El Santander de Ana Botín, 10 años después: más digital, competitivo y comprometido con la sociedad
La presidenta está convencida de que la entidad debe ser la mejor plataforma digital de servicios financieros.
9 septiembre, 2024 02:27Eran las 8.45 del 10 de septiembre de 2014. Un Hecho Relevante de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sorprendía al mercado: “Banco Santander lamenta comunicar el fallecimiento de su presidente Emilio Botín”. Sorpresa, nervios, dudas, tensión… Las acciones reaccionaron a la baja y cerraron la jornada con una caída del 0,6% -aunque llegaron a dejarse casi un 2%- al desconocer todavía quién se pondría al frente de la entidad.
Durante el día el banco tenía previsto reunir a su consejo de administración. Mientras tanto, las condolencias y los análisis de lo que iba a ocurrir se agolpaban en las portadas de los digitales, en las radios y en las televisiones. Analistas de mercado y economistas daban por hecho que se abría una nueva etapa que estaría liderada por Ana Botín, pero todo eran especulaciones.
No fue hasta el final de la sesión bursátil cuando la entidad confirmó que el consejo de administración designaba a Ana Botín como nueva presidenta. Todo mientras se despedía al presidente del Santander, el que compró Banesto, el que creó la Súperlibreta, el que patrocinó la Fórmula 1, el que adquirió el Central Hispano, el que convirtió al Santander en el primer banco de Europa…
Al presidente que… Todo eso empezaba a quedar al margen. Era el legado. Llegaba la continuidad y el futuro. Ana Botín aterrizaba en la presidencia tras liderar la expansión internacional en Venezuela, Brasil, México, Argentina y haber presidido Santander UK. ¡Y tras haber sido despedida en 1999 por su propio padre! como ella misma recordaba en una entrevista de televisión en 2020.
Lo hacía para construir sobre lo construido, pero también “consolidar y reinventarnos, transformar el banco”, como ella misma ha reconocido. Un trabajo que ha llevado a la entidad a tener 168 millones de clientes, frente a los 60 millones que tenía una década antes.
Un liderazgo que venía dispuesto a romper con el statu quo que había hasta entonces, y que supuso un viento de aire fresco para la entidad. Comenzó una nueva era en la que se aplicaron estándares internacionales de gestión con la profesionalización del banco. Adoptó decisiones duras, entre otras la de relevar al número dos de su padre, Javier Marín, para nombrar al soldado José Antonio Álvarez, quien aún hoy es vicepresidente de la entidad.
Se transformó el consejo de administración para decir adiós a empresarios patrios y políticos para dar entrada a profesionales de alto nivel, con experiencia internacional y con una mayor presencia de mujeres, una de las obsesiones de Ana Botín: la igualdad de género, que con el paso de los años ha ido extendiendo al resto de capas de la entidad.
Era el inicio de una era en la que la transformación iba a ser la palabra clave. Cambios impulsados por la digitalización y el avance de la tecnología, con el foco puesto en cuatro aspectos: la vinculación de los clientes, la rentabilidad, la remuneración al accionista y el compromiso con la sociedad.
El objetivo, como decía uno de los claims que más ha empleado Botín era el de sencillo, personal y justo. Sobre todo sencillo, pues cada vez los clientes exigen más simplicidad, algo que se enmarca en el proceso de digitalización de la sociedad. “Cada vez pasamos más tiempo en el móvil” decía la propia Botín este fin de semana en una entrevista en la web del banco.
Botín, una nueva forma de comunicar
Fue en 2018 cuando Ana Botín cambió radicalmente su forma de comunicar. Su presencia en redes sociales se multiplicó. Una apuesta personal al comprobar que plataformas como LinkedIn, Twitter o Instagram permiten llegar a nuevos públicos. No sólo eso, permiten también a los líderes empresariales alejarse del tradicional boato que los rodea para acercarse a las preocupaciones de la sociedad y opinar sobre ellas.
Se trata de liderar los cambios, de alejarse de la urna de cristal en la que muchas veces se encuentran. Una apuesta personal que en su equipo costó trabajo ver, pero que con el paso de los años, reconocen, fue certera. La imagen de Ana Botín ha cambiado radicalmente en este tiempo, y ahora se la ve como una líder comprometida y con interés en cuestiones sociales como el cambio climático, el feminismo o las ayudas a la sociedad.
Botín es una firme convencida de que los líderes tienen que liderar sus empresas, pero también ser la cara de las mismas. Abanderar los cambios. Porque la sociedad se fía más de una organización si es su líder quien transmite los mensajes.
No sólo las redes sociales. Botín se ha dejado ver también en programas de televisión a los que pocos más (por no decir ninguno) se han atrevido. Así, en 2020 la vimos en Planeta Calleja hablando de su padre, de ecologismo, de feminismo, del banco, de pobreza… ¿Por qué? Porque se trataba de llegar a públicos a los que tradicionalmente Botín no tenía acceso. Los cálculos decían que el 80% de los espectadores del programa nunca estaban en contacto con los mensajes que lanzaba Botín.
