Finales de 2010. La banca española comenzaba a poner fin a una guerra del pasivo en la que las rentabilidades de los depósitos bancarios no bajaban del 5% con los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) todavía rondando el 1%.
Cómo han cambiado las cosas en apenas una década. Las ofertas extratipadas han dejado paso a un escenario en el que las entidades han cambiado por completo sus políticas de comisiones para ganar clientes vinculados y, por tanto, más rentables para el sector, abriendo incluso el ‘melón’ de cobrar por los depósitos a particulares.
Es un hecho. Esta posibilidad aún pone los pelos de punta al sector financiero español casi tanto como a sus clientes. Desde hace tiempo, los principales banqueros del país han rechazado con rotundidad tomar este camino pero, sin duda, la idea ha estado sobre la mesa en varias ocasiones. Especialmente desde que el pasado año las entidades empezaran a cobrar a las empresas, fondos y clientes institucionales por guardar su liquidez.
El interés del sector por cobrar por los depósitos tiene su lógica. El BCE lleva años gravando a las entidades por guardar sus depósitos en el organismo, con el objetivo de que ese dinero entre en movimiento y toda la liquidez ‘enchufada’ al sector se mueva hacia la economía real en forma de crédito.
Actualmente, el tipo de facilidad de depósito (lo que el organismo monetario cobra a la banca por guardar su dinero) se sitúa en el -0,50%. Lleva en negativo desde 2014. Es decir, los bancos llevan asumiendo ese coste desde hace más de seis años, resistiendo como pueden la tentación de trasladar al cliente ese coste. Al menos de una manera directa.
"Es la barrera que nunca se podrá traspasar, es algo impensable", insisten fuentes financieras. El problema es que también parecía impensable que los tipos de interés del BCE estuvieran en el 0% durante tanto tiempo. Y que el euríbor llevase cuatro años en negativo. También lo era que empresas y Estados se financiasen a tipos negativos, es decir, que cobrasen intereses por sus emisiones.
Pero todo eso, hace años algo de ciencia ficción, es ahora el pan de cada día en los mercados financieros. Una realidad que ha presionado hasta la extenuación la rentabilidad del sector bancario, que ahora solo tiene tres vías, y mejor si van todas juntas, para hacer negocio en un entorno de tipos negativos que los más optimistas esperan al menos durante una década más: las fusiones, los ajustes de plantilla y oficinas, y la subida de comisiones.
El ahorro, disparado
Todo esto se produce en un momento en el que, como consecuencia de la crisis, el ahorro de los españoles está en máximos históricos, tras crecer un 63% en los nueve primeros meses del año, según datos del Banco de España. Y algunas entidades se han visto con situaciones que hacía tiempo que no se observaban, como que los depósitos de sus clientes superen, y con creces, el crédito concedido.
Con tal cantidad de dinero 'guardado' sin posibilidad de hacerlo rentable, sumado a la 'borrachera' de liquidez proporcionada por el BCE, algunos bancos europeos se atrevieron a cruzar la línea roja el pasado año cobrando a los depósitos de particulares que superasen los 100.000 euros garantizados por sus respectivos Estados. Es el caso del danés Jyske Bank, el alemán Berliner Volksbank o, más recientemente, UniCredit en Italia. En España, Credit Suisse también cobra por las cuentas de sus clientes particulares, aunque desde un millón de euros.
Ya ha llegado a España. ING ha dado un paso en esa misma dirección, al anunciar esta semana, tal y como adelantó Invertia, que comenzará a cobrar una comisión a sus clientes de su Cuenta Naranja a partir de 30.000 euros si no tienen la nómina domiciliada.
El banco ‘sin comisiones’ deja de serlo así para este popular producto. La intención de la entidad al gravar con 10 euros mensuales la custodia de este ahorro es que todos esos clientes que contratan su servicio como ‘segundo banco’, empiecen a considerarle como su primera opción. Y eso, irremediablemente, pasa por captar nóminas.
Objetivo: más vinculación
La vinculación se ha convertido en el salvavidas de un sector que ha visto caer a plomo sus ingresos en los últimos años. Y, aunque rechacen el cobro por la custodia de depósitos minoristas, las nuevas políticas de comisiones por el mantenimiento de las cuentas puestas en marcha este año parecen una especie de ‘ensayo general’ antes de tomar la gran decisión.
Prácticamente todas las entidades han endurecido las condiciones para que los clientes puedan mantener sus cuentas abiertas de forma gratuita. A más productos contratados, menor será el coste por dejar el dinero en la cuenta. Y más rentable será el cliente para el banco en cuestión.
Para los clientes inactivos, aquellos sin ninguna vinculación, el coste puede llegar a 240 euros al año en el caso de Banco Santander o CaixaBank, 14 euros mensuales y 28 de cuota anual en Bankia o 100 euros al año en BBVA. Son solo unos ejemplos, pues la práctica se repite prácticamente en todo el sector.
Es cierto que, al final, las mayores subidas de 'precio' repercutirán en una pequeña base de los clientes, pues, al fin y al cabo, la mayoría tiene su nómina domiciliada en el banco. Sin embargo, parece claro que el movimiento anticipa que el camino a seguir en los próximos años será pagar por tener el dinero en el banco. Bien en una cuenta sin vinculación, como ya ocurre, o bien a través de productos vinculados.
El cobro directo por custodia parece más difícil de pronunciar. Pero es innegable que es a lo que se dirige el sector que, en todo caso, realizaría el movimiento de forma simultánea. No es para menos. Se trata de una difícil decisión ante el impacto que pueda tener en los clientes, y también en su reputación.