Dicen que la curiosidad mató al gato, y puede ser cierto, pero no menos cierto es que la curiosidad nos ha traído a donde estamos hoy: al siglo XXI de la inteligencia artificial generativa; del metaverso; de la computación cuántica; del blockchain y las criptomonedas; de las ciudades inteligentes; de los coches eléctricos conectados, que prometen una movilidad sostenible; de las energías renovables y de tantas y tantas cosas.
La curiosidad tiene un efecto espiral, cuanta más curiosidad tenemos más descubrimos, y cuanto más descubrimos más fuerte somos (en conocimiento y capacidades) y más herramientas creamos para seguir investigando y poder responder a nuevas preguntas, que las respuestas anteriores nos han generado. Por este motivo, la evolución que estamos viviendo no es lineal, sino exponencial. Los superpoderes que tenemos no paran de crecer.
Pero cabría preguntarnos ¿qué hacemos con estos superpoderes? ¿Cómo estamos enseñando en las escuelas, las Universidades y las empresas a utilizarlos bien?
Es curioso, que cuando somos niños todos tenemos una gran curiosidad por todo lo que nos rodea y no paramos de hacer preguntas, pero según vamos creciendo, esa curiosidad se va perdiendo, nos vamos acomodando y aceptamos cualquier respuesta, aunque a veces sepamos que no es la mejor, pero es la que todos dan por buena.
Creo, que teniendo en cuenta toda la tecnología que tenemos a nuestra disposición hoy, los tres factores claves para seguir avanzando, personal y profesionalmente, son: el fomento de la curiosidad; el conocimiento de los superpoderes que la tecnología nos ofrece y el atrevimiento a retar el statu quo (“esto siempre se ha hecho así”). Dicen que la mejor formar de predecir el futuro es creándolo.
Existe un debate en la educación, sobre todo en la primaria, sobre si los dispositivos digitales son buenos o malos. Creo, que son fundamentales, siempre y cuando se utilicen de forma correcta, con un aprendizaje basado en proyectos que desarrolle la curiosidad, el conocimiento de la tecnología y el pensamiento crítico. Una enseñanza basada en potenciar las capacidades, el talento y la autoestima, para crear una sociedad más formada, informada, crítica e innovadora.
La tecnología (todo tipo de tecnología no solo la digital,) no puede ser un problema para la humanidad, la tecnología es la responsable de los avances que estamos viendo y viviendo.
Si queremos potenciar en España la innovación, el emprendimiento o el intraemprendimiento, necesitamos cada vez haya más personas que vuelvan a ser curiosas, que conozcan bien la tecnología y sepan cómo aplicarla, y que se cuestionen si lo que están haciendo lo están haciendo bien o se puede hacer mejor. Todo esto se consigue a base de formación continua en esas tres áreas claves. Todavía estamos a tiempo de “aprovecharnos”, en el buen sentido de la palabra, de los Fondos NextGen EU y del Plan Nacional de Competencias Digitales o el Kit Digital.
Es verdad, que el espíritu innovador no es suficiente para cambiar las cosas, porque los innovadores se enfrentan al gran reto de la resistencia al cambio, y en este ámbito, de momento, la tecnología no ha llegado a ser tan eficaz.
Hace muchos años en una conferencia sobre innovación escuche una argumentación que me impresionó y me hizo reflexionar. Decía que en las empresas hay dos tipos de personas los locos y los conspiradores. Los conspiradores son los que quieren cambiar las cosas y no lo cuentan (las hacen sin avisar), y los locos son los que quieren cambiar las cosas y lo cuentan. Estos últimos tiene grandes posibilidades de fracaso ya que todo el mundo se pondrá en contra de ellos y el cambio nunca se producirá, o se producirá a medias, lo que puede ser incluso peor.
Si alguien ha llegado hasta aquí y se pregunta si todo esto es necesario, basta con dar algunos datos en cuanto a estado de innovación en España. Entre las 10 polos de innovación en ciencia y tecnología más importantes del mundo, según Global Innovation Index, los cinco primeros están en Asia: 1 en Japón ( Tokio-Yokohama), 3 en China (Shenzhen, Beijing y Shanghái ) 1 en Corea(Seúl) .Entre las 100 primero polos solo hay una ciudad española, Madrid, en el puesto 48 (bajando una posición).
Conclusión, podríamos / tendríamos que hacer mejor la cosas en Europa y en España, sino queremos poner en peligro nuestro estatus actual. La innovación genera cultura, riqueza, industria y estado de bienestar. La innovación nace de las personas potenciadas el ecosistema que les rodea. Si el ecosistema es favorable la innovación crece. Mejoremos el ecosistema empezando desde las escuelas, las universidades hasta llegar a las empresas, las administraciones y la sociedad civil en su conjunto. Abracemos la tecnología, la cultura y el pensamiento crítico. Innovemos siempre y a cualquier edad. Imagínense si personajes cómo Einstein, Oppenheimer o Severo Ochoa hubieran tenido a su alcance la tecnología actual.
Puede que el gato muriera por la curiosidad, pero la humanidad ha sobrevivido y se ha desarrollado gracias a esa curiosidad. Volvamos a ser curiosos, a hacernos las preguntas adecuadas una y otra vez y a buscar las respuestas haya donde estén. La innovación no tiene fronteras, o por lo menos no debería de tenerlas, para buscar todos juntos a nivel global las soluciones que necesitamos para los grandes retos a los que nos enfrentamos hoy, y a los que nos enfrentaremos mañana. ¡Viva la curiosidad, la tecnología y la innovación!