Tal es la obsesión por comunicar y llegar de nuevas formas a la gente, que Botín impulsó el fichaje de la ex directora general de Twitter para España y Portugal, Nathalie Picquot
Una tendencia que obliga a readaptar no sólo las estructuras físicas y las oficinas; también apostar por las aplicaciones y por la tecnología front y back end. Ahí están las apuestas por PagoNxt, que busca simplificar el proceso de pagos a las empresas y competir con las fintech y las grandes pasarelas de pago. Una plataforma que forma parte ya de las unidades esenciales de negocio de la entidad, y que podría salir a bolsa en el ejercicio 2025.
También la refundación de Openbank, allá por 2017, como laboratorio de banca digital y ahora mismo punta de lanza del Santander en Internet. Su tecnología es empleada por el grupo en todo el mundo. Antes de que acabe el año llegará a México y Estados Unidos, mercados ambos donde la entidad espera un gran crecimiento en poco tiempo.
La simplificación también ha llegado a la estructura organizativa del banco. En esta década la entidad ha sufrido numerosas transformaciones para ser más simple y adaptarse a la evolución del negocio. ¿El último cambio? A finales de 2023, cuando la entidad pasó a estar integrada por cinco grandes unidades globales: Corporate & Investment Banking, Wealth Management & Insurance, Payments, Retail & Commercial y Digital Consumer Bank.
Modificaciones que a lo largo de la última década han requerido también nuevos perfiles de liderazgo al frente de las mismas. Incluso, de la propia entidad. Si José Antonio Álvarez fue el soldado que comenzó la transformación del Santander; Héctor Grissi es el ejecutor que tras revolucionar el negocio en América del Norte y México se hizo cargo de las riendas globales.
Un nuevo plan
Es él quien ejecuta ahora el Plan Estratégico con el que Santander busca operar como un sólo banco en todo el mundo, y ser líder en tecnológica, pero también ser la entidad “con más potencial de crecimiento en bolsa”.
Grissi llegó al puesto ejecutivo del Santander en 2022. Daba carpetazo a la segunda etapa de José Antonio Álvarez, quien estuvo a punto de ser relevado en 2018 por Andrea Orcel.
El banquero italiano procedente de UBS con el que Santander sigue todavía litigando. Un frustrado fichaje por las exigencias del ejecutivo, su actitud y sus pretensiones económicas.
Con 168 millones de clientes, el Santander es la segunda entidad europea por detrás del HSBC. Un negocio diversificado a lo largo del mundo en donde Brasil y México aportan ya más que España al negocio. Una diversificación geográfica que busca proteger a la entidad de las coyunturas económicas que se puedan abrir en los distintos países.
Resultados y cotización
En los últimos 10 años, los beneficios de Banco Santander prácticamente se han triplicado. La entidad ganó 5.816 millones de euros en 2014, y ello sin incluir las plusvalías netas que el banco obtuvo por la venta del 85% de Altamira o la alianza en seguros de Santander Consumer Finance.
En 2023, el último ejercicio completo, Santander ganó 11.076 millones de euros. Fue un año récord para el banco de origen cántabro. Este 2024 podría batir de nuevo su propia marca: el beneficio registrado durante el primer semestre ha sido de 6.059 millones de euros. Y no solo eso. La entidad ha mejorado sus objetivos.
La cuenta de resultados y el balance de Banco Santander atestiguan una década de grandes cambios y transformación de la economía y la sociedad. También del juego de contrapesos que ejerce la diversificación geográfica y de negocios del grupo.
A cierre de 2013, España sólo aportaba un 7% de los beneficios del grupo, frente al 23% de Brasil o el 17% de Reino Unido.
El Brexit y la rebaja de tipos en la eurozona convirtieron a los países de Latinoamérica en el principal motor del grupo, mientras que ahora, con un cambio de ciclo de política monetaria –el Banco Central Europeo (BCE) ya ha comenzado a reducir las tasas de referencia-, el Viejo Continente vuelve a ser el gran generador de ingresos y beneficios de Banco Santander.
En está década, con Ana Botín al frente, la rentabilidad del grupo ha aumentado hasta el 15,1% de cierre de 2023. Su tamaño, en términos de crédito a la clientela, ha aumentado un 55% tras sobrepasar en 2022 la barrera del billón de euros de préstamos.
Al mismo tiempo, su patrimonio neto ha crecido un 24%, hasta los 104.000 millones de euros, y el capital de máxima calidad (CET 1 FL) se ha reforzado hasta superar los 72.000 millones, tras generar aproximadamente 26.000 millones desde 2014.
Todas estas cifras han permitido a la entidad reforzar su política de dividendos. En los últimos diez años el banco ha repartido 27.000 millones de euros entre sus inversores. Ha pasado, además, de un mix de retribución entre efectivo y scrip -entrega de acciones- a otro de efectivo y recompra de títulos.
Sin embargo, las acciones de Banco Santander no han logrado recoger todos estos hitos. Los títulos del banco cerraron la sesión del 9 de septiembre de 2014 en los 7,271 euros. En la actualidad, cotizan en los 4,29. El descenso, por tanto, es del 40%.
