Desde la Segunda Guerra Mundial nunca como ahora se habían entrelazado tan estrechamente la geopolítica y la tecnología. Asistimos a una crisis de la cadena de suministro global, a una fluctuación sin precedentes, en periodos cada vez más cortos de tiempo, de los flujos de demanda y de los precios, a disrupciones tecnológicas que sitúan a sectores como el automóvil y el petróleo, pilares fundamentales de las economías estadounidense y europea, al borde de una reconversión.
Hemos tenido que contener la respiración con la posibilidad de que la Administración de Joe Biden presentara default, son patentes las consecuencias del Brexit, la crisis energética convierte las bolsas de gas natural en un verdadero arsenal, cada vez más bancos centrales trabajan en monedas digitales que amenazan con provocar una crisis de depósitos en la banca comercial. Se desestabiliza América, se disparan los ciberataques, la reacción de China a la alianza Quad en el Pacífico ha llevado a la CNBC a encargar un informe basado en teoría de juegos, en el que han participado casi medio centenar de expertos, para aventurar la respuesta de la cúpula del Partido Comunista…
En el reciente 'Informe de la Comisión sobre los Impactos Geopolíticos de las Nuevas Tecnologías y los Datos' del Atlantic Council GeoTech Center, se describe el periodo 2000-2010 como la “década de las actividades antiterroristas a nivel mundial”; del 2011-2021 se dice que ha sido la “década de disminución de la confianza en el gobierno y las grandes empresas de tecnología”; y atención a lo que nos viene en el 2021-2031, es la “década de GeoTech donde la tecnología y las nuevas capacidades de datos afectarán significativamente la geopolítica, la competencia y la colaboración”.
A Courtney Rickert McCaffrey y Oliver Jones, directivos globales de Ernst & Young, les cuesta creer por eso que el 63% de los ejecutivos de Forbes Global 2000 encuestados por su consultora vean la tecnología y la innovación digital como una de las principales tendencias que impactan a su empresa, y que ubiquen la transformación digital como su principal preocupación comercial, pero clasifiquen la geopolítica en último lugar en términos de tendencias.
En el 'CEO Imperative Study', añaden, sólo el 28% de los ejecutivos apunta a la gestión del riesgo político como una de las principales preocupaciones comerciales y apenas una cuarta parte de ellos dicen que su empresa integra la gestión de riesgos políticos en una gestión de riesgos más amplia de forma regular o proactiva.
Se habla de geopolítica y tecnología en los foros que se celebran desde primavera ya de forma presencial en nuestro país, con el Plan de Recuperación del Gobierno sobre la mesa y con mucha incertidumbre sobre el posicionamiento estratégico de Europa y España en particular. Se habla no sólo de economía, sino de valores. Las instituciones democráticas han perdido el brillo de la Transición, todas, sin excepciones, la idea del sueño europeo y el liderazgo occidental se están apagando. Un tema esencial para el impulso tecnológico y el liderazgo en innovación. Preocupa.
Tiene que ser el comisario europeo de Mercado Interior y exCEO de Atos, de nuevo Thierry Breton, el que lance la voz de alarma y haga un ejercicio descarnado de autoanálisis. En el curso 'Quo Vadis Europa: hacia una UE geopolítica', dirigido por Josep Borrell y celebrado en la sede de la UIMP en Santander, Breton eligió para su discurso el elocuente título 'The Geopolitics and Technology'.
“No es solo una crisis de salud, económica y social: la pandemia también es un punto de ruptura en la forma en que concebimos nuestro lugar en el mundo”, dice. “Hemos entrado en una carrera global en la que el dominio de las tecnologías es fundamental”, porque “seamos claros: si perdemos más tiempo, serán nuestros competidores actuales –Estados Unidos, China, Corea, Japón– quienes nos venderán sus productos”.
Breton llega a sugerir la idea de “desconectar los reactores” nucleares de la red y “utilizar la energía que producen exclusivamente para hacer funcionar electrolizadores y, por lo tanto, producir hidrógeno limpio”. Recuerda que los semiconductores están en el corazón de la transformación digital y ecológica de nuestra industria y nuestra economía. “Sin embargo, Europa ha caído de una cuota de mercado del 40% en la década de 1990 al 10% en la actualidad. Necesitamos urgentemente reposicionar a Europa en esta tecnología crítica”.
"Qui fait la norme, détient le marché", sentencia Breton. “Si queremos asegurar la soberanía tecnológica de Europa en sectores disruptivos cruciales como el 5G, las baterías, el hidrógeno o la tecnología cuántica, debemos ocupar el campo del establecimiento de estándares. Debemos convertirnos en creadores de estándares y no solo en tomadores de estándares”.
El Foro Económico Mundial pidió a los miembros de Global Future on Geopolitics que ofrecieran sus puntos de vista sobre el impacto que tendrá la tecnología en la geopolítica en el corto plazo. La respuesta del director del European Council on Foreign Relations (ECFR), Mark Leonard, es demoledora en una línea similar: “El mayor desafío en torno a la tecnología es la forma en que se nacionaliza y se weaponiza [se convierte en arma]. Hay un nuevo mapa de poder en el mundo moderno que ya no se define por la geografía, por el control del territorio o los océanos, sino por el control de los flujos de personas, bienes, dinero y datos y por la explotación de las conexiones que crea la tecnología. De esta manera, toda conexión entre naciones, desde los flujos de energía hasta los estándares de TI, se convierte en una herramienta de geopolítica”.
Es un asunto de Estados porque interviene, y mucho, la cuestión regulatoria. “Estamos viendo una fragmentación de la globalización a medida que los países utilizan subsidios estatales, regulaciones, controles de exportación, listas de entidades y localización para obtener acceso a tecnologías críticas ellos mismos, mientras controlan simultáneamente el acceso de otros. A medida que la globalización se balcaniza, las empresas corren el riesgo de verse atrapadas en el medio, obligadas a planificar con capacidades redundantes o elegir entre mercados. Los consumidores se enfrentan a precios más altos. Y los Estados corren el riesgo de ser intimidados”, afirma Mark Leonard.
Lo preocupante es que la tormenta desatada remueve no sólo las aguas superficiales, sino también los cimientos, las aguas profundas, de nuestro modelo de convivencia y de intercambios económicos. De ahí que esté tan bien escogida la etiqueta GeoTech para la década que se avecina.
La mala noticia es que las pymes son parte del problema y sólo las que estén bien pertrechadas tecnológicamente tendrán la posibilidad de aguantar la avenida. La buena noticia es que las pymes pueden ser parte de la solución. Pero para ello tenemos que pensar en clave de ecosistemas y no, como decía recientemente un líder empresarial, de egosistemas.
Debe diseñarse los PERTE como proyectos colectivos de transformación (que Bruselas haya tenido que dar un toque a España por anticipar la adjudicación de una planta de baterías, apadrinada por el Rey, sin estar el plan aprobado el PERTE del automóvil siquiera, ay), y no como un mecanismo de adición de intereses individuales. En esta 'Década Geotech' la capacidad de cooperar y de unir fuerzas entre empresas, centros de investigación e instituciones va a marcar el destino de los territorios. Es una cuestión que va más allá de lo tecnológico.