Volvemos de las vacaciones. Todos más morenos, con la mente despejada y con muchas batallitas que contar y, cómo no, a mí me toca hacerlo por aquí. Y es que el curso viene cargadito y, como viene siendo habitual, el mundo no se ha parado a esperarnos. No han dejado de escribir y compartir contenido sobre Inteligencia Artificial y Futuro del Trabajo.

Pero venga, me voy a mojar, y aprovechando mis lecturas y notas veraniegas, ampliemos un poco el tema e intentemos prever y planificar hacia dónde se moverán la IA y nuestras vidas. Y es que el crecimiento exponencial de esta tecnología en los últimos meses abre espacio para pensar que su influencia en nuestra existencia podría ser mucho más amplia que un aumento del rendimiento y la productividad. A lo mejor parece una ‘fumada’, pero algún capítulo de Black Mirror también lo parecía hace no tantos años.

Imaginemos un futuro en el que nuestros pensamientos se entremezclen con la IA en un vasto ecosistema cognitivo global. Al igual que la red interconectada de la vida en una selva tropical, nuestras ideas podrían cruzarse con los conceptos generados por la IA, creando una noosfera, la esfera de la conciencia humana y la actividad mental en una interacción orgánica con la biosfera, de una diversidad y complejidad sin precedentes.

Experimentos recientes con interfaces cerebro-ordenador apuntan a este futuro. Aunque los ensayos fueron muy controvertidos, las pruebas con monos de Neuralink muestran a primates controlando ordenadores con la mente. ¿Y si, en lugar de limitarse a ayudar a comunicarse a personas con discapacidad, estas interfaces evolucionan hasta convertirse en una vía bidireccional de intercambio continuo de ideas entre mentes humanas y artificiales? La sincronía humano - cerebro aún tiene un toque de ciencia ficción, pero no es tan descabellada como parece, puede llevar a la coevolución de las inteligencias natural y artificial.

Esta simbiosis cognitiva podría redefinir la creatividad. La colaboración entre IA y humanos en el descubrimiento de fármacos por parte de algunos laboratorios, demuestra cómo la IA puede potenciar la creatividad humana en la resolución de problemas complejos. Imaginemos este concepto aplicado al mundo del Arte: un músico cuyas melodías son armonizadas instantáneamente por una IA, o un poeta cuyos versos se complementan con imágenes generadas por la IA, creando una nueva forma de expresión estética sincronizada que involucra múltiples sentidos simultáneamente.

Frente al temor de que la IA nos haga menos humanos, ¿qué pasaría si aumentara nuestra capacidad de empatía? Ya sabéis que yo siempre digo que lo que nos hace es, casualmente, menos máquinas. El reconocimiento de emociones mediante IA ya es una realidad. Ahora vamos a dar un paso más.

Imaginemos sistemas de inteligencia artificial que no sólo reconozcan las emociones, sino que nos ayuden a comprenderlas y experimentarlas más plenamente. Un intérprete de emociones de IA podría actuar como un "motor de empatía" que tradujera estados emocionales complejos entre culturas. Este aumento emocional podría revolucionar campos como la diplomacia y la resolución de conflictos. Ya se están desarrollando sistemas de apoyo a la negociación basados en IA, lo que podría allanar el camino a la creación de mediadores que ayuden a las facciones enfrentadas a comprender realmente los puntos de vista de los demás.

También podría servir para desmentir la presunción humana de que otras especies no piensan ni sienten. El proyecto WildBook, que utiliza la IA para identificar animales y seguir su comportamiento, ofrece una idea de cómo la IA podría ayudarnos a comprender las experiencias no humanas. Podría ser un paso hacia un futuro en el que desarrollemos una relación más respetuosa con la naturaleza y los animales porque somos capaces de destacar y comunicarnos con ellos.

La IA podría convertirse en el arquitecto de nuestra propia evolución. Con los avances en la tecnología de edición genética CRISPR y la capacidad de la IA para procesar grandes cantidades de datos genéticos, podríamos asistir a una evolución guiada por la IA bajo supervisión humana.

No se trata de crear ‘bebés de diseño’, sino de que la IA nos ayude a adaptarnos a un entorno que evoluciona debido a la aceleración del cambio climático más rápidamente de lo que nuestro sistema biológico está preparado para adaptarse. AlphaFold de DeepMind ya ha revolucionado nuestra comprensión del plegamiento de proteínas. Imagina esta tecnología aplicada para ayudarnos a prosperar en nuevas condiciones, tal vez mejorando nuestra capacidad para conservar el agua o tolerar temperaturas extremas.

