El año 2019 ha sido un año muy bueno para las Bolsas, pero solo porque el anterior, 2018, había sido muy malo. De modo que si tomáramos como referencia el españolísimo índice IBEX 35 nos encontraríamos con que el casi 14% que ha subido en 2019 se transforma en una pérdida del 3,4% si se toman en cuenta los dos últimos años. Es decir, a finales de 2019 el IBEX 35 está un 3,4% por debajo de donde estaba el 31 de diciembre de 2017, lo que viene a ser lo mismo que decir que, salvo por el cobro de los dividendos, los dos últimos han sido años perdidos para la Bolsa española.
El saldo de estos dos últimos años no ha sido tan malo para la mayor parte de los otros índices europeos, aunque tampoco se pueda hablar de unos resultados llamativos. Así, la Bolsa alemana, ha subido un 3,2% en esos mismos dos años, lo que contrasta abiertamente con el 13,6% de revalorización de la Bolsa francesa que con ello ayudó a que la revalorización conjunta de las Bolsas europeas se situara en 7,85%, algo que, a pesar de todo, se queda lejos del 21% que ha subido la Bolsa de EEUU, medida por el índice S&P 500, en ese mismo período.
El resumen, el saldo bursátil de los dos últimos años ha sido bueno, pero no espectacular, en EEUU; regular, tirando a malo, en el conjunto de Europa, y bastante malo en el caso de España. Si la comparación se hiciera desde los niveles máximos que alcanzaron las Bolsas el 23 de enero de 2018, el resultado sería aún peor: pérdidas del 8,6% para el IBEX 35 y del 1,6% para la Bolsa alemana, mientras que las ganancias de París, Nueva York y el conjunto europeo se verían reducidas a, respectivamente, 9%, 12,8% y 4,2%.
Ese comportamiento de las Bolsas ha sido el reflejo de lo que estaba sucediendo con las expectativas económicas, que empezaron a deteriorarse de manera generalizada para el sector industrial a finales de 2017 (de ahí que en enero de 2018 las Bolsas ya se desestabilizaran con una fuerte caída) aunque hasta mediados de 2018 el impacto no se hiciera notar en el crecimiento del PIB. Todo ello fue alimentando poco a poco el temor a que la economía global estuviera camino de una recesión.
La situación se complicó tanto hace justo un año que, en cuestión de unos pocos días, el banco central de EEUU (la Reserva Federal) pasó de anunciar varias subidas de tipos de interés para el año 2019 a decir que no habría subidas en el año y a, finalmente, bajarlos en tres ocasiones en el segundo semestre. Y no solo eso. A mediados de septiembre pasado emergieron unos problemas acuciantes de falta de liquidez en el mercado monetario de EEUU, lo que llevó a la Reserva Federal a poner en marcha un mecanismo de emergencia para salvar la situación, inyectando con ello en el sistema 405.000 millones de dólares en cuestión de solo tres meses.
De manera prácticamente simultánea, el Banco Central Europeo (BCE) daba también marcha atrás en su política de retirada paulatina de los estímulos monetarios e iniciaba un nuevo programa de compra de bonos, bien que bastante más modesto: 20.000 millones de euros al mes.
Con todo lo dicho ya se ve que no se puede hacer un balance de lo que ha sido el año económico 2019 si no se arranca desde dos años atrás, lo que lleva a una conclusión evidente: 2019 ha sido el año del fracaso de los bancos centrales ya que los más importantes de entre ellos han vuelto a caer en las políticas monetarias de las que estaban tratando de desligarse, en el caso de la Reserva Federal desde diciembre de 2015 (y de manera mucho más intensa desde diciembre de 2017) y en caso del BCE desde finales de 2018.
¡Qué casualidad, por tanto, que, desde que el balance de la Reserva Federal empezara a reducirse en diciembre de 2017, solo transcurriera un mes hasta que las Bolsas de EEUU empezaran a desestabilizarse, arrastrando con ellas al conjunto de las Bolsas de todo el mundo!
¡Y que casualidad también que, a principios de octubre de este último año 2019, el índice S&P 500 de la Bolsa de EEUU estuviera exactamente en el mismo nivel que un año antes, con lo que toda la revalorización habida en 2019 por encima del máximo histórico de septiembre de 2018 se habrá producido en los tres últimos meses del año, los meses en que la Reserva Federal le ha inyectado al mercado monetario de EEUU los mencionados 405.000 millones de dólares.
Vuelve así a confirmarse el adagio tan querido de Warren Buffet: “Cuando bajan los tipos de interés, suben las Bolsas, ¿no?; ¡no es física cuántica!” (en realidad él habla de “rocket science” que tiene una traducción muy poco eufónica al castellano…).
Al hablar del “fracaso de los bancos centrales” estamos hablado de la doble faceta que tiene el balance de las políticas monetarias aplicadas durante estos últimos años para salir de la crisis financiera: 1) por un lado han sido un éxito, porque salvaron la situación tan complicada en la que se vieron el sistema financiero y la economía mundial en 2008-2009, y han permitido que las economías crecieran durante once años en el caso de EEUU y durante seis años en el caso de Europa y Japón pero, 2) por otro han fracasado porque no han servido, al menos por ahora, como para permitir que los estímulos monetarios pudieran ser retirados con la tranquilidad de que las economías ya no necesitarían ese apoyo especial.
Ni que decir tiene que lo dicho para Europa y EEUU se puede aplicar a China y Japón por lo que empezaremos el año 2020 con las cuatro grandes economías aún necesitadas de las ayudas propias de las situaciones de emergencia, aunque, por ahora, sin que sean necesarios los estímulos voluminosos que se requirieron en los momentos de alarma total: los años 2008-2015 para EEUU y los años 2011-2018 para Eurozona.
Tras este resumen de lo que ha dado de sí el año 2019, que se podría decir, exagerando, que ha sido casi un regreso a la casilla de partida en lo que se refiere a la política de estímulos monetarios de los bancos centrales, hablaremos en la próxima columna más en detalle de cuál será la expectativa para 2020.
¡Feliz Año Nuevo!