Siempre pensando fuera de lo establecido. Think against the box. Contra los dogmas y pensando de forma original en busca de un criterio propio que se convierta en ganador. Puro riesgo. Siempre buscando el reconocimiento. Kenneth Cordele Griffin, de 47 años, se ha convertido durante la última década en uno de los inversores más reputados del mundo. Han sido sus aciertos, más que sus fallos, los que le han convertido en un referente y uno de los gestores mejor pagados del mundo.
Su fortuna se estima en más de 7.000 millones de dólares, según la revista Forbes, suficiente como para convertirse en mecenas millonario de todo tipo de proyectos educativos o sanitarios en EEUU. También para coleccionar obras de arte e invertir 500 millones de dólares (446 millones de euros) en dos cuadros "Number 17", de Pollock, y "Interchange", de De Kooning. Pese a su sensibilidad con el arte, Griffin, otra vez, lo que hace es salirse de lo establecido y romper moldes.
Un caníbal de 'hedge funds'
Una de las peores pesadillas a las que se enfrenta un gestor de fondos es que los partícipes retiren su dinero en masa. Esto obliga al inversor profesional a vender de forma forzada y no al mejor precios, los activos en los que haya invertido ese fondo. Griffin fue uno de los primeros grandes gestores en activar la cláusula del 'corralito' a sus clientes para impedir que retiren su dinero. En "The Big Short" (La Gran apuesta), el protagonista Michael Burry (Scion Capital) y primer 'apostante' contra las hipotecas basura, tuvo que hacer uso de la letra pequeña de su fondo para retener las salidas de capital de sus partícipes.
Gracias a esa medida extrema no tuvo que deshacer sus posiciones contra el mercado inmobiliario estadounidense y la burbuja crediticia que escondían las emisiones de bonos de la banca. Griffin hizo lo mismo antes. Cuando quebró el Long Term Management Capital (LTCM) a finales de los años 90, Citadel se convirtió en uno de los ganadores de aquella crisis que provocó un terremoto en los mercados e hizo quebrar a decenas de firmas de inversión. El fondo de Griffin se quedó con la cartera de bonos de fondos rivales que se vieron forzados a vender, como el propio LTCM. Años más tarde repetiría fortuna con la adquisición del gigante Amaranth (2006) tras la crisis del mercado de gas natural y en 2007 hizo lo propio con Sowood.
Pero además de quedarse con los activos de sus rivales a precios de ganga, Citadel ha sido uno de los grandes exponentes de la unión de tecnología y finanzas. Además de la gestión de activos, la otra línea de negocio del fondo es lo que se llama ‘creación de mercado’ (o market maker), actividad que consiste en comprar y vender activos de forma rápida para generar liquidez de precios, es decir, que otros inversores puedan encontrar contrapartida.
Alta velocidad bursátil
Citadel se especializó tanto en esta actividad que ha sido uno de los impulsores de bolsas alternativas como BATS, más avanzadas tecnológicamente que los mercados tradicionales como BME o NYSE, y que han terminado canalizando la actividad de los grandes inversores. Gracias a esa capacidad, Citadel perfeccionó sus plataformas de inversión y los fondos de High Frequency Trading (HFT, por sus siglas en inglés). Junto a Two Sigma, Knight Capital, De Shaw, los profesionales de Citadel forman parte de la elitista comunidad de inversores de alta frecuencia, que se mueve en el mayor de los secretismos por todo el mundo.
Quizá por ello, cualquiera no puede trabajar en el fondo. El gestor de Tressis, Daniel Lacalle, fue uno de ellos. En su libro ‘Nosotros los mercados’ describe cómo su largo proceso de selección para ser contratado por Citadel. Lo hicieron por pensar ‘contra la caja’ y fuera de lo establecido después de que seleccionasen seis posiciones alcistas en valores y seis bajistas que tuvieron rendimientos positivos. Este proceso de reclutamiento sigue siendo una de las banderas de las que hace gala Griffin. En una entrevista en la cadena CNBC, el fundador se jacta de que ser seleccionado para “Harvard es algo más fácil que seas elegido para Citadel”.
A Griffin no siempre le ha ido bien. En 2008, tras el crash de Lehman Brothers, sus posiciones inversoras le llevaron a “perder cientos de millones cada semana”. El patrimonio del fondo principal de Citadel llegó a caer un 55% en cuestión de meses, pero se recuperó del crash. Tardó, eso esí, cuatro años en volver a los niveles previos a la crisis. Hoy, la firma de Griffin gestiona 26.000 millones de dólares, según datos de Bloomberg, y emplea a unos 1.400 empleados, pero Citadel no ha comenzado nada bien el 2016. El crash de los mercados ha provocado un descenso superior al 6,5% en su principal fondo y ha comenzado a despedir a algunos financieros, según Business Insider. Hay quien dice que la compra de dos cuadros por 500 millones ayudará a desviar la atención sobre la actual marcha de su firma.