"Es una de las normas industriales más importantes desde hace muchos años", sostiene el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton. Bruselas ha presentado este martes su esperada Ley de Chips, cuyo objetivo es facilitar la construcción de megafábricas de tecnología punta en Europa con el fin de reducir la dependencia actual respecto a países como Corea del Sur o Taiwán. Para lograrlo, el Ejecutivo comunitario pretende movilizar hasta 45.000 millones de euros de inversión pública y privada de aquí a 2030, una cifra que sin embargo todavía está por debajo del dinero destinado a la transición digital por Estados Unidos o China.
Los chips semiconductores son una pieza esencial de todos los productos digitales o digitalizados, desde los teléfonos inteligentes a los coches, pasando por infraestructuras y aplicaciones críticas para sanidad, energía, movilidad o comunicaciones. Desde el estallido de la pandemia de Covid-19, Europa y otras regiones del mundo han sufrido importantes problemas de suministro y escasez de chips. El sector está muy concentrado: hoy en día, sólo dos compañías en todo el mundo, situadas en Taiwan y Corea del Sur, son capaces de fabricar los chips más punteros.
Como resultado de la crisis de suministro, muchas plantas de coches han tenido que cerrar en Europa y el resto del mundo, y sus trabajadores han sido despedidos. A nivel mundial, 11,3 millones de vehículos no pudieron ser fabricados en 2021 y en algunos Estados miembros la producción cayó un 34% en comparación con 2019, hasta volver a niveles de 1975. El sector de equipamiento industrial también ha sufrido un duro golpe. La guerra comercial entre China y Estados Unidos ha agravado los problemas de suministro de chips.
"Así que esta Ley Europea de Chips llega absolutamente en el momento adecuado y tiene dos objetivos principales. El primero es, a corto plazo, aumentar nuestra resiliencia ante futuras crisis anticipándonos y evitando así interrupciones en la cadena de suministro. Y el segundo es, por supuesto, mirar a medio plazo y hacer de Europa un líder industrial en este mercado tan estratégico", ha explicado la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Clústeres en España, Lituania o Bélgica
Bruselas se ha marcado como objetivo alcanzar el 20% de cuota en el mercado mundial de producción de chips. Sin embargo, ahora mismo ese objetivo está muy lejos. Eso sí, Europa tiene importantes puntos fuertes en este sector. En primer lugar, es el centro del mundo en investigación de semiconductores, con centros de ingeniería líderes como el IMEC de Lovaina (Bélgica).
Además, la UE está bien posicionada en cuanto a los materiales y equipos necesarios para las fábricas de chips y tiene clústeres industriales importantes. La vicepresidenta de la Comisión y responsable de Compentencia, la liberal danesa Margrethe Vestager, ha citado dos: Lituania (que fabrica componentes electrónicos para telecomunicaciones, defensa, aparatos médicos o los láseres necesarios para hacer los microprocesadores) y también España.
"España es un campeón europeo y mundial en el diseño, el desarrollo y la fabricación de los componentes electrónicos de los sistemas de entrada pasiva sin llave para coches, con una cuota de mercado superior al 60% a nivel mundial", ha destacado Vestager.
Sin embargo, la cuota de la UE en su conjunto en el mercado mundial de chips se limita al 10% y depende del suministro de países extracomunitarios. "En caso de una interrupción grave de la cadena de suministro mundial, las reservas de chips de Europa en algunos sectores industriales -por ejemplo, la automoción o los dispositivos sanitarios- podrían agotarse en unas pocas semanas, lo que paralizaría muchas industrias europeas", sostiene la Comisión.
La principal debilidad es la falta de plantas punteras de fabricación de los chips más avanzados (de 7 nanómetros o más pequeños). "Sin inversiones rápidas y suficientes, la cuota de mercado de Europa caerá a menos del 5%, teniendo en cuenta la duplicación del mercado y la escala de los esfuerzos que se están produciendo en otros lugares del mundo. También podría retrasar la adopción de la próxima generación de chips por parte de la industria europea, lo que pondría en riesgo su competitividad y autonomía tecnológica", avisa el Ejecutivo comunitario.
Menos inversión que EEUU y Corea
Sin embargo, la estrategia de Bruselas no incluye dinero nuevo, sino que se limita a reciclar y sumar inversiones ya previstas. En primer lugar, la UE destinará alrededor de 11.000 millones de euros a reforzar la investigación en microprocesadores. A ello hay que sumar un fondo para invertir 2.000 millones de euros en empresas emergentes. La principal partida (30.000 millones de euros) consiste en inversiones públicas que ya se han programado, por ejemplo de fondos Next Generation o en los presupuestos nacionales de los Estados miembros, que serían las destinadas a megafábricas.
En contraste, la Ley de Chips de Estados Unidos prevé una inversión de 52.000 millones de dólares en I+D y fabricación hasta 2026. Por su parte, China está acelerando los esfuerzos para reducir su brecha tecnológica y habrá invertido hasta 150.000 millones de dólares entre 2015 y 2025 en planes como 'Made in China 2025'. Japón acaba de anunciar 8.000 dólares en financiación pública para su industria de semiconductores, mientras que Corea del Sur ha puesto en marcha un plan de incentivos incentivos fiscales para movilizar una inversión de hasta 450.000 millones de dólares hasta 2030.
Frenta a estas cantidades, la principal novedad de la Ley Europea de Chips es en realidad relajar las reglas que limitan las ayudas públicas con el fin de atraer a la UE a los fabricantes de chips. Para poder beneficiarse de subvenciones masivas, las fábricas deberán ser "primeras en su tipo en Europa", lo que significa que aún no exista una instalación equivalente. Además, las plantas subsidiadas no deben desplazar iniciativas privadas existentes o comprometidas y el apoyo público cubrirá un máximo del 100% del déficit de financiación demostrado.
El Ejecutivo comunitario asegura que su objetivo no es volver a una especie de autarquía en la que la UE produciría todos los tipos de chips que se destinarían únicamente a consumo interno. De hecho, la Ley de Chips prevé reforzar la colaboración con "socios afines", entre los que se nombra especificamente a Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Singapur y Taiwan, pero no a China. Además, la UE cooperará con los países vecinos con el fin de reforzar la resiliencia de la cadena de suministros de semiconductores.
"No debemos depender de un país o una empresa para garantizar la seguridad de suministro. Debemos hacer más juntos -en investigación, innovación, diseño, instalaciones de producción- para garantizar que Europa sea más fuerte como actor clave en la cadena de valor global", ha dicho Vestager.
Mientras que Vestager ha insistido en que no debe producirse una "carrera de subsidios" entre los Estados miembros, Breton ha insistido en la necesidad de un apoyo público potente para consolidar el sector de los semiconductores y reforzar la soberanía de Europa en este sector. La Ley de Chips es el resultado de un compromiso precario entre ambas posiciones contrapuestas, liberal y proteccionista.
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