Lisboa

Como ya es costumbre desde hace unos años, cada Semana Santa, Lisboa se llena de turistas españoles, muchos de los cuales toman su cafezinho matinal en la famosa Praça dos Restauradores, ubicada en el corazón de la capital portuguesa. En el centro de la plaza hay un curioso obelisco en la que aparece la fecha del primero de diciembre de 1640, fecha que pasa desapercibida para la mayoría de los visitantes hispanos, pero que hace referencia a la derrota de sus antepasados. Entre 1580 y 1640 Portugal formó parte de la Corona española durante la denominada “Unión Ibérica”, y ese periodo que concluyó cuando los “restauradores” a los que se refiere el monumento se rebelaron, poniendo fin a la ocupación española y restaurando la independencia de Portugal.

Pese a la intensidad de la contienda, España y Portugal firmaron la paz en 1668, y desde entonces los dos países disfrutan de relaciones excepcionales, pero los lusos no olvidan aquel tiempo en el que eran súbditos de “os Filipes”. Referencias a ese periodo humillante en la historia de Portugal vuelven a acaparar titulares y aparecer en editoriales de la prensa nacional esta semana, pues hay una nueva percepción que el Reino vecino quiere controlar el destino de los lusos, pero esta vez no será con tropas, sino a través de las finanzas.

La compra de varios históricos bancos lusos por parte de gigantes españoles como el Banco Santander y Caixabank ha hecho que políticos, economistas y grandes empresarios levanten la voz ante un nuevo dominio que, según Manuela Ferreira Leite, ex ministra de Finanzas en el Gobierno de conservador Pedro Passos Coelho, “amenaza la soberanía nacional”.



¡Que vienen los españoles!



La preocupación con la creciente presencia española en la banca lusa comenzó el pasado diciembre, cuando el Banco Internacional de Funchal (Banif) fue vendido al Banco Santander por 150 millones de euros. La operación fue enormemente controvertida ya que el Santander recibió casi 3.000 millones de euros del erario público para cubrir “futuras contingencias” derivadas de los activos adquiridos.

El escándalo llegó a la Asamblea de la República, donde los diputados del marxista Bloque de Izquierda –que actualmente sostiene al Gobierno minoritario del socialista António Costa a través de una frágil alianza de la izquierda– denunció que se estaba malgastando el dinero del pueblo para enriquecer a los banqueros.

Hubo indicios de que el acuerdo con el Santander fue propulsado por el BCE, y algunos economistas apuntaron a que Frankfurt estaría fomentando el proyecto para crear un sistema financiero ibérico a través del dominio del sector luso con potentes bancos españoles. El economista y político liberal Francisco Louçã llegó a denunciar esta supuesta acción en una carta pública al ministro de Finanzas, Mário Centeno, en la que explicó su teoría –“el BCE quiere que el Santander sea el banco europeo de referencia dentro de la Península Ibérica”– y fue el primero en alertar sobre el riesgo de “españolización”.

Este último mes se conoció que el barcelonés CaixaBank ha mostrado su interés en adquirir al colapsado Novo Banco, entidad que ya ha sido recapitalizado y reforzado por el Estado luso en varias ocasiones, y de nuevo se dispararon las críticas sobre un banco español adquiriendo a una entidad lusa a precio de ganga.

La dimensión de alarma nacionalista, sin embargo, ha surgido esta semana, con la noticia que el Banco Portugués de Inversiones (BPI) también podría pasar a estar en manos de los catalanes por consecuencia de una extraña combinación de coincidencias propulsadas por nueva legislación europea.



El factor angoleño



BPI es el cuarto mayor banco privado de Portugal, y Caixabank es uno de sus mayores accionistas, junto a la angoleña Isabel dos Santos, que a su vez es la mujer más rica de África y la hija del dictador José Eduardo dos Santos, líder de Angola desde hace 30 años.  Actualmente BPI posee 50,01% del Banco de Fomento de Angola (BFA), el mayor banco privado de Angola. Pese a ser la fuente de más de la mitad de los beneficios de la entidad lusa, BPI tiene la obligación de desprenderse del BFA por orden de Frankfurt: el BCE ha determinado que Angola no cuenta con un sistema de supervisión bancaria aceptable y ha decretado que las entidades europeas tienen que reducir su presencia dentro del sistema bancario del país africano.



El 49,9% del BFA que no está en manos de CaixaBank está controlado por Unitel, empresa de telecomunicaciones Angoleña que pertenece en gran parte a Isabel dos Santos, y desde la semana pasada los medios lusos indican que Dos Santos ha propuesto una especie de trueque que tiene gran posibilidad de llegar a buen puerto. Según fuentes que han participado en las negociaciones, Dos Santos ha ofrecido ceder sus acciones en el BPI –que rondan un 20% del total– a CaixaBank a cambio de las acciones de la entidad lusa en el BFA. La entidad angoleña pasará a estar bajo su control absoluto, mientras que los españoles se harán con el control mayoritario de otra entidad lusa.



