La época victoriana y eduardiana ha servido de inspiración constante para generaciones y generaciones de soñadores, melancólicos, autores y personajes de toda clase y condición. También para aquellos que ven en el siglo XIX un entorno propicio para la innovación y la ciencia que nunca fue, para un futuro-pasado utópico en el que los avances técnicos y mecánicos fueron extraordinarios.
De hecho, existe toda una comunidad de personas aficionadas a esta suerte de ciencia ficción retrofuturista. Se engloban bajo el concepto global de 'steampunk', una corriente en la que podemos encontrarnos -en medio de una estética extraordinariamente llamativa- artilugios y maquinarias que de lo anecdótico nos llevan a los principios fundacionales de algunas de las tecnologías más rompedoras de nuestros días.
Es el caso de la 'máquina analítica' de Charles Babbage, inventada por este genio de las matemáticas y la mecánica. Quizás les suene, quizás no, pero este británico está considerado como el padre de la informática. Y es que, mucho antes de los 'mainframe', de los ordenadores personales, de Commodore, Spectrum o los Atari, ya había antecedentes 'steampunk' que nos traído en volandas hasta hoy.
Esta máquina de propósito general no tenía ningún componente electrónico, por motivos obvios, pero sí incluía muchos de los elementos que hoy forman parte de cualquier ordenador: desde el uso de un lenguaje parecido al 'ensamblador' de la actualidad hasta su capacidad de ser programada para realizar toda clase de acciones y ejecutar distintas instrucciones.
Pueden argumentar lo tosco de esta innovación: apenas 1.000 números de 50 dígitos de almacenamiento, un funcionamiento a base de máquinas de vapor y unas dimensiones demasiado voluminosas (10x30 metros). Tan compleja -y costosa- era esta máquina analítica que Charles Babbage no fue capaz de terminar su invento en vida, sino que sería su hijo -primero- y el Museo Británico -después- quienes terminaran su obra.
Ya sea en desarrollos como éste o en la plasmación de esta estética e inspiración en libros como Leviathan (Scott Westerfeld), Boneshaker (Cherie Priest), Koji Neon (Paco Bree) o los grandes títulos de Dickens, todo lo relacionado con lo 'steampunk' es fuente de pasión, motivación y caladero de futuras innovaciones. Una buena prueba más de que la historia no es solo algo que quede registrado en los libros, sino un organismo vivo esperando ser reimaginada para cobrar un nuevo sentido.