“Cuba no se va a americanizar. Entrarán bailando la música que toquemos”. Manuel Marreno, ministro de Turismo de Cuba, abría así las puertas de su país a las empresas hoteleras estadounidenses, pero a su ritmo, al paso que marquen las autoridades cubanas. Y, de paso, tranquilizaba, durante una conferencia en Madrid, a las hoteleras españolas que no quieren perder la posición de privilegio que han ido ganando en los últimos años.
La apertura de las relaciones con Estados Unidos va a suponer, sobre todo, turismo para los megacomplejos que recorren sus costas. Pero la isla necesita modernizarse y abrir más hoteles porque las previsiones más optimistas hablan de dos millones de turistas estadounidenses en el futuro más inmediato. Por eso, Cuba quiere ‘inaugurar’ cerca de 24.000 habitaciones en los próximos tres años. Una gran parte de ellas, si se cumplen las intenciones del Gobierno de Castro, gestionadas por manos españolas, pero hay otros candidatos.
“Nunca le daremos la espalda a aquellos que, en momentos difíciles e incluso bajo presión, confiaron en Cuba y priorizaremos este apoyo con más oportunidades de inversión y terrenos para hoteles”, prometió el ministro cubano a las empresas españolas que han gestionado hoteles en Cuba a pesar del bloqueo. Entre ellas, las grandes del sector: Meliá, Barceló, Globalia o NH, entre otros, que suman más de 70 proyectos.
El Ejecutivo español confía en materializar esas palabras del ministro cubano. El Gobierno de Mariano Rajoy es “optimista”, según el secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, respecto a la relación “presente y futura” con el gobierno caribeño.
España, reconoció García Legaz, está esperando a que Cuba asigne nuevos hoteles “que es la gran inversión” porque, en su opinión, la relación española con Cuba en términos económicos y comerciales va "francamente bien". Es decir, toca que la isla decida a quién da las nuevas concesiones hoteleras. Mientras, desde España se ha abierto una línea de 40 millones de euros de apoyo para favorecer la inversión desde la Península.
Las empresas españolas, según el Icex (en base a datos de 2013), gestionan más del 90% de las habitaciones de los hoteles de cinco estrellas de Cuba y el 60% de los de cuatro. Ese año, las principales exportaciones fueron servicios de salud (sobre todo a Venezuela) y, en segundo lugar, el turismo, indica el Icex, que le aportó unos ingresos de 2.627 millones de dólares (3.361 millones de euros al cambio actual).
Meliá lidera a las hoteleras foráneas
De todas las cadenas presentes en Cuba, la mejor posicionada es Meliá, que lleva allí un cuarto de siglo esquivando el bloqueo. La compañía controlada por la familia Escarrer opera actualmente 28 hoteles, alrededor de 14.000 habitaciones, y es el primer operador hotelero foráneo. Los hoteles no son suyos, no es la propietaria. Simplemente, los gestiona, aunque la familia española sí tiene participaciones directas pero minoritarias en hoteles en Cuba.
La mayoría de sus hoteles, 25, son ‘resorts’ en la costa y tiene en cartera dos más de aquí a 2018. Alcanzará así las 15.000 habitaciones el 20% de todas las plazas de alojamiento del país caribeño.
En cuanto a sus planes de futuro, Meliá explica a EL ESPAÑOL que la apertura del mercado estadounidense, “tan grande y con tan alto poder adquisitivo” es, “es necesariamente una gran noticia en términos de negocio y pensamos que cambiará las cosas para mejor”, asegura una portavoz de la empresa. Señala, por un lado, la modernización y mejora de la oferta hotelera “para adaptarse a los estándares americanos”, lo que permitirá que los hoteles ganen en “rentabilidad y sostenibilidad”. “Por otro lado, pensamos que se abrirá una etapa de mayor confort y prosperidad para Cuba, y Meliá se siente muy cubana”, indica la empresa, que cuenta con 10.000 empleados en el país.
Poseemos un componente latino y mediterráneo que nos hace más cercanos a la forma de pensar y vivir de los cubanos
Ahora, dependerá de conseguir nuevos hoteles, sobre todo ante los potenciales competidores estadounidenses. “La competencia es sana y, por lo que se refiere a Meliá, somos conscientes de esta evolución y del desafío que representa pero no nos preocupa”, asegura el grupo de los Escarrer. “Poseemos un componente latino y mediterráneo que nos hace más cercanos a la forma de pensar y vivir de los cubanos. Además, pensamos que el compromiso y la lealtad de tantos años hacia nuestros socios será correspondido”, indica la empresa.
La competencia estadounidense
Mientras Meliá confía en su bagaje en la isla, las competidoras estadounidenses comienzan a cerrar acuerdos que, hace unos años, no parecían posibles. La primera estadounidense en llegar a hacerse con un hotel en Cuba desde la revolución ha sido Starwood. Compañía que, casualmente, acaba de aceptar una oferta de compra por parte de otro gigante hotelero, Marriott.
Antes, incluso, de que concluya esa integración podría abrir las puertas de sus dos primeros hoteles en La Habana. Se trata del Gran Caribe Inglaterra, que renovará para incluir dentro de su cartera de hoteles de lujo, y el Quinta Avenida, que estará dentro de su enseña Four Points Sheraton. Este último, hasta hace un par de años, era gestionado por Barceló.
Ambos acuerdos, al que se suma una carta de intenciones para un tercer hotel, también de lujo, se sellaron sólo unos días antes de la llegada de Barack Obama y gracias a un permiso especial concedido a Starwood por parte del Departamento de Tesoro de Estados Unidos por el embargo, en sí, sigue activo.
Guiño impositivo
A la espera de ver cómo se conceden los nuevos hoteles, el turismo en el país va al alza. El pasado año, los visitantes foráneos aumentaron un 17% hasta alcanzar la cifra récord de 3,5 millones, según Reuters. De ellos 161.000 eran estadounidenses. Una cifra pequeña si se compara con el total pero que creció un 77% respecto al año anterior. También Iberia ha decidido retomar sus vuelos a La Habana.
Además de beneficiarse de las expectativas de turistas, otro imán para las empresas pueden ser los impuestos. El Gobierno de Raúl Castro ha aprobado incentivos fiscales para atraer nuevas inversiones, según el diario Expansión.
En concreto, dentro de las medidas que contempla poner en marcha está una exención en el equivalente al impuesto de sociedades español (allí denominado Impuesto sobre Utilidades) durante un periodo de entre ocho o diez años.