La defensa de la recuperación económica se hunde cada vez que se conocen nuevas cifras del mercado laboral, en especial si se trata del drama que están atravesando los jóvenes. El 56% de los menores de 26 años que tuvieron algún tipo de trabajo a lo largo del año 2015 no llegó a cobrar ni siquiera la mitad del Salario Mínimo Interprofesional. Es la condena de los trabajadores pobres, personas que, por el efecto de la temporalidad, no consiguen reunir a lo largo del año el salario mínimo. Antes de la crisis el porcentaje de trabajadores jóvenes que no alcanzaba el SMI no llegaba ni al 35%, esto es, 20 puntos menos.
Según los datos de rentas salariales publicados por la Agencia Tributaria, en 2015 tuvieron un salario 1,7 millones de jóvenes menores de 26 años. No se trata de trabajadores que estuviesen todo el año con un empleo, sino que percibieron un salario en algún momento, ya fuese por unos pocos días o por todos.
De todos ellos, 1,2 millones de trabajadores no llegaron a percibir el salario mínimo en el conjunto del año y 945.000 no alcanzaron ni siquiera la mitad del SMI. Como dijo el miércoles la ministra de Empleo, Fátima Báñez, no es que las empresas contraten por debajo del salario mínimo, “porque sería ilegal”. El problema es que el elevado nivel de temporalidad impide a la gran mayoría de los jóvenes trabajar durante todo el año, por lo que sus ingresos son esporádicos y no consiguen alcanzar el salario mínimo.
En 2015 el SMI fue de 9.080,40 euros en el conjunto del año, una cifra inalcanzable para los jóvenes. La renta salarial media que consiguieron los trabajadores menores de 26 años fue de 4.500 euros, esto es, la mitad del salario mínimo. Estas cifras ponen de relieve el aumento de los conocidos como trabajadores pobres. Son aquellas personas que, sin estar excluidas del mercado laboral, no consiguen acumular los ingresos suficientes para alcanzar el SMI como consecuencia de los bajos salarios y la alta temporalidad.
La situación no es mucho mejor en el siguiente tramo de edad, entre 26 y 35 años. Tradicionalmente los ciudadanos conseguían un empleo fijo en esta horquilla de edad, lo que garantizaba ingresos constantes a lo largo del ejercicio para la mayor parte de los trabajadores. Antes de la crisis había un 12% de los trabajadores en esta horquilla que no conseguían ni la mitad del salario mínimo en el conjunto del año, mientras que en 2015 este porcentaje había escalado hasta el 21,3%, casi el doble.
La generación perdida
Antes de la crisis había un total de 3 millones de jóvenes menores de 26 años con acceso al mercado laboral. Todos ellos conseguían algún tipo de renta salarial cada año. Sin embargo, la crisis ha dejado a una generación fuera del mercado laboral, de modo que en 2015 el número de jóvenes que tuvieron algún tipo de empleo no llegó a los 1,7 millones.
La consecuencia es que la transferencia de rentas a los jóvenes se ha desplomado y lo ha hecho a un ritmo mayor que la pérdida de empleos. Para todos ellos el empleo estable y bien remunerado es casi ciencia ficción. Antes de la crisis la masa salarial que percibían los más jóvenes ascendía hasta 24.800 millones de euros, en 2015 esta cifra había caído por debajo de 9.700 millones. En otras palabras, por cada 100 euros de salarios que se destinaban a los jóvenes en 2007, hoy solo les quedan 39.
La situación no es mucho más holgada para los trabajadores que se encuentran en el siguiente escalón: entre 26 y 35 años. En 2007 había casi 6 millones de personas en esta edad que tuvieron acceso al mercado laboral, en 2015 se desplomó hasta 4,1 millones. Esto es, se ha perdido un 30% del empleo asalariado.
En cuanto a la masa salarial que percibía esta horquilla de la población, en 2008 ascendía hasta 95.000 millones de euros. Siete años después habían perdido algo más de uno de cada tres euros, hasta el punto de que su masa salarial cayó por debajo de los 60.000 millones.
Estas cifras no contradicen el discurso de Báñez. Sigue siendo ilegal contratar por debajo del salario mínimo. El problema es que el aumento de la temporalidad, unido a la caída de los salarios (en especial los más bajos) ha terminado por consolidar el concepto de trabajadores pobres. Recuperar las condiciones laborales para todos estos jóvenes es el gran reto que tiene por delante el Ministerio de Empleo si quiere recuperar a la ‘generación perdida’ y pagar las pensiones.