Acebuchina con aguardiente machacando hasta los huesos. Esa fue la fórmula que en 1918, en Coy (un pequeño pueblo de Murcia) se usó para salvar a niños y mayores de la famosa fiebre española. Antes hizo lo propio con la hambruna de 1905. Un siglo después y con otra pandemia asolando el país, Tomás Navarro y sus tres hermanos han rescatado el negocio del aceite de acebuche, herencia de su abuelo, para devolverle parte del esplendor que tuvo en la época romana.
Los cuatro hermanos heredaron la finca de su abuelo (también Tomás Navarro) con unas 100 hectáreas de acebuche. Esta se ubica en Campo Coy, a medio camino entre Caravaca de la Cruz y Lorca, entre pinos y plantas aromáticas, y a más de 1.000 metros de altitud.
Así nace el proyecto Oleum Deos como el mayor bosque de acebuche de España. Lo que comenzó siendo una tradición o un hobby para recordar y homenajear los tiempos de sus antepasados, se ha convertido hace unos meses en un negocio. Además, cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Caravaca y la Región de Murcia, muy interesados en el proyecto, cuenta Tomás Navarro (nieto) a Invertia.
“Estamos luchando los cuatro hermanos con mi padre que es mayor, pero está muy emocionado de volver a ver el proyecto que salvó al pueblo de la pandemia de 1918”, reconoce Tomás Navarro, el mayor de los cuatro y guardia civil retirado. El equipo lo completa su otro hermano, exjefe de flota de Iberia y dos hermanas, una química y otra enfermera, que continúan en activo.
Pero quizás haya que hacer un alto en el camino para explicar que el acebuche es una variedad de olivo, cuyo nombre científico es Olea europaea var. silvestris. Es el primogénito de los olivos a partir del cual se realizaron injertos con el objetivo de sacar mayor rendimiento a su cultivo. “Es el gran desconocido porque nadie sabe qué es. Pero los montes de España están llenos de acebuche”, reconoce el empresario.
Y es que el acebuche es el aceite de los emperadores. Tomás Navarro, con cierto orgullo, cuenta cómo los emperadores romanos encargaban aceite de acebuche para su uso personal. “Es lo que había en Hispania antes de que llegaran los griegos y los fenicios con ramitas de Egipto y lo injertaran”, señala.
¿Es rentable?
No obstante, Tomás es consciente de que el acebuche no es del todo rentable. ¿Por qué? Porque produce unas aceitunas pequeñas, las acebuchinas, siendo la cantidad de aceite extraído más concentrado y escaso que en la aceituna tradicional. Eso quiere decir que de cada 100 kg de acebuche se sacan siete litros de aceite mientras que si hablamos del olivo, se obtienen entre 22 y 25 litros.
Su precio también es algo elevado. “El de medio litro nos sale a 18 euros la botella”, detalla Tomás; aunque recuerda que muchos aceites de oliva virgen extra alcanzan esas cifras en el mercado.
De hecho, el descendiente defiende sus propiedades saludables con índices muy superiores en comparación al aceite de oliva debido a su altísimo contenido en tocoferoles, compuestos antioxidantes que aportan vitamina E y esteroles, muy beneficiosos para la salud cardiovascular. Nutrientes muy demandadas en plena pandemia de la Covid-19.
Con una producción actual de 3.000 litros, el techo que se marcan es de 8.000 litros en las mejores condiciones. Hay que tener en cuenta que el acebuche es asilvestrado. Se trata de una cosecha impredecible y limitada, sujeta a los caprichos de la naturaleza y que no recibe ningún tipo de aporte fitosanitario. Su cultivo es totalmente ecológico.
Futuro
Por eso no pueden hacer previsiones. De momento se puede comprar desde la web de la empresa, en algunas tiendas gourmet y restaurantes de la zona e incluso de Madrid. Pero esto es solo el comienzo de una expansión que se prevé más amplia, aunque sabiendo las limitaciones de este cultivo.
Lo que Tomás sí puede confirmar es que es “un aceite lleno de sabor y de salud. Todo el que lo prueba repite y se queda enganchado”. Eso le pasó a Francisco Rivera Pérez, más conocido como Paquirri, un enamorado de este aceite que tomaba en tostadas como "buen señorito andaluz", cuenta en tono anecdótico Tomás, quien fue amigo del torero.
Hoy, los descendientes de Tomás Navarro, conscientes de la aportación que genera el acebuche, 2.000 años después de su origen y un siglo más tarde de aportar su granito de arena a la salvación de la fiebre de 1918, lo vuelven a poner a disposición de los españoles. Un reto exigente, pero necesario en estos tiempos por su sabor excepcional y la aportación de nutrientes. Y quién sabe, quizás ayude también a sobrellevar con mejor salud esta pandemia.