Moncloa ha confirmado que María Jesús Montero continuará al frente de Hacienda y que tendrá una responsabilidad añádida: la Portavocía del Gobierno. En cualquier caso, el principal reto de la locuaz ministra andaluza no será atender a los periodistas tras los consejos de ministros de la coalición, sino construir presupuestos.
La exconsejera de Hacienda de Andalucía se ha convertido en uno de los principales valores del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Tanto es así que ha sido una de las bases sobre las que se ha construido el acuerdo de Gobierno con Unidas Podemos, tanto el presupuestario de finales de 2018 como el programático que ha servido como base para formar la coalición. La buena relación de Montero con los morados ha sido clave para hacer que desistieran de algunas de sus pretensiones.
El rompecabezas de las cuentas que va a tener que afrontar la ministra de Hacienda va a ser complejo. Tiene que encontrar hueco para todos los pactos que tuvo que cerrar el PSOE para lograr apoyos suficientes para la investidura de Pedro Sánchez, puesto que las matemáticas parlamentarias no mienten: se necesitarán los mismos votos para sacar las cuentas adelante.
Un puzzle complejo
Y no son pocos. Se trata de satisfacer las peticiones de inversión y financiación de pequeñas formaciones como Teruel Existe, BNG y Nueva Canarias. Amén de atender las reclamaciones del PNV.
En el sudoku presupuestario también habrá que encontrar espacio para las reclamaciones que pueda hacer ERC. Durante el debate de investidura, el portavoz republicano Gabriel Rufián ya afirmó que su apoyo a Sánchez en esa votación no iba a implicar que se respaldasen los Presupuestos.
Cabe recordar que el proyecto presupuestario de 2019 ya recogía un incremento de 900 millones de euros en inversiones para Cataluña, pero esto no fue suficiente para lograr el aval de los republicanos, que vetaron el texto llevando a España a las elecciones del 28 de abril.
Gasto social
A todas estas exigencias, Montero tendrá que sumar las promesas de incremento de gasto social que han llevado tanto el PSOE como Unidas Podemos en sus programas. Y ojo: solo el alza de las pensiones de jubilación y de los salarios públicos va a suponer la friolera de 5.800 millones más.
A ello hay que añadir los previstos incrementos presupuestarios para dependencia, la ampliación de gratuidad de la educación infantil, las nuevas prestaciones sanitarias como la salud bucodental y la derogación del copago farmacéutico en las rentas más bajas.
Reforma fiscal
Montero será la responsable de activar la ambiciosa reforma fiscal que ya pactaran Sánchez e Iglesias en 2019, que se desarrollará en los próximos Presupuestos. Entre las medidas previstas, se encuentra una importante reforma del Impuesto sobre Sociedades para que las grandes empresa paguen un mínimo del 15% y las de hidrocarburos y financieras abonen un 18%.
Además, habrá una subida del IRPF para las clases altas y se aumentarán los tributos para grandes fortunas, aunque no se ha aclarado en qué dirección. A todo esto se suman medidas que estarán fuera de los Presupuestos, como la creación de dos nuevos impuestos: las tasas Tobin y Google, que gravarán las transacciones financieras y a los gigantes digitales, respectivamente.
Sin embargo, la estimación de recaudación que se espera por esta reforma es muy baja para todo el gasto que quiere afrontar el nuevo Gobierno: 5.600 millones que ni siquiera cubren las subidas de salarios públicos y pensiones ya previstas para 2020.
Obligación constitucional
La ministra andaluza tendrá que afrontar, así mismo, la obligación establecida por la Constitución (en este mismo 2020) de tener que respetar las cifras y límites de deuda y déficit exigidos por la Comisión Europea.
Esta cuesta empieza difícil. Ya en este año España debe llevar a cabo un ajuste estructural en sus cuentas por valor de un 0,65% del PIB. Además, tendrá que rebajar la insostenible deuda pública (está en el 97% del PIB) para acercarla al 60% del PIB que pide Bruselas.
'Feeling' con los periodistas
No son pocas las tareas que tiene Montero, que acoge una más: las relaciones con la prensa. La andaluza será la nueva portavoz del Gobierno, un cargo que, cierto es, le vendrá como el anillo al dedo. Su buena relación con la prensa es conocida y no rehúye los micrófonos de los medios. Un rasgo que ha gustado, y mucho, a Sánchez por su solvencia y 'feeling' con los periodistas.
Sustituye a una hierática Isabel Celaá que nunca ha convencido en el cargo por la escasa claridad de sus explicaciones y la pobre conexión y 'química' con los medios de comunicación.