Fue una de las primeras decisiones del sector financiero en los peores momentos de la crisis del coronavirus. Durante la pandemia, no habrá ni despidos objetivos ni ERTE pese a la esperada caída de la actividad y de los beneficios en el sector.
BBVA, Banco Santander o Bankinter fueron los primeros en hacer pública su decisión de no tocar ni un milímetro la plantilla durante el actual estado de alarma. Y fuentes sindicales consultadas confirman que la mayoría de entidades ya han trasladado en privado a sus empleados que el objetivo es, también, preservar el empleo sea cual sea el ritmo de caída de ingresos durante el estado de alarma.
Los bancos han apostado en las últimas semanas por el teletrabajo en sus servicios centrales y en parte del asesoramiento que antes se realizaba en las oficinas. Pero también mantienen abierta buena parte de la red para atender a sus clientes, en un momento en el que el sector es considerado como ‘esencial’ y debe seguir prestando servicios como la tramitación de préstamos a empresas y autónomos, las moratorias en los pagos de créditos al consumo e hipotecas o el abono de nóminas y prestaciones.
Bajo mínimos entre los grandes
Entidades como Banco Santander llevan semanas operando con un 50% de sus oficinas ‘de calle’, mientras que en BBVA la cifra ronda un tercio del total. Desde el sector insisten en que la prioridad es mantener la seguridad del servicio y, sobre todo, la salud de clientes y empleados. En este sentido, y confiados en que de momento la crisis no afectará a las plantillas, los empleados de banca sí temen que este ajuste de sucursales se intensifique cuando vaya descendiendo la presión actual.
Primero, por la evidencia de que el teletrabajo y la digitalización funcionan para cerrar determinadas operaciones y, segundo, porque anticipan un fuerte ajuste en la estructura de costes si la crisis termina por herir casi de muerte, como así apuntan la mayoría de analistas, el crecimiento de los beneficios, ya de por sí presionado por el entorno de tipos de interés negativos.
Este ajuste esperado para la era poscoronavirus se produciría después de que el sector echase el cierre a más de 2.000 oficinas en 2019, según las últimas cuentas de las entidades, hasta dejar el número total en unas 24.000.
El gran temor es que los cierres acaben afectando irremediablemente al empleo, al producirse de una forma mucho más rápida y virulenta de lo que hasta ahora marcaba la lógica tendencia de la digitalización y de los nuevos modelos de sucursales más grandes y dedicadas a servicios de asesoramiento y gestión comercial.
Futuro incierto
Joan Sierra, responsable de Sector Financiero de CCOO, confía en que los cierres se compensen con el traslado de los empleados a estas nuevas sucursales, como se ha hecho en muchos casos hasta ahora. Pero advierte del peligro de recortes en el número de oficinas. “Si las sucursales son ahora un servicio esencial, después de la crisis lo serán todavía más si cabe”, indica.
En este sentido, destaca el papel de la presencia física a la hora de guiar y aconsejar a las pymes y autónomos que conforman el tejido productivo español, recordando que “los directores de oficina son los que mejor conocen a sus clientes y la red de sucursales será clave para atender las necesidades de los afectados”.
“Va a hacer falta mucho contacto personal y reconocimiento del terreno para lo que viene. Va a ser necesario estar ahí, cara a cara con el cliente”, insiste Sierra, recordando que, de hecho, las cooperativas de crédito son las que más oficinas mantienen abiertas estos días, en torno a un 80% de su red.
“A los grandes les costará más la desescalada”, explica, temiendo que en este proceso “se vea agravada la dinámica de los últimos años”. “Entendemos que el cierre de oficinas y los ajustes son procesos propios de la dinámica que ha vivido el sector en los últimos años y que su parálisis es solo a corto plazo, por lo que vigilaremos atentos los planes en este sentido”, insiste.
Procesos pendientes
Recuerdan los sindicatos, además, que todavía quedan muchos procesos pendientes de salida de empleados que han quedado paralizados por completo con la crisis y que volverán a las mesas negociadoras cuando todo pase.
Entre otros, apuntan al ERTE de Liberbank, aún sin acuerdo y con polémicos puntos sin definir como las aportaciones a los planes de pensiones. También el ERE (despido objetivo) de Ibercaja que, según confirman, “ha quedado paralizado y afectará a unos 500 empleados que sí están trabajando durante la crisis”. Abanca también estima la salida de 190 empleados en ‘formato de prejubilación’ tras la integración de Caixa Geral. Y la entidad estima que le sobran más de 50 oficinas.
Banco Sabadell también dejó entrever en su última junta general de accionistas que espera ajustes para enfrentarse a las consecuencias del Covid-19. Por eso, la prioridad de los sindicatos ha dado un giro de 180 grados de cara a la negociación colectiva que también se ha parado, con la esperanza de los sindicatos de poder ampliar los plazos negociadores con las patronales, fijados hasta el próximo junio.
De momento, se mantienen tranquilos con los mensajes que llegan desde las direcciones bancarias. “Conforme avance la crisis y su impacto se vaya viendo en las cuentas de resultados, es posible que veamos nuevas medidas, pero ahora la banca está completamente comprometida con el empleo”, explican. Aunque solo sea porque, hoy por hoy y ya se verá si también una vez pasada la crisis, la reputación puede ser más valiosa que adaptar la estructura a la nueva realidad que se avecina.