Cuando el miedo cunde, lo más sencillo es vigilar las fronteras y aislarse de la amenaza exterior. Esta ha sido la respuesta de algunos países europeos a la amenaza terrorista y a la oleada de refugiados que está viviendo la Unión Europea. Una decisión que tiene sus costes, aunque las autoridades políticas prefieran mirar hacia otro lado. El 'Espacio Schengen' es como se conoce al área formado por 26 países europeos que tienen las fronteras abiertas para que circulen entre ellos libremente las personas. (Leer más: Así se resquebraja el Espacio Schengen)
“Schengen es el principal bien colectivo que ha producido la Unión Europea, junto con el euro y el mercado común”, explica Carmen González Enríquez, investigadora principal del Real Instituto Elcano. Defender la libre circulación de personas por la región es defender el crecimiento económico y la prosperidad, pero el miedo pone ahora en peligro este objetivo común. El instituto alemán IFO ha elaborado un gran estudio sobre los costes que tendría volver a instaurar los controles que se levantaron hace más de 20 años.
Schengen es el principal bien colectivo que ha producido la Unión Europea, junto con el euro y el mercado común
Los controles sistemáticos de personas en las fronteras tendrían un coste directo para la región que podría alcanzar los 65.800 millones de euros, esto es, un 0,5% del PIB de la eurozona, según los cálculos del IFO. Teniendo en cuenta que las previsiones de crecimiento para la región que barajan los organismos internacionales están en el entorno del 1,5%, esto significaría que las fronteras podrían llegar a reducir en un tercio el crecimiento estimado para este año. “Cualquier paso hacia atrás es debilitar la unión de mercado, lo que genera más desconfianza y afecta a la economía”, explica Santiago Carbó, profesor de Cunef y director de Estudios Financieros de Funcas.
El control de personas supondría un duro golpe para el comercio interior, el impacto podría alcanzar los 147.400 millones de euros anuales en la compraventa de bienes y los 69.400 millones en los servicios, estima el IFO. Esta cifra supera el 20% del PIB español; un lujo que la economía europea no puede permitirse en un momento tan complicado. Y estos son sólo los costes directos, a los que habría que añadir desde el impacto social hasta el deterioro de la competitividad en la región.
El IFO descarta que se vayan a instalar controles generalizados, pero si se mantienen los que hay actualmente en toda la ruta que siguen los refugiados e inmigrantes que vienen a Europa, el coste al que se enfrenta la región oscila entre los 9.000 y los 15.350 millones anuales de reducción del PIB. Esto significa que el ciudadano medio europeo sufre un empobrecimiento que oscila entre los 17,83 euros y 30,39 euros anuales. Y este es sólo el precio que tienen que asumir con las fronteras actuales.
20 minutos en la frontera
“Si hay controles de personas en los pasos fronterizos, las mercancías que circulan por carretera en la Unión Europea, que es el principal medio de transporte de las mercancías, necesitarían más tiempo y eso significaría más costes”, advierte González Enríquez. El IFO toma como ejemplo la frontera entre EEUU y Canadá dentro del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés). Esta experiencia demuestra que, a pesar del acuerdo de apertura de las aduanas, los camiones tardan en cruzar las fronteras una media de 20 minutos.
Pero estos controles también afectan a los trabajadores que atraviesan cada día las fronteras para acudir a sus empleos. Más de 1,7 millones de personas pasan de un país a otro cada día para trabajar, por lo que el control fronterizo tendría también un fuerte coste personal. Los efectos de corto plazo se mezclarían lentamente con los de largo plazo, los estructurales, que son los más complicados de combatir. “Europa puede perder atractivo como destino de inversiones y como centro de atracción de talento humano”, alerta González Enríquez.
Europa puede perder atractivo como destino de inversiones y como centro de atracción de talento humano
La Comisión Europea ya calculaba en enero que el restablecimiento de los controles en algunas fronteras del 'Espacio Schengen' habían costado 3.000 millones de euros a la economía de la región. Mientras tanto, los países de la región, lejos de luchar contra esta vulneración del acuerdo, siguen impulsando nuevas iniciativas para vigilar sus fronteras interiores. Según sus cálculos, en 10 años el impacto sobre el PIB de la Unión oscilaría entre 0,5 y 1,5 billones de euros, esto es, superior a todo el PIB español. Cifras astronómicas para la región.
España ha sido uno de los grandes beneficiados del Espacio Schengen, por lo que puede ser uno de los mayores perdedores si la Unión Europea decide liquidarlo. El motivo es evidente: el turismo. La llegada de ciudadanos europeos es uno de los principales motores de la economía del país y cualquier tipo de trabas sería un problema para este engranaje.
El proyecto europeo
La década de los noventa fue una de las más importantes para el proyecto europeo y también puso las bases para un periodo de fuerte crecimiento en la región. Tres pilares formaron sus cimientos: libertad de movimiento de capitales, mercancías y personas. Entre ellos estaba el Acuerdo Schengen, firmado en 1995 y que abría las fronteras interiores a las personas. “Fue uno de los pasos hacia adelante más importantes”, remarca Carbó, por lo que este retroceso “debilita el proyecto europeo en un paso atrás que no se había conocido antes”.
El Espacio Schengen es el principal símbolo de la Unión Europea para los ciudadanos, incluso mayor que el euro
Sin el 'Espacio Schengen' habría sido mucho más complicado avanzar hacia un mercado único, una moneda única o una unión bancaria. Ahora, dos décadas después, unos países lo están desmantelando ante la mirada indiferente de otros. Pero el valor social que tiene la apertura de fronteras es tan importante como el económico. “Es el principal símbolo de la Unión Europea para los ciudadanos, incluso mayor que el euro”, indica González Enríquez. Esta experta destaca que “si los ciudadanos tienen más dificultades para desplazarse, se moverán menos, lo que supone lastre para la creación de una ciudadanía europea”.
El proyecto de integración europeo que demandan los expertos necesita un nuevo impulso para crear un verdadero mercado de trabajo único en la región. Justo lo contrario de lo que se pretende con estos controles. Si esta es la respuesta a la crisis de refugiados y a la amenaza terrorista que quieren los líderes políticos, al menos, deben ser conscientes de los costes que supone para la ciudadanía.