Mosaico pavimental con decoración de gladiadores y cazadores. Siglos III-IV d.C.

Mosaico pavimental con decoración de gladiadores y cazadores. Siglos III-IV d.C. Galleria Borghese

Historia

Hispania, cuna de grandes gladiadores: estos fueron los verdaderos luchadores que fascinaron al Imperio romano

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Máximo Décimo Meridio, el personaje interpretado por Russell Crowe en Gladiator (Ridley Scott, 2000), es el gladiador más famoso de todos los tiempos. El atractivo e idealista protagonista de la película, que en un arrebato de venganza acaba luchando por liberar al pueblo romano del tirano Cómodo, era un general nacido en Hispania que cae en desgracia tras el golpe perpetrado por el nuevo emperador. Si bien no hubo un hombre llamado así, las fuentes antiguas y la epigrafía han conservado pequeñas biografías de individuos nacidos en la provincia más occidental del Imperio romano y que fueron aclamados por sus combates en los anfiteatros.

Hacia el año 187 d.C., durante el reinado de Cómodo, hubo un soldado hispano que había luchado bajo las órdenes de Marco Aurelio, "de extrema osadía, que había desertado de su puesto y había persuadido a otros a que abandonaran el servicio con él". Los legionarios se sentían abandonados por un discutido tratado de paz firmado por el nuevo césar tras las durísimas campañas militares en Germania. Quien narró este acontecimiento fue el historiador antiguo Herodiano y el nombre del protagonista era Materno.

Como había hecho dos siglos antes el famoso Espartaco, el soldado rebelde y carismático empezó con su banda a atacar ciudades, violentar cárceles y liberar presos. Pero cuando su improvisado ejército se dirigía hacia Roma para intentar acabar con la vida del emperador, alguno de sus seguidores reveló el plan a las autoridades imperiales. "Materno fue capturado y decapitado, y sus compañeros sufrieron el castigo que merecían". Aunque pueda ser una de las inspiraciones del personaje de Máximo Décimo Meridio, este hombre nunca llegó a pisar la arena del Coliseo.

Epitafio del gladiador hispano Quinto Vetio Gracio.

Epitafio del gladiador hispano Quinto Vetio Gracio. Museo Arqueológico de Nimes

No obstante, sí se conoce el nombre de varios gladiadores de origen hispano. Uno de ellos se llamaba Quinto Vetio Gracio o Grácilis. Según la inscripción de su lápida, hallada en la antigua Nemausus, la moderna localidad francesa de Nimes, en la provincia de la Galia Narbonense, murió a los 30 años de edad. No se sabe cómo, si fue durante uno de los espectáculos, conocidos como munera gladiatoria, o por cualquier otro tipo de circunstancia. Pero sí que su memoria la quiso preservar su doctor o entrenador personal, un tal Lucio Sestio Latino, artífice de la dedicatoria. 

Quinto Vetio Gracia pertenecía a los gladiadores de tipo tracio, lo más famosos y que recibían ese nombre porque vestían con la indumentaria característica de los soldados tracios. Es decir, con una pequeña parma o escudo cuadrado, pequeño y convexo, con protectores para los brazos (manica) y las espinillas (ocreae), que a menudo alcanzaban hasta las rodillas y contaban con decoración dorada, una sica o espada corta y curvada, y un casco o galea con visera y plumas y coronada por una cresta terminada en grifo. En dicho documento epigráfico se hace referencia a su natione Hispanus, es decir, procedía de algún punto de la Península Ibérica.

¿Dónde estaba la escuela?

La primera referencia sobre espectáculos de gladiadores en Hispania la ofrece Tito Livio y se remonta al año 206 a.C. en Cartago Nova, cuando el general Publio Cornelio Escipión, más conocido como Escipión el Africano, ofreció en honor de su padre y su tío, fallecidos durante los combates contra los cartagineses, un bustuarii, un combate cerca de la pira de algún cadáver para celebrar sus exequias. Desde entonces, estas luchas se hicieron habituales en todo el territorio peninsular, como da buena muestra la construcción de veinte anfiteatros —al menos documentados de forma arqueológica—.

Sin embargo, la época de mayor esplendor se registró desde mediados del siglo I d.C. hasta el III. A este periodo pertenecen casi todos los testimonios epigráficos de gladiadores que informan sobre el desarrollo y los protagonistas de los combates. Según un estudio del filólogo e historiador Mauricio Pastor Muñoz, existen una veintena de epitafios con nombres de gladiadores documentados en la Península Ibérica, de los que solo uno se ha podido identificar como hispano: un tal Sagitta. El nombre seguramente tenga que ver con la figura del sagitarius, un caso extraño de gladiador que luchaba con un arco compuesto complejo y flechas, casco cónico y una armadura de escamas. Eran certeros atacando desde la distancia, pero fáciles de derribar en el cuerpo a cuerpo.

'Pollice verso', cuadro que representa un combate de gladiadores. 1872

'Pollice verso', cuadro que representa un combate de gladiadores. 1872 Jean-Léon Gérôme Wikimedia Commons

La sede del ludus Hispanianus, la escuela de gladiadores, posiblemente estaba en la actual Córdoba, pues es la ciudad de donde proceden el 80% por ciento de los epitafios de gladiadores descubiertos en Hispania. Aunque dicha concentración de inscripciones pueda responder también al hecho de que hubieran acudido allí con motivo de la celebración de los juegos excepcionales que se realizaron con motivo de la coronación de Trajano, en el año 98.

Otro caso de un gladiador de posible origen hispano es el de Marco Ulpio Aracinto. Su epitafio, conocido únicamente por una noticia de hace unos siglos, se halló en Roma y dice que era un reciario, un tipo de combatiente muy característico que luchaba con tridente (fuscina), red lastrada de tres metros de diámetro (reta) y un cuchillo en el cinturón (pugio). Era, además, el único que no llevaba casco y por eso en su indumentaria se incluía el galerus, una protección metálica alta en su hombro izquierdo para resguardarse de los ataques laterales.

Russell Crowe, en una escena de 'Gladiator'.

Russell Crowe, en una escena de 'Gladiator'.

Según esta inscripción, el hombre sería natural de Palantia, un asentamiento de la Hispania Citerior, alcanzó el culmen de la carrera gladiatoria (palus primus) y combatió nueve veces en el ludus imperial antes de morir a los 34 años. Probablemente vivió hacia el siglo II d.C. No obstante, algunos expertos señalan que la mención a Hispania puede tener que ver con la escuela de lucha donde fue entrenado.

El arqueólogo Antonio García y Bellido también se dedicó a estudiar las lápidas funerarias de gladiadores documentadas en Hispania. En un estudio publicado en los años 60 recogía una mini biografía más, la de un tal Smaragdo, un hoplómaco, un combatiente con un equipamiento muy similar al de los hoplitas, los míticos soldados griegos: taparrabos y cinturón ancho —subligaculum y balteus—, ocreae hasta el muslo en ambas piernas, yelmo (galea) decorado con plumas y cresta, espada corta y recta y una lanza (hasta). Según el investigador, se trataría de un esclavo gaditano de familia gladiatoria desconocida recordado gracias al empeño de su esposa.