El gran desarrollo comercial del 5G se producirá principalmente, al menos en una etapa inicial, en el ámbito empresarial y de gestión de infraestructuras. La clave para ello es el impulso de redes privadas. El 5G se va a convertir en un auténtico sistema operativo, será la plataforma que articule en tiempo real y sobre la que se monten las aplicaciones, los sistemas de procesamiento en la nube, el edge computing, los dispositivos y las redes de IoT, los vehículos autónomos, los diferentes sistemas MES, ERP, CRM, los robots, en fin, todo aquello que configura lo que conocemos como Industria 4.0 (5.0 si consideramos la vertiente social). Hay mucho que innovar ahí.
En 2017, la Federal Communications Commission (FCC) de Estados Unidos dio el visto bueno a la apertura del espectro situado entre los 3.550 y los 3.700 MHz para tres tipos de uso relacionados con el 5G: el llamado Acceso Titular (3650–3700 MHz), reservado para entes gubernamentales; el Acceso Prioritario (3.550-3.650 MHz), dividido en forma de licencias (PAL) de 10 MHz asignadas mediante licitación competitiva; y el Acceso General Autorizado (GAA), que permite, desde enero de 2020, a cualquiera que lo desee, utilizar la parte del espectro que más le convenga, entre los 3.550 y los 3.700 MHz, siempre y cuando no esté asignado a un usuario superior o forme parte de un PAL licitado. Esta fórmula recibe el nombre de Citizens Broadband Radio Service (CBRS).
La iniciativa CBRS de EEUU, pese a sus limitaciones, forma parte de la ola de I+D+i desatada en ese espacio clave, el de las redes privadas de 5G, a nivel mundial. Pronto se configuró la CBRS Alliance, que tiene como socios a los grandes actores tecnológicos, industriales y TIC. Su presidente es Preston Marshall de Google y sus directores pertenecen a Nokia North America, American Tower, CommScope, Motorola Solutions, Ericsson, Intel y Boingo Wireless. Recientemente adoptó el nombre de OnGo Alliance.
Entre los países que han entrado con más determinación en la carrera por la innovación en redes privadas 5G de uso industrial se encuentra también Alemania. Como es bien conocido, en diciembre de 2019, Siemens y Bosch fueron las primeras compañías en solicitar licencia para utilizar la banda de 3,7 a 3,8 GHz. Y tras ellas otros gigantes industriales han pedido la vez.
En un informe reciente, titulado “Europe’s Capacity to Act in the Global Tech Race”, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP) insta a seguir avanzando para que las subastas de espectro no se conviertan en un factor limitante y se continúen dando las condiciones para la innovación. “Internet se basa predominantemente en una arquitectura abierta, que permite que los productos de diferentes proveedores se comuniquen entre sí y, a su vez, conecten el mundo en red. El estándar 5G en sí mismo también está abierto en principio. Sin embargo, la infraestructura que ofrece 5G no lo es”, afirma.
“La UE debe promover estándares abiertos para las redes de comunicaciones móviles”, insiste. “Si bien esto podría debilitar la posición de los principales actores de la UE en comparación con los EEUU, fortalecerá a la UE en comparación con China y permitirá una mayor competencia, lo que finalmente conducirá a redes móviles más eficientes también en la UE”.
Iniciativas como el Open-RAN deben contribuir, en efecto, a desacoplar de manera efectiva los componentes de software y hardware, “rompiendo el control oligopólico sobre la tecnología por parte de un pequeño grupo de proveedores y permitiendo una mayor flexibilidad y transparencia en las especificaciones de seguridad, así como actualizaciones más fáciles”, apunta el DGAP. Según sus estimaciones, el O-RAN generará alrededor de 2.700 millones de euros de ingresos anuales en 2024 (frente a los 59 millones de euros en 2019).
España aparece destacada en el estudio bajo la etiqueta “Inclusión Total”. Nuestra bandera se sitúa en el extremo de una línea en la que se van repartiendo las de otros países según su mayor o menor apertura a la tecnología de Huawei. “No hay ninguna prohibición contra Huawei y el operador español Telefónica ya ha comenzado a desplegar equipos 5G del proveedor chino en el país”, reza la leyenda que acompaña al nombre de España.
En realidad, la situación del mercado español es singular, porque no nos ha interesado excesivamente la batalla por la innovación de las redes privadas industriales 5G. Toda la atención se ha puesto en la subasta del espectro.
A día de hoy, los grandes operadores que venden conectividad 5G a las empresas (casi siempre, NSA, Non Standalone, que no es, que no) acompañan su oferta con un paquete de software y hardware propietario que al cliente no le queda más remedio que aceptar sí o sí. Una tecnología que, por si fuera poco, no es en su mayor parte ni siquiera del propio vendedor, porque no ha entrado en esa batalla por las patentes esenciales estándar (PES) que las empresas, por cierto, “a menudo falsifican mediante una declaración excesiva”, según el informe del DGAP.
Un software propietario, con dispositivos a medida, es la solución más sencilla para muchas pymes que no pueden permitirse diseñar una red privada 5G. Pero implica dependencia, es la forma de crear un mercado cautivo en manos de terceros para muchos años. El operador quizás se asegure más margen de ese modo que si se queda como mero ‘gestor de tuberías’, pero su nómina no deja de ser la de un comercial que además ejerce de guardia jurado.
Lo cual tiene bastante molestas a muchas empresas medianas o con un nivel tecnológico suficiente como para buscar en el mercado otras soluciones, ya sean de código abierto o de proveedores alternativos si es software propietario, que uno sabe valerse solo y no hace falta que me digas qué sistema me tengo que instalar. Y tiene cabreada también a alguna patronal TIC, que prepara argumentario al respecto. Porque no puede ser y hay que decir las cosas como son.
Habrá que ver cómo entra en este espinoso asunto el nuevo director general de Telecomunicaciones, Arturo Azcorra, hasta ahora director del Instituto Internacional de Investigación IMDEA Networks, vicepresidente del laboratorio 5TONIC y profesor en la Universidad Carlos III. Es decir, alguien que sabe de la materia. En unas declaraciones recientes ha mencionado tímidamente el tema de las redes privadas de 5G, lo cual no está mal, hemos perdido el tren de la innovación global en este tema, pero parece que nos ponemos a ello. A buenas horas.
La cuestión fundamental, y aquí es donde saltamos de la anécdota a la categoría, tiene que ver con el liderazgo de la industria como locomotora de la innovación en España y con su capacidad para influir en las políticas públicas, frente a otros sectores altamente regulados cuyos principales actores han renunciado a jugar en la liga tecnológica global. Es indudable que el poder del sector industrial en EEUU y Alemania ha sido determinante para situar las redes privadas de 5G en el lugar prioritario que se merecen, han empujado a sus ecosistemas a posicionarse en la carrera por la innovación y han preparado el terreno para el asalto al 6G.
En España, la industria dejó de marcar el paso de la política económica en la década de los 90 y así nos va. Descolgados en ámbitos clave como las redes privadas de 5G, el despliegue del coche eléctrico, la carrera de las baterías del futuro... muy volcados en los servicios, que en eso no hay quien nos gane. Sol y simpatía, a raudales.