Mario Draghi preside el Banco Central Europeo (BCE) desde noviembre de 2011, y durante su tiempo al mando de la entidad, el italiano ha intentado hacer frente a la peor crisis en la historia de la Eurozona con intervenciones en las políticas financieras y predicando austeridad. Tras casi cinco años de luchas con gobiernos nacionales y de recibir las críticas enfurecidas de ciudadanos anónimos en las calles de media Europa, es de esperar que esté acostumbrado a acudir a sitios donde no es particularmente bienvenido.
El jueves ese sitio fue Lisboa, capital del país que fue intervenido pocos meses después de que Draghi asumiera sus funciones en Frankfurt. El economista ha hecho una visita relámpago, invitado por el nuevo presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, para comparecer ante el Consejo de Estado Portugués.
Aunque las reuniones del Consejo son confidenciales, es probable que su presencia incomodara: más de la mitad de los 20 consejeros han arremetido contra él durante los últimos años, y algunos incluso protestaron abiertamente por la invitación.
Elogios al anterior Gobierno
Indiferente a la oposición dentro del Consejo, sin embargo, Draghi aprovechó su comparecencia –cuyo texto fue publicado en la página del BCE– para reafirmar lo que vienen a ser las tradicionales políticas de austeridad que ha impulsado estos últimos años y, sobre todo, para elogiar las reformas del anterior Ejecutivo del conservador Pedro Passos Coelho. “Los esfuerzos y las reformas llevadas a cabo por Portugal fueron notables y necesarias. Ahora observamos señales claras que esos esfuerzos notables están dando resultados dentro y fuera del país”, declaró Draghi ante los 20 consejeros lusos.
El presidente del BCE también celebró “el crecimiento dinámico del empleo en Portugal desde 2014” y advirtió de que “todas las reformas llevan su tiempo para dar frutos, por lo que no deben ser anuladas”, en clara referencia a las políticas del nuevo Gobierno del socialista António Costa, que ha prometido “pasar página a la austeridad”.
Además, Draghi aseguró que “el mercado de trabajo luso se muestra mucho más flexible en la actualidad”, y elogió medidas como “la mejora de las condiciones empresariales”, asegurando que sería un grave error echar por tierra las reformas adaptadas durante los últimos años. Por otro lado, sugirió que el Gobierno debería llevar a cabo nuevas reformas para dinamizar el mercado de trabajo, con el objetivo de combatir el elevado desempleo juvenil, que actualmente afecta una tercera parte de la populación activa joven en el país.
Notablemente, Draghi evitó toda ilusión a la situación de la banca lusa durante su comparecencia, ni hizo referencia a la situación del Banco Portugués de Inversiones (BPI), que tiene que desprenderse de sus cuantiosos activos en Angola en cuestión de tres días. Tampoco mencionó la venta del banco Banif, actualmente motivo de una investigación parlamentaria.
Un honor sin precedentes
El Consejo del Estado Portugués es el sumo órgano consultivo de la Presidencia de la República, y Draghi es la primera autoridad extranjero invitada a comparecer ante sus 20 consejeros.
Al ser un Estado semi-presidencialista, la mayoría de los presidentes tienen funciones mayormente protocolarias, pero en aquellos momentos en los que gobierna un Ejecutivo minoritario el Jefe del Estado –que puede disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones según su propio criterio– llega a tener un poder considerable. En la actualidad, el Gobierno minoritario del socialista António Costa –que depende de una frágil alianza parlamentaria de los partidos de la izquierda– está a merced de nuevo Presidente, y éste ha manifestado públicamente que quiere hacer uso de las opiniones del Consejo de Estado para decidir sobre el rumbo del país.
La visita de Draghi, invitado –según Rebelo de Sousa– “para que una tenga noción exacta de lo que pasa en Portugal”, se produce en el marco de la enorme inestabilidad financiera que se vive en el país desde principios de año. Entre otros asuntos, el colapso del Novo Banco y Banif, la creciente “españolización” de la banca lusa, y los problemas que el Ejecutivo ha tenido para obtener el visto bueno de los Presupuestos Generales del Estado por parte de Bruselas han acaparado los titulares de la prensa salmón durante los últimos meses.
Comparecencia ante un nido de escorpiones
Draghi ha comparecido ante 18 de los 20 miembros del Consejo se encuentran todos los ex presidentes vivientes de la República, representantes de los cinco partidos principales de la Asamblea de la República, y cinco consejeros nombrados a iniciativa del nuevo presidente. Casi la mitad de los presentes se habían pronunciado en contra de Draghi o sus políticas a lo largo de los últimos años.
El representante del Partido Comunista, Domingos Abrantes, ex opositor de la época salazarista, admitió sentirse “sorprendido” y desencantado con la presencia del presidente del BCE en la reunión.
Francisco Louçã, ex dirigente del Bloque de Izquierda y representante de la formación marxista en el Consejo, es de los más destacados entre ellos, ya que como catedrático de Economía y columnista ha sido uno de los críticos más acérrimos de Draghi. A principios de año publicó una columna en el diario ‘Público' denunciando las políticas del presidente del BCE como “una fantasía y un despropósito”.
Luís Marqués Mendes, político conservador y comentarista político nombrado al Consejo por iniciativa del nuevo presidente, también ha hablado mal del BCE, acusando a la entidad de estar detrás de la “españolización” de la banca lusa. Louçã, que no coincide con Marqués Mendes en casi nada, está de acuerdo con el conservador en esto y considerara que el BCE intenta convertir al Banco Santander en la entidad dominante de la península.
El ex presidente Aníbal Cavaco Silva –que debuta como consejero en esta sesión– también fue crítico de Draghi durante su mandato, criticando al BCE por no intervenir en Portugal antes del estallido de la crisis y por hesitar a la hora de actuar a nivel europeo.
Y eso sin olvidar al primer ministro António Costa, que como líder de la oposición durante la intervención de la Troika en Portugal atacó a Draghi y al BCE sin cesar por “ir contra los valores humanistas que son la base de Europa”, e instó a los europeos “ir contra las órdenes del BCE, porque esta es la Europa de los valores y la democracia”.
Ya como primer ministro, la tensión entre Costa y Draghi no ha disminuido. Cuando el portugués anunció que formaría un Ejecutivo minoritario apoyado en la izquierda, Draghi declaró en una rueda de prensa que “la incertidumbre siempre era mala para la economía”, aunque portavoces del BCE luego rectificaron y aseguraron que Frankfurt no tenía intención de mediar en la política lusa.
Es comprensible que Draghi tampoco esté encantado con Costa, que ha hablado abiertamente de su Ejecutivo como un bastión contra la austeridad, política clave del mandato del presidente del BCE. Ayer aprovechó su comparecencia para contrariar esta nueva corriente y señalar el camino que Frankfurt ha elegido para Lisboa.