Además, la IA podría ayudarnos a aprovechar el enorme potencial de nuestro microbioma. El análisis del microbioma intestinal ya está aportando información sobre la salud humana. Imaginemos cócteles probióticos personalizados diseñados por la IA que mejoren no solo nuestra salud física, sino también nuestro bienestar mental y nuestras capacidades cognitivas.

La IA podría allanar el camino para convertirnos en una especie multiplanetaria. En lugar de astronautas humanos, los primeros colonos marcianos podrían ser robots impulsados por IA, que formarían el planeta rojo para la habitación humana. El sistema AEGIS de la NASA guiado por IA en los vehículos exploradores de Marte ofrece una idea de cómo la IA puede explorar de forma autónoma entornos alienígenas.

Estos pioneros de la IA podrían experimentar con diversos enfoques para crear un entorno habitable, aprendiendo y adaptándose mucho más rápido que cualquier equipo humano. Cuando lleguen los humanos, podrían encontrar un ecosistema floreciente, diseñado por la IA para acoger la vida terrestre en la mayor medida posible. 

Quizá el impacto más profundo de la IA se produzca en nuestra toma de decisiones colectiva. Imaginemos un sistema de IA capaz de agregar y sintetizar los conocimientos, opiniones y valores de miles de millones de personas en tiempo real.

Esta red de sabiduría global podría transformar la gobernanza, permitiendo una forma de hiperdemocracia en la que todas las voces sean realmente escuchadas y tenidas en cuenta. Proyectos como Polis, una plataforma impulsada por IA para la deliberación a gran escala, ofrecen una visión de este futuro potencial. Podría ayudarnos a afrontar retos globales como el cambio climático, encontrando soluciones innovadoras que equilibren las necesidades de todas las partes interesadas.

Según vamos avanzando en este viaje de simbiosis entre humanos e IA me atrevo a dejaros estos cuatro consejos:

  • Escuchemos. Sintonicemos con la sinfonía IA-humano. Practiquemos el uso consciente y responsable de la tecnología para discernir cuándo la IA mejora o distrae de nuestra experiencia humana. Potenciemos el pensamiento crítico.
  • Integremos. En lugar de temer la sustitución, centrémonos en la integración. Exploremos herramientas de creatividad multimodal como ChatGPT, Midjourney, Gemini… en nuestro día a día, con una mirada sincera hacia nuestras habilidades y atributos únicos.
  • Preveamos. Cultivemos el pensamiento a largo plazo. Pensemos en cómo nuestras acciones de hoy pueden influir en la relación entre el ser humano y la inteligencia artificial en las generaciones futuras. Entidades como la Long Now Foundation ofrecen recursos para desarrollar esta perspectiva. Si no imaginamos el mundo que queremos, es poco probable que lleguemos a verlo.
  • Evolucionemos. Adoptemos el aprendizaje continuo, tanto en lo que respecta a la inteligencia artificial como a la inteligencia natural. Para navegar por un futuro con IA, es aconsejable desarrollar una alfabetización básica de nuestros activos naturales y artificiales. De lo contrario, corremos el riesgo de avanzar hacia una realidad en la que la IA sabe más de nosotros que nosotros mismos, y no estamos preparados para interactuar con ella en igualdad de condiciones. Preocupémonos… y ocupémonos.

Sí, el futuro de la vida en la era de la IA no pasa por la subyugación o la sustitución, sino por la simbiosis, si la configuramos así con la ambición declarada de sacar lo mejor de las personas y el planeta. Podría ser un futuro en el que los límites entre la inteligencia humana y la artificial se difuminen, creando una nueva forma de vida que sea más que la suma de sus partes. Que eso ocurra depende de las decisiones que tomemos ahora y de la mentalidad que las sustente.

Una perspectiva de la IA y de nosotros mismos que dé prioridad al bienestar de los seres humanos y de la naturaleza, al tiempo que considere la IA como una herramienta de la que los seres humanos siguen siendo responsables, podría ser el billete de entrada a un futuro más inclusivo, en el que todo el mundo, en todas partes, tenga una oportunidad justa de desarrollar su potencial.

Tenemos la oportunidad de ser protagonista del capítulo más extraordinario de la historia de la humanidad. ¿Empezamos?

Feliz ‘vuelta al cole’.