Pero peor es la imagen internacional que estamos transmitiendo. Habrá quien piense que soy una histérica y que los datos refutan mis tesis. Es cierto que Cataluña ha crecido en los últimos meses por encima de la media; pero lo ha hecho gracias a las exportaciones, porque el consumo interno ha bajado. Así que me parece que algo de razón tengo.

No soy la única que lo piensa. Esta semana leía en EL ESPAÑOL que los empresarios alemanes también lo están. Leía, incluso, cómo el ex presidente de Daimler en nuestro país, José Luis López Schummer, reclamaba que la región volviera a la legalidad. Así que hice un par de llamadas para palpar cómo está el ambiente entre algunos clientes alemanes que tengo. Y la cosa está bien calentita.

Cómo sería la cosa que me puso en manos libres con uno de sus colegas de despacho. Eso sí, siempre con un estilo envidiable y dejando entrever una diplomacia nunca vista, me comentaba uno de ellos que les gustaría que hubiera algo más de estabilidad legislativa.

- ¿Cómo les pregunté? No es que España se caracterice por ser un país en el que la legislación sea cambiante.

“Creo que se refiere a los cambios que ha habido en torno a las energías renovables”, me dijo el otro.

Me explicaron que hay muchísimos fondos interesados en participar en los procesos de construcción y de operación de los futuros parques; y está por ver si el Gobierno se anima a subastar algún lote más en los próximos meses.

Un apetito que podría saciarse si las cosas van bien, y existe una cierta seguridad jurídica.

Inevitablemente me vino a la cabeza un nombre: el de Álvaro Nadal, el ministro de Industria, que últimamente anda a la gresca con buena parte de las eléctrica; pero también con la parte de las renovables y sus fondos de inversión.

No sólo por los cambios introducidos por este Gobierno en el sector, también porque temen que cuando venga un nuevo Ejecutivo se vuelvan a cambiar las normas.

Parece que no aprendemos. Yo, de momento, voy a cerrar mi maleta para irme de Semana Santa.