Podemos ha caído en la trampa de la ilusión digital. En su proposición 'no de ley' sobre la democratización del espectro radioeléctrico, destinada a no ser tramitada por unas Cortes agonizantes, pero sí a servir de advertencia a los medios de comunicación durante la próxima campaña, la formación de Pablo Iglesias hace una apuesta clara y decidida por promocionar la radio digital DAB (Digital Audio Broadcasting) en España.
Podemos afirma en su texto que “se hace necesario (sic) una modernización en el uso del espectro, sobre todo en el sector radiofónico, con la introducción y el desarrollo de la radio digital en la línea de diferentes países europeos que se dirigen hacia el desarrollo de la tecnología en la búsqueda de un mejor aprovechamiento del espectro, la reordenación y la seguridad jurídica, la calidad de las emisiones, la diversidad de actores y la reducción de emisiones contaminantes”.
Esta iniciativa confirma que en la cúpula de Podemos lo que hay es un exceso de teóricos, capaces de formular deseos y utopías de forma muy minuciosa, pero que carecen de la experiencia práctica necesaria para poner en marcha sus programas. Desgraciadamente, la sociedad española, así como otras sociedades europeas, han demostrado que no quieren que todo lo que hay en la realidad sea digital tal como lo conciben los poderes políticos. La digitalización resulta muy simpática para determinados grupos, pero a veces es rechazada masivamente en la práctica. Ese fue el caso de la radio digital en España, país que estuvo entre los pioneros de la DAB en Europa a instancias del Gobierno de José María Aznar.
El Gobierno de Aznar aprovechó para reordenar el espectro con la idea de introducir mayor pluralismo en el sector.
En el año 2000 me correspondió dirigir los esfuerzos que Unidad Editorial, la empresa editora de El Mundo, hizo para implantar la radio digital DAB en España. Esta iniciativa empresarial se produjo en el contexto de un hallazgo tecnológico -la DAB y la TDT, radio y televisión digital terrestre respectivamente-, que permitía multiplicar las emisoras o canales que cabían en el mismo espacio radioeléctrico. El Gobierno de Aznar aprovechó para reordenar el espectro con la idea de introducir mayor pluralismo en el sector.
Sin embargo, así como la sociedad española acogió con entusiasmo la televisión digital terrestre (el apagón analógico de la TV comenzó en Fonsagrada el 5 de abril de 2008) no ocurrió lo mismo con la radio. Se calcula que en España hay más de 60 millones de aparatos de radio analógicos. Son muy baratos y están al alcance de cualquier persona. Sin embargo, la radio digital DAB exigía adquirir un nuevo dispositivo para escucharla que costaba en torno a los 100 euros y aunque los operadores establecieron alianzas e hicieron un esfuerzo por intentar introducirlos, el mercado nunca reaccionó. A los españoles les gustaba su radio analógica.
Mientras los gobiernos europeos hacían esfuerzos por introducir la radio DAB, EEUU decidió apostar por otra tecnología, consistente en digitalizar el poste de emisión. Se evitaba así dar entrada a nuevos jugadores al mercado, y los actores ya instalados pusieron todo su entusiasmo en las nuevas emisiones, cosa que no ocurrió en Europa. Con todo, lo que sentenció a la radio digital fue la llegada de las emisiones por internet, que es la que hoy se puede escuchar a través de los smartphones y otros dispositivos digitales.
Los hombres de radio más veteranos confiaban en que el compromiso de los fabricantes de automóviles que introducirían radios DAB en sus vehículos sería clave. Recordaban cuando Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, obligó a poner emisoras de FM en los coches. Las marcas nunca se implicaron realmente. Los conductores preferían conexiones USB en el automóvil antes que radios DAB.
La reacción del mercado dio al traste con los esfuerzos de los operadores y ya a partir de 2002 se decidió congelar la radio digital. A través de un acuerdo del Consejo de Ministros se refrendó un pacto de los operadores para confinar la radio DAB a Madrid y Barcelona, lo que supone el 20% de la población española. El departamento de radio digital de Unidad Editorial desapareció.
En España, si la sociedad ya había demostrado poco interés en adoptar la radio digital, la crisis económica vino a sentenciar los esfuerzos de los grupos de comunicación por implantarla
En aquella época, España se fijó sobre todo en la experiencia del Reino Unido que estaba implantando la radio digital DAB de una manera exitosa a través de la participación de actores privados. Sin embargo, el Reino Unido hoy tiene suspendida su decisión de forzar un apagón analógico de la FM. Sólo Noruega, con 5 millones de habitantes, ha decidido realizar un apagón en 2017. Suecia y Suiza tienen previstos apagones para el año 2022 y 2024.
En España, si la sociedad ya había demostrado poco interés en adoptar la radio digital, la crisis económica vino a sentenciar los esfuerzos de los grupos de comunicación por implantarla. El sistema DAB, además, ha mostrado sus limitaciones técnicas -muchos expertos se quejan de que la calidad de sonido no es pareja- y el precio de los aparatos sigue siendo elevado, sobre todo porque ha resultado costoso desarrollar receptores de pequeño tamaño.
La enseñanza, que a los operadores españoles les supuso perder mucho dinero durante dos años, es que la sociedad no siempre apuesta por lo digital tal como lo conciben los poderes del Estado o los reguladores. Y la radio, que es el único medio informativo capaz de compatibilizarse con otra actividad, fue una buena prueba de ello.