El manifiesto ‘antiunionista’



Tras la publicación de esta noticia, la reacción no se ha hecho esperar: en una conferencia, la economista y ex ministra de Finanzas Ferreira Leite declaró que esta nueva adquisición española era una amenaza nacional y pronosticó que dejaba el camino libre para una unión bancaria. “En este momento no nos queda un solo banco que no tenga problemas, y esto puede ser el preludio a una unión bancaria. Esa unión bancaria presupone media docena de bancos importantes, dominados por uno en la Península Ibérica. Está claro que es banco no va a ser portugués”. “Si llega esa situación habremos perdido nuestra soberanía”, declaró Ferreira Leite.

“Cuando necesiten dinero, nuestros empresarios tendrán que acudir a España. Si se da el caso que una empresa nuestra está compitiendo con una española, es obvio que el banco español sentirá mayor afinidad hacia la española”. Entretanto, ya ha empezado a circular un manifiesto promovido por el comentador televisivo y político conservador Luís Marques Mendes en el que se denuncia “el dominio español de la banca portuguesa” y pide luchar contra la “españolización” de la misma. 

“Los bancos portugueses podrían terminar siendo dominados por españoles”, declaró Marques Mendes durante su espacio de comentario político en la cadena SIC. A la vez, apuntó a que el empresario Alexandre Patrício Goveia –administrador del grupo El Cortes Inglés en Portugal– estaba encabezando este movimiento patrio.

Gouveia ya ha emitido un comunicado negando que esté involucrado en la iniciativa, pero entretanto más de 50 economistas, empresarios y políticos –entre ellos João Salguero, presidente de la Asociación de la Banca Portuguesa, y Manuel Pinto Barbosa, ex director de la aerolínea TAP– han anunciado que apoyarán el documento y piden la intervención del Gobierno para evitar que siga adelante la “reconquista”.

Incluso el nuevo Presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, ha hecho hincapié en la polémica. Durante su reciente visita a España, durante la que dijo ante los medios que aunque era importante que los españoles tuviesen una presencia dentro de la banca lusa, tampoco podía ser una exclusiva. “Ninguna economía debe tener una posición exclusiva dentro de la nuestra”.

Necesidad de diversificar

João Duque, profesor catedrático y presidente del Instituto Superior de Economía y Gestión, explica a EL ESPAÑOL que “el problema de la presencia de bancos españoles en Portugal no es una cuestión de nacionalismo, sino de diversificación”. “Es bueno que inviertan bancos extranjeros en Portugal, lo malo es que todos sean del mismo país”, explica Duque. “Es malísima idea que un grupo exclusivo de bancos ibéricos se encarguen de la financiación de la totalidad de la península ibérica. Si surge una crisis económica puede ser catastrófico”.

“Lo ideal sería que tanto Portugal como España contaran con la presencia de bancos de todos los países –alemanes, británicos, franceses, etc.– para crear una red lo suficientemente variada como para evitar una concentración económica. Los bancos se ven beneficiados cuando tienen inversiones en muchos sitios ya que diversifican sus riesgos, y los consumidores no se ven tan expuestos si tiene lugar una crisis bancaria nacional”.

“No obstante”, dice Duque, “los bancos españoles son quienes se han interesado por las entidades lusas en venta. Es una cuestión de malas circunstancias que pueden resultar ser desastrosas en el futuro, y el Gobierno debería poner mayor esfuerzo en atraer a compradores de otros países”.

A diferencia de la ex ministra Ferreira Leite, el economista Duque duda que los bancos españoles muestren favoritismo hacia las empresas españolas en territorio luso ya que “tanto el Santander como la Caixa lo que quieren es ganar dinero, y si la propuesta de negocio de un portugués es sólida no veo porque decidirían obviarla a favor de un proyecto español menos solvente”.

No obstante, avisa Duque, los bancos españoles necesitan actuar con sentido común así profundizan sus negocios en Portugal. “Se han anunciado despidos en Banif, por ejemplo, y la verdad es que queda muy mal si un banco español compra una entidad lusa y se dedica a despedir trabajadores locales, especialmente si los reemplaza con ejecutivos españoles”.

“Ese tipo de decisión puede tener efectos en el mercado, los consumidores pueden decidir no hacer negocios con ese banco… Pero creo que los españoles saben esto, porque en sus expansiones extranjeras parten con la experiencia de sus negocios en las autonomías. Es de sentido común que un banco de Madrid no puede comprar a otro en Barcelona y proceder a despedir a todos los catalanes. Espero que hagan uso de ese mismo sentido común aquí”.

Cara al manifiesto en contra de la “unión”, Duque opina que el documento sólo tendría sentido si se limita a las cuestiones económicas relacionadas con la necesidad de diversificar la banca lusa. “La guerra con España fue hace mucho tiempo y ya va siendo que nos olvidemos de Olivenza”, declara el profesor, refiriéndose al municipio extremeño que es objeto de una disputa territorial entre los dos países, y que Portugal reclama desde su ocupación por parte de las tropas de Manuel Godoy en 1801. “Yo soy europeísta, y creo que lo que tuvo lugar el martes [en Bruselas] deja claro que es momento para estar unidos, no divididos por tonterías nacionalistas (...) Compartimos los mismos valores y principios, y bien que podemos compartir nuestros negocios financieros, siempre que se haga racionalmente”. 

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