Esta última década no ha sido un periodo sencillo para los mercados financieros. Tampoco para Banco Santander. Su cotización se ha visto afectada por una crisis financiera, los bajos tipos de interés –e incluso negativos-, una recesión global, una pandemia mundial y una guerra en Europa. Por ejemplo, en 2020, año marcado por la irrupción de la Covid-19, la entidad perdió un tercio de su valor en el mercado.
Por el contrario, en 2023 la subida fue de casi del 34,9%. Su cotización se vio favorecida por el alza del precio del dinero. La remontada ha llevado a Santander a alcanzar máximos desde 2018. Tocó dicho nivel a mediados del pasado junio. Para encontrar su máximo histórico hay que remontarse a 2007, cuando cotizaba por encima de los 13 euros.
En este 2024 la remontada ha continuado: la subida es del 13,6%. Con dicha subida, la capitalización bursátil de Banco Santander es de 66.509 millones de euros. Es la tercera mayor entidad de la zona euro por valor en el mercado, muy cerca de BNP Paribas (70.300 millones) e Intesa Sanpolo (67.000 millones)
Estrategia
Ahora bien, llegar hasta aquí no ha sido un camino sencillo. En esta década Ana Botín ha tenido que realizar dos ampliaciones de capital. La primera, nada más llegar a la presidencia. Captó 5.000 millones de euros en sólo 48 horas. La segunda, con motivo de la compra del Popular por 1 euro en junio de 2017.
Era la primera vez que se activaba el mecanismo de resolución. El banco cántabro se hizo con la firma presidida por aquel entonces por Ángel Ron y fue necesario buscar 7.000 millones para equilibrar balances y asumir la compra. La noche del 6 al 7 de julio, tras celebrarse la subasta de resolución, Santander tuvo que capitalizar de madrugada todas las oficinas del Popular para facilitar que a la mañana siguiente pudieran abrir sus puertas.
La operación dio sus frutos. Dos años más tarde, se veía ya una reducción de gastos del 7,3%. Una mejora de las ganancias del 5% y el retorno allá por 2020 era ya del 13%.
Un año antes de comprar Popular, el Santander tuvo que hacer frente a otro problema para su negocio: el Brexit. Santander UK es uno de los pilares del negocio de la entidad. Existían dudas sobre cuál sería el futuro de la entidad. Pero el consejo del banco, con Botín a la cabeza, insistieron en que “es uno de los mercados principales y lo seguirá siendo en el futuro”.
Esos problemas han quedado ya en el olvido. Botín está convencida de que el Santander debe ser la mejor plataforma digital de servicios financieros. No se trata ya de ser un banco convencional al uso. Se trata de estar presente en el móvil, en el día a día de la gente.
Una estrategia en la que se enmarcan algunos de los últimos fichajes hechos por la entidad: Ignacio Juliá como CEO en España, procedente de ING y toda su vida dedicado a la banca online. También Pablo Reborio, procedente de N26 que estará a cargo del área de Segmentos e inteligencia artificial. Además, en ING ha pescado a la que era su directora de Pagos y Cuentas, Ángela Sánchez.
El área de banca privada y altos patrimonios también se ha visto reforzada en los últimos meses. El gran fichaje se producía la pasada semana cuando Botín lograba arrebatar a CaixaBank a su gran gurú: Víctor Allende, un nombre que ha revolucionado el sector y que probablemente provocará un tsunami de movimientos de gestores y clientes en las próximas semanas.
Todo ello sin olvidar el compromiso con la sociedad. El apoyo a las pymes; sobre todo en épocas complejas como fue la Covid-19. Ahí está el caso de Lavandería Romeral, cuyo negocio prosperó gracias al avance de la entidad cántabra.
Santander comienza una nueva década donde tiene como objetivo convertirse en One Santander. Es decir, ser un solo banco en todo el mundo. Ser capaz de convertirse en el gran banco de la financiación nativa digital, para lo que OpenBank y Santander Consumer Finance tendrán mucho trabajo; e integrar PagoNxt para competir con las fintech y las grandes plataformas de pagos.
Esta última es una de las grandes preocupaciones de Botín. El auge de nuevos actores que compiten con las entidades financieras. Sobre todo en crédito consumo, en negocios que prácticamente no consumen recursos de capital y cuyas exigencias normativas son muy inferiores a las que tienen las grandes entidades financieras.
De ahí su insistencia en luchar contra los grandes gigantes digitales. En exigir que haya una igualdad de reglas entre actores que llevan a cabo el mismo tipo de negocio. Unas normativas que son más globales que locales, y en donde la Unión Europea y los grandes gobiernos internacionales tienen mucho que decir. La defensa de la seguridad de los datos y la privacidad son otras de las banderas que la presidenta tiene y pone encima de la mesa en cada foro internacional al que va.
Los próximos diez años serán clave para el futuro de la banca en general y del Santander en particular. Entonces contaremos si el banco ha sido capaz de transformarse, pero las bases ya están puestas. Ahora queda ejecutarlas.