Se cumplirán en septiembre quince años desde los atentados del 11S de 2001. Es la trágica fecha, con miles de víctimas, que cambió la política exterior de EEUU hacia el belicismo -desató dos guerras en Irak y Afganistán-, pero también modificó los protocolos de seguridad en las infraestructuras de transportes en Occidente. Desde entonces los ataques terroristas en suelo occidental se han repetido en Madrid (11M), Londres (7J), París (13N) y ahora también Bruselas, en este 22 de marzo.
En estos quince años, el yihadismo ha puesto en su punto de mira cualquier infraestructura con la que causar el mayor número de víctimas posibles. Desde rascacielos, aeropuertos, trenes de metro o cercanías. Entre sus objetivos también está dañar la economía y traumatizar la vida cotidiana de las ciudades a las que ataca. Llegó a desestabilizar economías (11S) o general un vuelco electoral (11M), pero sus efectos sobre la economía y los mercados, como quedó demostrado el pasado 13N en París, es cada vez menor.
El 11S convulsionó a la economía mundial -que pasó de bordear la recesión a salir de ella por el aumento exponencial de gasto militar, caso de EEUU-; también provocó un terremoto en los mercados, que vivieron en aquellas fechas varias jornadas de pánico terrorista. Wall Street cerró sus puertas durante cuatro sesiones consecutivas, algo que no había sucedido desde la Segunda Guerra Mundial. El Dow Jones, índice de referencia de la bolsa estadounidense, llegó a caer un 7% tras reiniciar su actividad días después y tardó cinco años en recuperar sus niveles previos. El Ibex 35, por ejemplo, cayó un 5% el 11 de septiembre y un 6% cuando el Dow volvió a cotizar.
“El impacto del terrorismo sobre los mercados bursátiles resulta inapreciable a largo plazo. Los mercados se acostumbran a las acciones terroristas y se recuperan rápidamente de sus efectos. La incertidumbre se traslada entonces a los mercados de derivados, que mediante la prima de riesgo evalúan la inestabilidad a largo plazo”, explica un estudio sobre el comportamiento bursátil en el 11M elaborado por la Cátedra de Economía del Terrrorismo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Desde el 11S, los atentados terroristas han tenido un efecto cada vez menor para la inversión y las decisiones de los agentes económicos. En el 11M, el Ibex cayó un 2%, el S&P estadounidense un 1,5% y el EuroStoxx 50 un 3%. Tras el 7J en Londres, el Ftse 100, selectivo de la Bolsa de Londres, cayó un 1,36%, mientras que tras el pasado 13N en París, el Cac 40 francés reaccionó con caídas del 0,25% en su primera sesión, con algunos índices europeos en positivo. Este pasado martes, tras la masacre en Bruselas, el Bel 20 de la Bolsa de Bruselas terminó el día con ascensos, del 0,17%.
Un efecto cada vez más efímero
No hay nada más miedoso que un millón de dólares, como reza el aforismo económico. Sin embargo, el miedo de los inversores se ha ido reduciendo hasta quedar como un factor secundario para los inversores. Tras el 22 de marzo en Bruselas, los índices europeos apenas se han movido por la incertidumbre y el riesgo terrorista, salvo en el caso concreto de sectores afectados por la restricción a la circulación de personas como las aerolíneas y los hoteles. De hecho, por primera vez, el índice nacional de la ciudad golpeada terminó en positivo. “Afortunadamente, el efecto de este tipo de tragedias en los mercados son muy efímeros, y los inversores no incorporan mayores dosis de aversión al riesgo de forma significativa”, escribe Daniel Pingarrón, analista de IG Markets.
De hecho, la principal incertidumbre de los inversores 24 horas después volvió a ser el riesgo británico y las consecuencias que puede acarrear la ruptura de la Unión Europea (UE) y la salida del Reino Unido. Sobre el 11M de 2004, el informe de la cátedra de la UCM concluye que los efectos han terminado diluyéndose. “Una confrontación del flujo de informaciones de esos días con los movimientos del índice principal, permite concluir que los mercados se vieron alterados por dos tipos de noticias: el número de víctimas —que mide la magnitud del acontecimiento— y la atribución de una u otra autoría al atentado. Posteriormente, comparamos los impactos del 11-M el 11-S y el 7-J, para poner en evidencia su intensidad y duración cada vez menor”, señala.
Temporalmente, la tragedia del reciente 13-N en París ha provocado un parón en el número de visitantes extranjeros, bien directamente por los retrasos y cancelaciones de vuelos; o bien por la búsqueda de destinos alternativos. La ciudad de la luz y del amor es una de las capitales más turísticas del mundo, con cerca de 15 millones de visitantes. En el caso de Bruselas ese efecto será incluso inferior debido a que se trata de una urbe a la que acuden por trabajo miles de personas por ser el centro de las principales instituciones comunitarias.