poco antes del mediodía pasaron al ataque "desplegando banderas y callando picas", haciendo retroceder el enemigo.

"Avanzaron con paso templado, cerrados en masas compactas", relató un combatiente y testigo sueco. "Eran casi exclusivamente veteranos bien probados; sin duda, la infantería más fuerte con la que he luchado nunca". Sentimiento que corroboró un oficial escandinavo: "Nunca nos habíamos enfrentado a un soldado de infantería como el español. No se derrumba, es una roca, no desespera y resiste pacientemente hasta que pueda derrotarte". 

La jornada de Nördlingen, librada el 6 de septiembre de 1634 en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, fue un desastre para los suecos y sus aliados alemanes. En términos numéricos, registraron unos 7.000 caídos en combate y varios miles muertos más en los días siguientes a consecuencia de las heridas o la masacre desatada tras una desorganizada retirada. Otros 4.000 combatientes fueron apresados por las fuerzas hispano-imperiales, entre ellos el mariscal Gustav Karlsson Horn, que había sido lugarteniente del rey Gustavo Adolfo, y otros tres generales. Todos sus carros llenos de botín y vituallas fueron además saqueados por los vencedores.

'El cardenal-infante Fernando de Austria, en la batalla de Nördlingen'. Un retrato de Rubens.

'El cardenal-infante Fernando de Austria, en la batalla de Nördlingen'. Un retrato de Rubens. Museo del Prado

El relevante triunfo del ejército católico, encabezado por el cardenal-infante Francisco de Austria, hermano de Felipe IV, y registrado en su viaje desde Milán hasta Bruselas, desde donde debía sosegar de nuevo los dominios de la Monarquía Hispánica en Flandes, acabó con cuatro años de presencia sueca en el sur de Alemania y con el mito de su inexpugnable contingente bélico.

Liderados por el citado y para entonces fallecido monarca, los suecos habían encandenado numerosos triunfos gracias a unas innovadoras estrategias, como la introducción de la brigada en formación de flecha, cargas de caballería a la espada o la implantación de la doble salva —tres líneas de mosqueteros, unos arrodillados, otros agachados y otros en pie, para aumentar la potencia y la cadencia de fuego—.

"Como consecuencia de la batalla de Nördlingen, el mito de la invencibilidad del ejército sueco heredado del rey Gustavo Adolfo quedó roto para siempre, mientras la fama de los Tercios españoles se consolidó como la mejor infantería del mundo", expone Fernando Martínez Laínez, escritor, periodista y uno de los principales divulgadores sobre la historia de la unidad de élite de la Monarquía Hispánica, en su nueva obra, Hermanos de guerra (Espasa), libro en el que repasa las más famosas hazañas bélicas de estos resilientes y sacrificados soldados. 

Nördlingen, en cifras

En el momento de aproximarse la batalla, el ejército hispano-imperial, comandado por el cardenal-infante, un excelente militar pese haber sido criado como hombre de la Iglesia, y el rey Fernando de Hungría, futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, contaba con unos 30.000 hombres entre infantería y caballería, y 32 cañones. Las tropas protestantes sumaban unos 16.500 hombres de infantería, bien organizados, duros y motivados religiosamente, 9.300 jinetes y 54 piezas artilleras.

A la batalla de Nördlingen la llamó el conde-duque de Olivares la "más grande victoria de nuestros tiempos". El enfrentamiento tuvo lugar en las inmediaciones de la ciudad bávara homónima, una plaza de escasa importancia estratégica que estaba siendo sitiada por las tropas imperiales. Impulsados por la soberbia del príncipe Bernardo de Sajonia-Weimar —"Nuestra peor gente vale más que esa turba de españoles, y además están rendidos de cansancio por la marcha desde Milán. ¡No hay que tenerles miedo!", comentó antes del choque—, acabarían pagando con creces la decisión de no esperar la llegada de refuerzos.

El punto clave fue el dominio de la "montañuela" de Albuch. El Tercio de Idiáquez y el italiano del maestre de campo Toralto aguantaron allí arriba las feroces acometidas de la caballería y la tropa sueca más selecta, los regimientos Azul y Negro. Cuando vieron al enemigo flaquear, estos soldados saltaron de las primeras filas y se lanzaron agarrando sus picas contra el enemigo. En el choque murió el sargento mayor Diego de Bustos, alcanzado por un mosquete. Al expirar su último aliento, dijo a sus hombres: "Muero dichoso donde tanto honor se gana". Una sentencia que recogería luego Calderón de la Barca en su drama El primer blasón del Austria.

Portada de 'Hermanos de guerra'.

Portada de 'Hermanos de guerra'. Espasa

"Tras darse la batalla por ganada, Nördlingen se rindió. El rey de Hungría y Fernando de Austria entraron en ella con gran cortejo y restituyeron en la iglesia mayor el culto católico", narra Martínez Laínez. "Después, al cabo de unos días, el cardenal-infante se encaminó hacia Alsacia y continuó con el grueso de la fuerza hispana hasta Bruselas, donde entró triunfalmente a principios de noviembre. Por desgracia, moriría seis años después, víctima de las fiebres o quizá envenenado. El derrotado ejército sueco se retiró al norte de Alemania, y los príncipes y electores protestantes alemanes firmaron la paz con Baviera y el imperio". Pero la intervención de Francia propiciaría un decisivo giro a la Guerra de los Treinta Años.

Nördlingen es solo uno de los episodios que articulan la historia de los Tercios. Los hay todavía más conocidos, como Pavía, San Quintín, Castelnuovo, Mühlberg o Rocroi, y también menos, como su campaña en las Azores o el aplastante triunfo en Tuttlingen en 1643 frente a los franceses que discute el mito de su ocaso. Todos ellos los radiografía y resume el escritor en esta obra con su habitual conocimiento de la materia y prosa divulgativa.