Berlín

Arne terminó su doctorado en física a finales del año pasado. Poco después de obtener ese título por la Universidad Humboldt de Berlín, encontró trabajo en una empresa en Brandeburgo, el Land que envuelve la capital alemana. Allí, Arne se ocupa de cuestiones informáticas y programación. Él dice encontrarse en una posición social “cómoda”.

“Mi trabajo está bien, estoy feliz, el mayor problema son los horarios, que son inflexibles de ocho de la mañana a cinco de la tarde”, dice sonriente a EL ESPAÑOL. La agenda de los años de investigación doctoral era más flexible. Sin embargo, ganaba menos dinero.

“Ahora gano aproximadamente el doble que cuando era estudiante de doctorado”, reconoce sin dar más detalles. Arne, nacido en los años ochenta en la extinta República Democrática de Alemania (RDA), viene de una familia de clase media. Sus padres son, ambos, periodistas. “Suerte” es la palabra que más utiliza Arne para describir su recorrido profesional hasta ahora. “He tenido la suerte de haber estudiado física, haberme interesado por los ordenadores, la programación y el análisis de datos”, sostiene.

Su suerte, sin embargo, va más allá. Porque Arne forma parte del escaso 25% de la población alemana que logra superar la formación de sus progenitores. Ni sus padres ni sus abuelos lograron un doctorado. La movilidad social – la capacidad de los individuos de cambiar de estrato social – es comparable en Alemania a un ascensor averiado que sólo funciona a ratos.

Por eso, según Marcel Fratzcher, presidente del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW), “los pobres se quedan pobres en Alemania”. Así se expresaba este influyente economista en los días de la presentación de su libro Vertelungskampf (Ed. Hanser, 2016), “la batalla de la distribución”. En la prensa, esa expresión de Fratzcher ha servido de titular para informar sobre el persistente problema de la pobreza en Alemania.

Existen varios indicadores para medir la pobreza, o más bien, lo que en la Oficina Federal de Estadística de Alemania (Destatis, según sus siglas) llaman “amenaza de pobreza o de exclusión social”. Un criterio fundamental para determinar aquí quién es pobre y quién no es ganar menos del 60% de la mediana de ingresos anuales, unos 32.600 euros. Es decir, unos 11.750 euros al año.

En Destatis señalan que hay 16 millones de personas en esta situación. Es el 20% de la población germana. En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el porcentaje alcanza el 28,6%. Entre los pobres o amenazados de exclusión en Alemania hay un destacado grupo: los niños. Desde hace algunos años se mantiene en torno al 15% la tasa de pobreza infantil, o lo que es lo mismo, el porcentaje de menores que viven en hogares pobres.

También es notorio que esté previsto un aumento del número de jubilados pobres. Actualmente, el porcentaje de jubilados afectados por la pobreza es del 3%. Esa proporción se ha doblado desde 2003, y está previsto que crezca. En 2029, según el Ministerio de Economía, el porcentaje será del 5,4%.

POBREZA COMPATIBLE CON EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

De forma recurrente, los medios de comunicación se hacen eco de estos preocupantes datos, que conviven con otros titulares más optimistas. Así, el diario generalista berlinés Tagesspiegel titulaba a principios de mes aludiendo a la situación económica alemana con un triunfal “va sobre ruedas”. Las previsiones de crecimiento de la economía alemana son de un 1,9% para este año y de un 1,3% para el próximo.

Da igual que “económicamente Alemania est´ ahora mismo mejor que ningún otro país en Europa y que estemos registrando récords de ocupación en el mercado laboral, con niveles nunca vistos en el último cuarto de siglo, la pobreza no se ha frenado”, dice a este diario Dorothee Spannage, economista e investigadora especializada en pobreza de la Fundación Hans Böckler, think-tank con sede en Düsseldorf (oeste).

“No todos los colectivos se aprovechan de esa buena marcha”, abunda esta experta. Es más, los hay que están al margen del crecimiento. Son quienes Spannage define como “trabajadores de los márgenes del mercado de trabajo”. A saber, los empleados precarios, temporales o los parados, entre otros.

UN SISTEMA EDUCATIVO SEÑALADO

La educación parece ser la clave de esta problemática. Así lo cree al menos Bodo Aretz, economista especializado en mercado laboral que trabaja a las órdenes de los cinco sabios del Consejo de Expertos Económicos de Alemania que asesora al Ejecutivo. “El sistema educativo alemán es central en este problema, en él los niños son seleccionados desde muy pequeños”, apunta Aretz.

Con nueve años – aunque la edad depende del Land – los niños están sujetos a un proceso de selección que determinará, en buena medida, qué camino académico seguirán. Se supone que cuanto mayor sea el nivel educativo mejor será la remuneración del trabajo a desempeñar.

En Alemania hay diferentes tipos de escuelas que ofrecen formaciones distintas. Para ir a la universidad, lo habitual es pasar por el Gymnasium. Otro tipo de centros educativos, las Hauptschule o Realschule, preparan para formaciones profesionales.

En este contexto, “todavía ocurre que la gente que viene de familias trabajadoras, donde los padres no han estudiado, se queda sin estudiar y, de hecho, los niños que hacen una formación profesional son en general aquellos cuyos padres no estudiaron”, según Aretz. “Lo que uno gana está todavía muy condicionado por sus orígenes”, afirma Aretz. “La movilidad social es difícil en Alemania”, abunda.

POPULISMO Y POBREZA, DE LA MANO EN ALEMANIA

Para Spannage, la experta de la Fundación Hans-Böckler, esta situación no está exenta de consecuencias políticas. En concreto, ella indica que el problema de la pobreza alimenta a partidos xenófobos como Alternativa para Alemania (AfD).

“Mucha gente considera que no se están aprovechando de la buena marcha de la economía, y cuando no llega a fin de mes con su salario desde hace años, la gente termina creyendo que no saldrá adelante y apoya a voces radicales como AfD”, expone Spannage. “El Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y el Partido de la Independencia del Reino Unido se apoyan en este tipo de electorado”, agrega.

En Alemania, según indica a este periódico Rainer Schmalz-Burns, politólogo de la universidad de Hanóver, AfD es más fuerte en regiones y ciudades que él califica de “puntos calientes” a nivel socio-económico. Se refiere a las zonas más afectadas por la pobreza. Él cita, como ejemplos, las áreas deprimidas de Wolfsburgo, Braunschweig o Hanóver.

Así, no parece casual que en Mecklemburgo-Pomerania Occidental, el Land con mayores niveles de pobreza infantil – 33,5% según las cuentas de la Fundación Hans Böckler –, AfD registrara su mejor resultado en la serie de elecciones regionales de este año. En los comicios de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, celebrados el pasado mes de septiembre, “la alternativa” se hizo con un 20,8% de los votos, quedando como segunda fuerza política, sólo por detrás del Partido Socialdemócrata (SPD).

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