Todos los focos se concentran ahora en la reunión del Banco Central Europeo (BCE) de la semana que viene. Tras cuatro meses en territorio positivo, la tasa de inflación anual de la eurozona ha vuelto a desplomarse del 0,3% registrado en enero al -0,2% en febrero, según el dato adelantado publicado este lunes por la oficina estadística Eurostat. La cifra ha sorprendido a peor a los analistas, que apostaban por el 0%. Y aumenta al máximo la presión sobre el presidente del BCE, Mario Draghi, para que adopte nuevas medidas de estímulo.
La última vez que el nivel de precios de la eurozona se situó en territorio negativo fue en septiembre de 2015 (-0,1%). Desde entonces, la inflación había remontado ligeramente, hasta el máximo del 0,3% el mes pasado. Pero todavía estaba muy lejos del objetivo de justo por debajo del 2% que persigue el Banco Central Europeo. Esta es la cifra que la autoridad monetaria considera adecuada para garantizar un crecimiento económico sano y sin desequilibrios.
La caída de los precios de la energía (-8%) es el principal factor que explica el nuevo hundimiento de la inflación en febrero. El resto de componentes del indicador registraron cifras positivas, aunque bajas. El precio de los servicios en la eurozona subió un 1%; los alimentos, alcohol y tabaco un 0,7%; y los productos industriales un 0,3%. Lo más alarmante es que la inflación subyacente (que excluye la energía y los alimentos) también cayó del 1% al 0,8%. Esto sugiere que el desplome del petróleo podría estar trasladándose al resto de la economía y empezando a generar una espiral deflacionista.
Entre los grandes países de la eurozona, los peores números rojos se registraron en España, donde la inflación cayó al -0,8%. Francia también volvió por primera vez en un año a territorio negativo en febrero (-0,2%), al igual que Alemania (-0,2%).
¿Qué arsenal usará Draghi?
El BCE se prepara para desplegar su arsenal en su reunión del próximo jueves 10 de febrero para combatir la amenaza de deflación. Esa posibilidad preocupa a los mandatarios europeos porque podría aplazar las decisiones de compra de empresas y hogares, precipitando una nueva recesión, y hace más difícil pagar las deudas. “Estamos preparados para actuar”, ha dicho el gobernador del Banco de Francia y miembro del consejo de gobierno del BCE, François Vileroy de Galhau, en una entrevista este domingo al diario alemán Frankfurter Allgemeine.
Draghi sopesa en concreto acelerar el programa de compra de deuda pública, según Villeroy de Galhau. El plan asciende ahora a 60.000 millones al mes y su duración ya se ha extendido hasta marzo de 2017. El BCE podría aprobar una nueva prórroga o aumentar el importe mensual de adquisiciones. Los analistas esperan un incremento hasta al menos 80.000 millones y un nuevo recorte de la facilidad de depósito, que ya está en el -0,3%. Es decir, el BCE penalizará todavía más a los bancos que decidan aparcar su dinero en sus arcas en un nuevo intento de que aumente la liquidez y el crédito.
Sin embargo, Draghi ya avisó en su última comparecencia ante la Eurocámara a mediados de febrero de que la política monetaria no puede hacerlo todo. El presidente del BCE reclamó a los Gobiernos de la eurozona que aceleren las reformas estructurales, rebajen los impuestos y, aquellos que tienen margen presupuestario, aumenten la inversión (en referencia a Alemania, que se niega a hacerlo). Sólo así podrá combatirse la ralentización de la eurozona y la amenaza de deflación, según el BCE.
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