No quieren tu dinero… quieren tus datos. La transformación tecnológica de la banca ha venido, en parte, obligada por una regulación que pretende un sistema más abierto en el que el uso seguro de los datos de los clientes y su compartición con terceros sirva para ofrecer mejores servicios financieros.
Todo comenzó con la puesta en marcha de la directiva de pagos PSD2, que regula el acceso de terceros -incluidas grandes tecnológicas- a datos de cuentas bancarias, siempre bajo el consentimiento del cliente a través de API (interfaces de programación de aplicaciones).
La idea es que entidades y fintech compartan información para conseguir a través de estas plataformas abiertas un servicio más personalizado. Un objetivo ambicioso que también ha supuesto un quebradero de cabeza para la banca y que ahora debe dar el salto desde el mero cumplimiento normativo hacia una verdadera capacidad para que el Open Banking (banca abierta) genere valor a través de la personalización y la creación de nuevos productos adaptados al análisis de datos.
El reto de la banca tradicional
Aunque pueda parecer que la banca española, aún muy marcada por su operativa ‘tradicional’, no está a la altura del proceso, nada más lejos de la realidad. Al menos si se compara con Europa. Según datos de la plataforma de banca abierta Tink, España está a la cabeza del Viejo Continente en inversión en tecnología Open Banking, con un 48,3% de las entidades nacionales invirtiendo más de 100 millones de euros al año, frente media europea que ronda el 45%.
En un momento clave para el futuro del sector bancario, “el uso de los datos y aprender de los hábitos de consumo es clave para desarrollar nuevos servicios financieros”, indica Beatriz Giménez, country manager de Tink para España y Portugal. En una entrevista con Invertia, la directiva insiste en que “España es, sin duda, uno de los países más avanzados de la Unión Europea en cuanto a Open Banking; hay madurez en el mercado y voluntad para aprovechar el movimiento como una oportunidad para mejorar la experiencia de sus clientes”.
Los grandes bancos españoles llevan años adentrándose en este nuevo modelo. Por ejemplo, Banco Santander ya ofrece préstamos, cuentas, pagos y funciones de identidad y onbording a través de su portal Developer Hub, además de contar con API para la identificación de sucursales y cajeros en Reino Unido, España y México. BBVA también cuenta con un portal de API disponible tanto en España como en EEUU y México desde 2017, con tres categorías de API: cuentas de particulares (notificaciones, datos del perfil o préstamos preconcedidos, entre otros), empresa (posición global de empresa o notificaciones) y datos (datos agregados de ventas y perfilación de clientes).
El API Soter de CaixaBank ofrece, de momento, la iniciación de pagos e información de cuentas, mientras que otros como Liberbank, Bankinter, Ibercaja y Sabadell cuentan desde 2019 en sus portales de desarrolladores con API de servicios que exige PSD2: iniciación de pagos (PIS), acceso a información sobre cuentas (AIS) y confirmación de fondos.
Una adaptación compleja
“Es importante entender que la gestión del cambio dentro de las organizaciones ya consolidadas no es fácil. Los procesos son complejos y en muchos casos la tecnología heredada es anticuada o desactualizada”, explica Beatriz Giménez, que reconoce que “el riesgo y los costes asociados a la transformación digital son demasiado importantes como para invertir sin saber con seguridad si afectará la oportunidad de atender a los clientes en el futuro”.
Respecto al caso español, recuerda que la mayoría de instituciones financieras ha optado por la cooperaración con startups y fintech independientes para mantenerse al día en innovación. “Esto les permite innovar en sus propias operaciones reduciendo el riesgo, al mismo tiempo que aportan valor a los clientes que demandan servicios digitales”. A su juicio, los bancos deben decidir ahora si mantienen estas iniciativas como aplicaciones independientes o si incorporan, poco a poco, estos servicios como parte de su negocio principal.
Esta segunda opción sería la idónea para adaptarse al crecimiento de la banca abierta. “Existe una gran cantidad de modelos de negocios, servicios y nuevos productos financieros complementarios que el Open Banking puede mejorar”, indica la experta. Desde la plataforma europea líder en este negocio consideran que “la mejor parte del Open Banking es que facilita un ecosistema colaborativo donde cualquiera con una idea innovadora puede aportar valor a toda la industria, desde una startup hasta un gran banco internacional”.
Las posibilidades son infinitas en cuanto a innovación en producto, desde hipotecas a préstamos o seguros. Las entidades también han apostado por instalar agregadores financieros, para que sus clientes puedan tener una visualización unificada de sus posiciones en otros bancos en una sola pantalla. Y eso es solo el principio. “La industria en su conjunto se beneficiará de una mayor innovación, lo que significa que todos tendrán que mejorar su oferta para mantener a sus clientes, y al final, el usuario final tendrá mejores experiencias”, explican.
Noticias relacionadas
- Objetivo, proteger al partícipe: la banca acelera el ‘divorcio’ entre gestión y custodia
- Dinero rápido: la búsqueda de microcréditos se dispara más de un 30% con la crisis
- Sabadell aprovecha los cierres en la pandemia para adelantar el ajuste de 200 oficinas
- Sabadell apuesta por la digitalización para relanzar TSB que cerrará parte de su red en 2020