Bruselas

La discusión se prevé acalorada. "Franca" y "abierta", en el lenguaje que usan los diplomáticos. Los ministros de Comercio de los 28 debaten este viernes en Bratislava si suspenden las negociaciones para un acuerdo de libre comercio (TTIP, por sus siglas en inglés) entre la UE y Estados Unidos. La controversia enfrenta a Francia y a parte del Gobierno alemán, insatisfechos con las concesiones de Washington, contra una docena de países miembros, entre ellos España, que reclaman acelerar el diálogo por los beneficios económicos que le atribuyen al pacto.

La siguiente ronda de negociaciones -la número 15 desde que se entabló el diálogo en julio de 2013- está prevista para la primera semana de octubre en Estados Unidos. Pero incluso la propia Comisión Europea, que negocia en nombre de los 28, empieza a ser muy escéptica sobre la posibilidad de concluir de aquí a final de año, el plazo que se habían marcado los líderes comunitarios porque es cuando termina la presidencia de Barack Obama.

"Queda mucho por hacer y conforme pasa el tiempo es cada vez menos probable", ha dicho esta semana la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström. "No hay perspectivas de concluir el TTIP en 2016", apunta el comisario de Agricultura, Phil Hogan.

Es precisamente en la reducción de los aranceles agrícolas y la protección de las indicaciones geográficas donde se han atascado las conversaciones entre la UE y EEUU. Otras áreas problemáticas son las licitaciones, ya que EEUU se resiste a dar acceso a las empresas europeas a sus contratos públicos, o el sistema de arbitraje para los conflictos entre empresas y Gobiernos. Hasta ahora no se ha cerrado ningún capítulo pese a los tres años transcurridos.

Rechazo en las calles

El descontento e incluso la hostilidad hacia el TTIP siguen además manifestándose en las calles de las capitales de la Unión. Varios miles de personas (15.000 según los convocantes y 6.000 según la policía) desfilaron el martes por el barrio europeo de Bruselas para expresar su rechazo al acuerdo con Estados Unidos. El pasado sábado se celebró una protesta mucho más concurrida (180.000 personas, de acuerdo con las cifras policiales) en Berlín.

Los activistas sostienen que el TTIP sólo servirá para rebajar los estándares medioambientales y sanitarios de la UE, acabar con los servicios públicos y y abrir las puertas a alimentos ahora prohibidos como la carne hormonada o los transgénicos. El acuerdo con EEUU, alegan, limitará el derecho a legislar de los Gobiernos porque crea tribunales internacionales que a su juicio estarán al servicio de las multinacionales.

Los Gobiernos de Francia y Alemania se han hecho eco de este creciente malestar de la ciudadanía con lo que perciben como consecuencias negativas de la globalización, y en particular del libre comercio. Pero los argumentos que utilizan para oponerse al TTIP son diferentes. Se quejan de que la administración de Barack Obama pide mucho a los europeos y apenas ha hecho concesiones.

"No podemos aceptar un acuerdo cuya consecuencia sea que Europa dé mucho, que es lo que quieren los americanos, y que ellos como contrapartida no ofrezcan nada, no den acceso a ninguna empresa europea a sus contratos públicos ni reconozcan nuestra agricultura", dijo el pasado fin de semana el secretario de Estado de Comercio galo, Matthias Feckl en una entrevista a la cadena TF1.

Feckl fue el primero en pedir el 30 de agosto la suspensión de las negociaciones con EEUU. También el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, afirmó entonces que las negociaciones del TTIP han fracasado. Sobre este tema, la gran coalición alemana está dividida, ya que la canciller Merkel sí respalda el pacto.

España, al rescate

Al rescate del TTIP han salido España y otros 11 estados miembros, que el pasado 14 de septiembre enviaron una carta conjunta a Malmström en la que le instan a proseguir e incluso acelerar el diálogo con la administración Obama. "Quedan temas pendientes y debemos concentrarnos en encontrar soluciones", insiste la misiva. El TTIP es importante no sólo por su impacto económico positivo sino porque fijará las reglas del comercio internacional, sostienen los firmantes.

Además de España, la carta cuenta con el respaldo de Italia, Reino Unido, Suecia, Finlandia, Portugal, Irlanda, República, Checa, Letonia, Estonia, Dinamarca y Lituania. "En esta Unión somos 28, no están sólo Alemania y Francia. En la mayoría de estados miembros hay un apoyo mayoritario al TTIP", asegura Malmström. Por parte española, firma el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz. El negociador jefe del acuerdo, Ignacio García Bercero, dijo a este periódico que España podría ser uno de los países más beneficiados por el pacto.

La petición francesa de que se paren las negociaciones no prosperará. El propio Feckl admitía en la entrevista que su posición es "muy minoritaria". El mandato para negociar con EEUU fue aprobado por unanimidad por los 28 y requiere consenso para modificarse. Pero el tiempo parece jugar a favor de los que se oponen al TTIP. ¿Qué ocurrirá si no hay ni siquiera un principio de acuerdo en diciembre, como ahora parece lo más probable?

"Habrá un acuerdo. Si no es con Obama, tendremos que esperar con una pausa natural a la próxima administración", responde la comisaria de Comercio. El problema es que ninguno de los dos candidatos es un entusiasta de los acuerdos comerciales. El republicano Donald Trump rechaza la liberalización comercial alegando que perjudica a los trabajadores estadounidenses, mientras que la demócrata Hillary Clinton se ha expresado contra el Tratado de Asociación Transpacífico firmado por Obama.

¿Qué pasa con Canadá?

La polémica por el TTIP ha acabado contagiándose al acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA, por sus siglas en inglés), pese a que según el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, es "el mejor y más avanzado" que ha firmado nunca Bruselas. El pacto se concluyó en 2014 tras cinco años de negociaciones pero todavía no se ha firmado ni ratificado. Y los activistas 'anti globalización' lo equiparan al TTIP.

El Ejecutivo comunitario pretende que se firme durante la cumbre entre la UE y Canadá que se celebra en Bruselas el 27 de octubre, a la que asistirá el primer ministro, Justin Trudeau. Pero todavía hay algunos Estados miembros, en particular Austria y Bélgica, que se resisten a aprobarlo. 

Los problemas no acaban aquí. Una vez firmado, el acuerdo entre la UE y Canadá podría empezar a aplicarse el año que viene, pero sólo de forma provisional. La Comisión ha dictaminado que debe ser ratificado también por los parlamentos de los 28 estados miembros. Una decisión que no ha gustado a los negociadores de EEUU, que se quejan del riesgo de que, si el TTIP se firma algún día, lo acabe tumbando después algún parlamento nacional.

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