Pedro se atuvo este martes al papel que los Evangelios le han atribuido y negó tres veces su palabra. A Podemos le dijo que “lo siento, pero la izquierda no suma”. A Ciudadanos, sus socios, los dejó a los pies de los caballos omitiendo la supresión de las diputaciones e interpretando la reforma constitucional con un perímetro amplio y no restrictivo como el que ha suscrito con Rivera. Y al PP le dijo que podía entenderse con todos menos con ellos.
Al final de su discurso Sánchez usurpó un papel que ya se había insinuado el día que el Rey le encargó formar gobierno: el del cordero sacrificial. Pedro se nos mostró ayer en la cruz, perdiendo la votación de investidura, pero permitiendo que “los mecanismos de la democracia se vuelvan a poner en marcha”. Unos mecanismos que Rajoy no quiso activar poniéndose de perfil ante el Rey. Frente al que dijo “señor, que pase de mí este cáliz”, Sánchez promete redimir al votante.
La narración religiosa, clarísimamente perfilada en la trastienda del relato, ha impedido a Sánchez hacer un discurso histórico -propio de un gran político-, que reivindicara en sede parlamentaria un acuerdo con pocos precedentes. No todos los días se llega al Congreso con un pacto así, ni se tiene un argumento tan potente para invitar a otros a que se sumen y a negociar.
Sin embargo, prefirió explicarnos la parte del programa del PSOE que ha conseguido colar en el acuerdo que hablar de la grandeza de haberlo logrado. Ciudadanos, empeñado en su papel de alejar el PSOE del radicalismo, se puso a silbar como si nada hubiera ocurrido. Girauta, su portavoz parlamentario, dijo que le parecía “normal” que Sánchez no mencionara lo de las diputaciones que es como “arrancarle una muela”.
El problema es que al omitir la eliminación de las diputaciones, Sánchez agravó aún más la peor de las debilidades del acuerdo del PSOE y Ciudadanos, y que los analistas extranjeros ya han detectado: su falta de rigor presupuestario. Manteniendo las diputaciones se pierden entre 5.000 y 6.000 millones de ahorro que había calculado Ciudadanos. Ahí es nada.
El martes también se conoció el Índice de Incertidumbre de la Política Económica (IPE) para España que calculan los profesores Scott Baker, Nick Bloom y Steven Davis. Frente al fuerte repunte de 115,8 puntos registrado en el mes de enero (hasta 276,4 puntos, máximo histórico desde 2003), en febrero el indicador ha bajado 50,3 puntos hasta situarse en 226,1 puntos. El índice español sigue muy alto, de hecho, no hay precedentes para estos niveles desde 2003. Ni siquiera con la crisis de la prima de riesgo de 2010-2012.
El indicador ha vuelto a demostrar su sensibilidad frente a los hechos políticos con alcance económico. En febrero, la amenaza del Brexit en el Reino Unido ha disparado su IPE. El anterior recalentamiento de la incertidumbre de la política económica en el Reino Unido se produjo en octubre de 2012 cuando el gobierno británico y el escocés acordaron los términos del referéndum celebrado en septiembre de 2014 que perdieron los independentistas.
Después de la votación de investidura del miércoles 2 de marzo, la tierra de nadie donde se ha movido la política española durante 72 días desde el 20-D se termina. Ahora, al menos, existe un plazo con límites claros para formar gobierno o realizar nuevas elecciones. Una incertidumbre menos.